Me sorprendió la ida de mi estimadísimo Johnny, porque la impronta de su vida nos invitaba a la inmortalidad, él era de esos seres destinados a no morir nunca, porque su proverbial alegría y su musical temperamento tenían la configuración de lo eterno e inextinguible.
Acostumbrados a ver a Johnny como un tío por la hermandad con mi padre, esa relación afectiva y recíproca fue de toda la vida, cosa que se traspasó a ambas familias, que nos coaligamos como si fuese una sola, por la cercanía de nuestros progenitores.
En el mes de enero de 1998 fui llamado por mi padre para verlo a su casa, ubicada en la carretera San Cristóbal-Cambita, me tenía una encomienda, visitar a Johnny Ventura para decirle que papá necesitaba verlo, previo a este encuentro me había confiado que llevaría a su amigo de larga data como su candidato a vicesíndico. Entiendo que ese pedido nacía de tres realidades, la primera, es que el “Caballo Mayor” era como su hermano y de una lealtad probada; segundo, el líder estimó que en una posible ida a destiempo, le debía de dejar la posición a alguien de actuación institucional que no perteneciera a ningún grupo a lo interno del PRD; y tercero, en medio de tantas presiones a los que fue sometido por los dirigentes de su propio partido, reconocía en Johnny su lealtad sin precio ni duda, siempre comprendí que esa decisión del líder era hija del reconocimiento a la fidelidad probada, que en esos tiempos al decir verdad, estaba tan cuestionada por la lucha callada y sórdida por quiénes le reemplazarían ante su esperada desaparición física como candidato presidencial para el 2000, no como líder claro está, porque todos sin excepción sabían que no podían calzarse con esas botas.
Salí raudo y veloz a la casa de mi tío Johnny a cumplir la misión asignada, en un acto de indiscreción le expresé los fines por lo cual su hermano líder le urgía verlo y que se preparará para tener la respuesta a ese pedimento. Johnny en ese momento no me dijo su respuesta, solo después de la reunión de ambos, él aceptó asumir la candidatura ofrecida y con entusiasmo asumió la tarea pero, el destino nos tenía reservada una sorpresa que al igual que está, la de mi querido maestro Ventura, nos tomaría a todos desprevenidos y fue el cerrar de los ojos de mi padre el 10 de Mayo, apenas 5 días antes de las elecciones congresuales y municipales del año 1998.
En medio del desconcierto que produjo la partida de mi padre, me llamó Tony, mi hermano, para decirme que habría una reunión de la Comisión Política del PRD, a fin de sustituir la candidatura de la capital, y que tenía que participar en la misma, de la cual no era miembro, porque hacía ya unos pocos años que era el presidente del BIS, posición que pase a ostentar a la salida de Hipólito Mejía, que había vuelto a ocupar una vicepresidencia en el “Glorioso buey que más jala”.
Me enteré que se debatía en dos opciones la candidatura a síndico del Distrito Nacional (todo el Gran Santo Domingo) en la dirección del PRD, mi deber al ser llamado era que se cumpliera la última voluntad del líder, mi padre, y que en esa posición se designará a Johnny, que esa era la voluntad mayoritaria de mi familia. No niego que aquello fue difícil para mí, ya que la otra opción era doña Peggy Cabral, esposa de papá, persona de mis mayores afectos y reconocimiento, por la dedicación mostrada en su abnegada atención en la enfermedad de mi padre, por lo cual expresar eso era ser fiel a lo confiado a mi padre como encomienda pero, si propusimos que ella fuera su compañera en la boleta, propuesta que se aprobó de inmediato.
Como las boletas electorales ya estaban impresas, la cara de Johnny no apareció en la misma, y se mantuvo la de mi padre “él al igual que El Cid campeador ganaba una batalla después de su muerte”, en un acto de reconocimiento el soberano había hablado a través de los resultados expresados en las urnas.
Cosas de la vida, la lucha por el respeto a la Constitución del 2019 nos encontró del mismo lado, y Johnny con una valentía espartana defendió el respeto a la institucionalidad y la democracia, es por esto, que renuncia a la posición diplomática que ocupaba, para ser coherente con su prédica en contra de la reforma constitucional con los fines de introducir únicamente una nueva repostulación presidencial.
Hoy debo reconocer la lealtad que le guardo en vida, y después de ella, Johnny Ventura a mi padre; me consta que cada vez que hablaba de ese hermano lo hacía con amor y admiración, muchas veces lo vimos asomar una lágrima en su rostro, hoy en su memoria solo tengo que decir que para mi familia, para la legión de peñagomistas y para quién esto escribe, se nos fue alguien que es un símbolo vivo de la lealtad para con su hermano José Francisco Antonio Peña Gómez.
Me alegra haber sido mensajero y garantizador del cumplimiento de la última voluntad del líder, cuando señaló a Johnny como su sustituto en la candidatura a síndico, a éste inmortal de la música, a ese padre amoroso con sus hijos, al compañero de una vida de doña Fifa, al defensor de la Constitución, y a este tío querido que me regaló la vida; este mensaje de alguien que está seguro a fuerza, de que hay vida después de la muerte, que hoy estarán juntos, mi padre y él en el mundo de lo ignoto, haciendo ratificación de la hermandad que se mantendrán más allá de la vida.