“El extremista y el cobarde, van convergiendo en su dolor, mientras el resto con amor, trabaja porque se le hace tarde. Así sucede en los parajes, donde subir te hace mejor, el falso no tiene valor, el verdadero sigue su viaje”, Pablo Milanés, 1980.

Más de uno –entre ellos yo- estamos convencidos de que enderezar el rumbo de las fuerzas progresistas en República Dominicana es una tarea difícil porque no ha sido posible formar cuadros con capacidad política, vivencia cotidiana con el pueblo, sensibilidad para captar los procesos y disposición de aportar esfuerzos para unir fuerzas populares al calor de las luchas reivindicativas y sociales.

Los restos de la vieja izquierda han vivido una larga crisis de línea que ha lanzado a una parte de sus dirigentes a buscar espacio en los viejos partidos del sistema –donde sus posiciones políticas honestas no encuentran eco- y los otros han moderado su discurso para presentar proyectos “alternativos” que carecen de estructuras, programas y acciones políticas diferentes.

La gran mayoría ha quedado fuera de ambos espacios porque consideran que fortaleciendo parcelitas particulares no se construye una alternativa popular verdadera y preservan su independencia para de alguna manera soltar gritos para quienes quieran materializar una gran unidad para un propósito político grande.

Quien lanza un proyecto político alternativo y se desconecta de la lucha cotidiana de las mujeres por agua en los barrios, de los jóvenes por empleo, de los choferes por calles y carreteras asfaltadas, de los comerciantes que reclaman el cese de los apagones, de las familias que sufren los asaltos y agresiones de la delincuencia… nada tiene de alternativo y las grandes masas de electores no tienen motivos para votar por ellos.

Por eso van de ridículo en ridículo cada cuatro años y ni siquiera pasan balance. Después de todo ¿a quién tienen que rendirles cuentas si sus partidos son una especie de finca privada sin contingentes populares?

El panorama es cada vez peor porque casquetes que no tienen a nadie, se presentan como partidos alternativos, van a las elecciones, los derrotan y los engañan, y luego salen a figurar como si estuvieran a punto de ganar la batalla final.

Obrando de esa manera, determinados alternativos no solo obstaculizan un propósito popular nacional, sino que narcotizan a una parte de la población que sigue sumando desilusiones  y fracasos sin importar los padecimientos diarios de la población.

Tampoco hacen caso a personas de la trayectoria revolucionaria y ética del doctor Ramón Antonio Veras (Negro) que tiene años implorando unidad de las fuerzas progresistas alrededor de un programa de transformaciones sociales, pero sin descartar que ese sector haga alianzas con otros de la oposición para avanzar en el fortalecimiento de las instituciones democráticas.

Y no le hacen caso a Negro Veras, ni a Juan Bolívar Díaz, ni a Melvin Mañón, entre decenas de personalidades que escriben en la prensa y exponen en televisión, porque algunos dirigentes “alternativos” carecen de sensibilidad política y compromiso real con el pueblo dominicano. Una cosa es lo que dicen, otra es lo que hacen.

Se aferran y se nutren de su parcelita política –y en algunos casos del cofrecito y otras dádivas en la Cámara de Diputados- para dividir al pueblo, no para trabajar por su unidad.

Desde mis escasas posibilidades seguiré clamando por la construcción de un espacio verdaderamente unitario, que sepulte el sectarismo, que se hunda en el seno de las grandes masas trabajadoras de la ciudad y el campo, con los jóvenes, con las mujeres, con todos los que estén dispuestos a luchar por superar la actual sociedad de exclusión, injusticias e impunidad.

Cuando esta idea madure, dudo mucho que haya gruperpejos capaces de detener la unidad y si ellos no participan, la unidad se impondrá por encima de ellos y a pesar de ellos. Será entonces una necesidad imperiosa para recomponer el sistema de partidos políticos en la República Dominicana para dar espacio a la democracia interna, a la competencia en igualdad de condiciones y abrirle camino seguro a la esperanza de un mañana mejor.

PS: El miércoles pasado un aturdido por algunos de mis humildes escritos salió ladrando a anunciar que iba a un debate conmigo. Con gusto lo hubiese aceptado, pero en su primer lance lo que hizo fue una descarga de insultos personales sobre mí como si me conociera desde niño. Yo confronto ideas, pero nadie me lleva a su letrina de insultos. Mi respuesta al insultante está en el epígrafe. Puede seguir ladrando, que como ahora, nadie le creerá sus delirios.