Uno de los primeros efectos de la veda avícola haitiana, ha sido el surgimiento de una legión de dolientes de las masas haitianas en la República Dominicana. Desde líderes empresariales, funcionarios estatales, directores de opinión hasta jerarcas eclesiásticos han expresado sus profundas preocupaciones por los “pobres haitianos” quienes, de acuerdo con sus apreciaciones serían los primeros afectados por las disposiciones prohibitivas comerciales decretadas en cascada por la administración haitiana.

“Pobres haitianos”, desde luego, los hay también en la República Dominicana. Al igual que los pobres inmigrantes dominicanos que llegan a otros lares, luchando por su integración a la vez que produciendo riquezas. Mas, no han tenido tan distinguidos y altos dolientes.

El comercio con Haití no es asistencia humanitaria. Tan solo en las exportaciones, en juego, están unos  2 mil millones de dólares al año. Un saldo significativo para cualquier país del mundo. Con las barreras impuestas a sus productos y el inmenso desbalance comercial, Haití no ha sido ni es un socio. Ni siquiera ha sido un cliente cuyo  trato haya sido a la altura. Una visión comercial arcaica, lo transforma en un lugar de suministro de productos con el sentido más peyorativo de la palabra mercado en nuestra realidad social isleña.

Desde el año 2011, nuevas figuras han surgido en la escena política haitiana. Amén de las circunstancias políticas especiales que lo puedan explicar, algunos afirman que la llegada de un músico popular y de un hombre de negocios, ambos neófitos, en el quehacer político, es prueba de gran audacia.

Sin base substancial, al considerar que la mayoría de las misiones diplomáticas y consulares, debido al clientelismo político, es constituida por sinecuras, la llamada “diplomacia de negocios” ha sido aupada por los dirigentes haitianos. Queda por demarcar más claramente la tendencia del uso mercantil del poder y  un anhelo auténtico de promoción de los intereses económicos nacionales.

A esa nueva línea definida, en el caso que nos interesa, salta a la vista la falta de esencia diplomática. La incómoda situación bilateral de hoy, para no llamarla crisis, pudiera haberse evitado si las “legítimas” inquietudes haitianas con relación al comercio transfronterizo, fuesen incorporadas entre los puntos de la agenda bilateral, acordados con la parte dominicana, en reuniones de alto nivel en febrero y marzo del año 2012, incluyendo declaraciones conjuntas entre cancilleres y presidentes.

Parecemos estar frente  a actores con actuaciones imprevisibles e improvisadas, emanadas  de la inspiración mañanera de un músico o de las múltiples ideas que embargan la mente de un hombre de negocios. Pero, terminan ganando políticamente en su terreno por el amplio respaldo obtenido por las medidas ya señaladas frente a la Republica Dominicana.

De manera objetiva, el manejo haitiano delata una falta de madurez político-diplomática. En cambio, en el caso dominicano  no es igual. Hasta ahora no hay explicación lógica de la decisión de un mandatario, maestro de la política, de poner al frente de organismos altamente  sensibles  para las relaciones con un vecino económicamente tan importante, a representantes del antihaitianismo más recio. Su permanencia en el tren gubernamental no deja de sorprender, pese a un cambio de gobierno.

La situación parece endurecerse con la implicación de las asociaciones empresariales en ambos lados de la isla con posiciones diametralmente  opuestas.

El planteamiento de someter a Haití ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) abre una puerta peligrosa. Especialmente si se tiene en cuenta que los sometimientos y condenas internacionales a la República Dominicana por causas relacionadas con la migración y la nacionalidad de los dominicanos de ascendencia haitiana en la  última década, no fueron promovidos por las autoridades haitianas.

Al respecto,  tanto el ministro de Finanzas como el presidente de la Comisión de Asuntos Extranjeros de La Cámara de Diputados se han pronunciado. No conviene animarlas a pagar con la misma moneda.

Tampoco conviene, desde el gobierno dominicano realizar las alegres acusaciones  de vínculos de los dirigentes haitianos con carteles colombianos de la droga hasta al punto de considerar a Haití como un narco estado, en momentos en los que la presencia de la MINUSTHA en el lado occidental de la isla ha forzado a un mayor uso del territorio dominicano para el trasiego de las drogas. Declaraciones similares motivaron en parte, las violentas manifestaciones de diciembre 2005 durante una visita presidencial dominicana en la capital haitiana.

Desde el punto de vista del alto interés dominicano, primero, el problema de fondo no puede ser la veda. De hecho, por no haber sido tratada adecuadamente en el 2008 se reedita en el 2013.

Segundo, los perjudicados son en primer lugar los dominicanos.  Por lo tanto, por el peso y prestigio de los dolientes de los haitianos en la Republica Dominicana su contribución debería superar lo coyuntural relacionado con requisitos técnicos y administrativos. Se trata de valorizar el mercado vecino, de asumir que nos necesitamos mutuamente y redefinir nuestras relaciones en base a la transparencia y el respeto mutuo.