La unión americana como nación, después de la Segunda Guerra Mundial, se fue tras la caza del sueño americano, sin embargo, en estos días que corren, está atrapada en una gran pesadilla.  El tiempo del norteamericano siempre fue el futuro, el cual iba acompañado del trabajo, el placer y el consumo; hoy ese tiempo está cancelado y vive en un presente sin horizonte.

Los norteamericanos, como Unión, nunca habían vivido una crisis sistémica y compleja (coronavirus, racismo y depresión económica) y que les produjera tiempos turbulentos y transidos; ni cuando la gran depresión económica del 1929, muchos menos en el siglo XX, con la tensión racial en tiempos de Martin Luther King y la invasión Vietnam del Norte, hasta llegar al atentado terrorista del 11 de septiembre, 2001.

La intensa lucha por los derechos civiles y en contra de segregación racia, encabezada por Luther King, abría un horizonte posible,  cuyo objetivo se materializó con la abolición de las leyes segregacionistas, y otorgándoles reivindicaciones fundamentales, como derechos civiles y de ciudadanía a blancos y negros y otras etnias, en condiciones de igualdad.  Esa lucha contra la xenofobia y la segregación logró grandes conquistas sociales y políticas a favor de los norteamericanos, sin importar el origen étnico y el sexo, porque todos forman parte de la misma nación. Todas esas conquistas están siendo pisoteadas por la política ultranacionalista y de permanente posverdad del presidente Donald Trump.

Los norteamericanos viven en unos tiempos convulsos y transidos, porque a esa lucha contra la pandemia racista de Trump, la envuelve la pandemia del coronavirus, que ha producido más de 150 mil muertos y varios millones de contagiados, de los cuales, la mayoría recae sobre la minoría afroamericana y latina. En Norteamérica, lo convulso da vuelta y revuelta, dejando al desnudo la historia de aquellas   leyes que trataban a los afroamericanos como animales.  Como consecuencia de esas luchas, Martin Luther King, cayó abatido por la bala asesina de un francotirador, en marzo de 1968. Todo esto trajo como resultado, convulsiones sociales y decenas de muertos.

En esta segunda década del siglo XXI, el presidente Donald Trump, con su discurso cargado de bulos, posverdad, de xenofobia (rechazo al extranjero y desprecio al inmigrantes) y de aporofobia (desprecio al pobre), como dirigía Adela Cortina, además de exaltación a la raza blanca en cuanto colocarla por encima de los afroamericanos, los latinos y otras minorías, lo que ha hecho es fracturar la sociedad norteamericana y agrietar la memoria histórica del pueblo norteamericano, en cuanto a ser la principal nación de inmigrantes del planeta.

La política permanente de agresividad de Trump ha vuelto a resurgir, aquello que, por casi un siglo, se intentaba cicatrizar, el ataque racista, por un grupo de norteamericanos blancos contra los negros en Tulsa (Oklahoma), en el 1921, en donde fueron asesinados centenares de afroamericanos. Contrario a esos tiempos, en los que el mundo no imaginaba configurar un cibermundo, hoy, gracias a las redes sociales de se pudo observar el video que subió Darnella Frazier, donde el oficial, Derek Chauvin, inmovilizó a George Floyd, un afroamericano de Minneapolis, quien murió al poco rato de que este le presionara el cuello con su rodilla. Lo horripilante de esto, fue que se hizo oídos sordos al propio detenido y todos los transeúntes que se indignaron por tal brutalidad.

Ese video envuelto en imágenes, ha sido visualizado por millones de sujetos  en el cibermundo, generando protestas e indignación mundial. Solo bastaron ocho minutos y 46 segundos (duración del video), en los  que Floyd, de manera desesperada imploraba: “I can’t breathe.” (No puedo respirar) para que la visualización de este acontecimiento se convirtiera en viral en las redes y que se esparcieran como pólvora la indignación y las protestas por las principales calles, avenidas y plazas comerciales de los Estados Unidos.

En  esto ochos minutos y 46 segundos, ciudades como, Ohio, Georgia, Kentucky, Wisconsin, Colorado y el distrito Washington DC, Nueva York, Chicago, Los Ángeles, Miami, Atlanta, entre otras decenas de ciudades de Estados Unidos, cambiaron el panorama de la cuarentena de la pandemia del COVID-19, por un panorama convulso, en el que miles y miles de norteamericanos han salido a protestar, bajo una sola voz “No puedo respirar”. (ver: https://8m46s.com/).

El paisaje norteamericano se ha tornado gris, transido y violento, con el despliegue de la Guardia Nacional (Ejército de reservistas que depende de los Estados) en varias de sus ciudades y de enfrentamiento entre manifestantes y agentes policiales hasta el punto de que en varias de estas ciudades, los agentes han tomado la iniciativa de identificarse con las marchas y las protestas ,siempre y cuando no se tornen violentas.

Los Estados Unidos viven unos momentos transidos, con un presidente que solo expresa exabruptos e incita al odio y a la xenofobia, en medio de una depresión económica con alrededor de 50 millones de personas desempleadas, y que con desesperación, esperan el   subsidio de desempleo. Por lo que George Floyd, en Minneapolis, y una sola voz en las redes sociales del cibermundo: “No puedo respirar”, constituye el detonante de la pandemia racista y de la pandemia del COVID-19 (crisis sanitaria y social) que ha surgido bajo el gobierno de Trump.

Cuando Trump logró la presidencia en noviembre de 2016, llegué a escribir algunas pinceladas de lo que hoy está viviendo la Unión Americana, exceptuando el acontecimiento de la pandemia del COVID-19, decíamos en el plano político y social lo siguiente:

El discurso misógino y xenófobo de Trump ha cubierto todo lo ancho y lo largo la Unión Americana y la resistencia vendrá de más de la mitad de los ciudadanos que votaron en contra de este y el cual Hillary obtuvo el voto popular y con estos el propio poder establecido que tratará de imponerle límites a su desmesura política. Este proceso electoral marcó la división social que agrava el panorama político norteamericano. Por lo que no se le hará fácil gobernar en medio de tanta tensión y contra los muros democráticos que ha construido la sociedad norteamericana y que está respaldada por la misma Constitución, la cual le pone límites al presidente.  Esto le hará comprender que una cosa es manejar sus empresas privadas y otra la Unión Americana. De ahí que muchas de sus intenciones políticas las tendrá que reducir o abandonar, ya que las tensiones sociales que se avecinan no serán nada fáciles en estos años que le tocará gobernar. Porque este tipo de poder de corte autoritario, personalista y repleto de demagogia no tiene cabida en la Unión Americana y si ha de imponerse será bajo los escombros una Unión Americana que se ha caracterizado por una amalgama cultural y social democrática. (1).

A los Estados Unidos  se le ha presentado su mejor  oportunidad de salir del presidente Trump, este año, aunque esto no resolverá la espiral crisis económica en la que hoy se encuentra la sociedad norteamericana , como tampoco se  solucionaría el panorama transido y pandémico, tanto racial como del COVID-19; por lo menos sería  un punto de ese desafío que tienen los norteamericanos de volver a respirar y seguir luchando por los derechos civiles, económicos y sociales, en una sociedad que fue fundada por inmigrantes de todas las regiones del mundo.

Notas: Ver los artículos: El voto disruptivo por la América de Donald Trump (11 y 18 de noviembre de 2016).

  1. https://acento.com.do/2016/opinion/8400201-voto-disruptivo-la-america-donald-trump/
  2. https://acento.com.do/2016/opinion/8402184-voto-disruptivo-la-america-donald-trump-2-2/amp/?fbclid=IwAR0nAJmW3OdD7b6XY9H8AaVWwcZGL3Zaw03R8F6ybznj5G_B3HJeyWf0IU0