El deslucido antecedente del reclamo por el 4% para la educación, es el reclamo del 5% para la UASD. El actual rector de la universidad del Estado, Mateo Aquino Febrillet, se ha lanzado a una cruzada a la procura de fondos para salvar a la UASD de un déficit inmanejable. Aquino Febrillet estima que el incumplimiento con la ley de Autonomía le ha costado a la universidad del Estado unos 100,000 millones de pesos desde 1966.
El problema uasdiano es otro síntoma de la patología socio-política que cargamos desde siempre. Es un viejo reclamo que prueba la capacidad de los gobiernos a ensordecerse hasta que los gritos se ahoguen por ronquera.
Aquino Febrillet se permitió evocar la posibilidad de la privatización como solución al problema: "Se trata también de un problema de incumplimiento de la ley; la UASD, si es pública, la financia el Estado, si no la hacemos privada y que funcione cobrando la tarifa y que quede fuera el que no pueda pagar. Esas son las opciones". En realidad el rector no aporta soluciones, lanza un grito de auxilio. Convertir a la UASD en una institución con fines de lucro no es ni ideal ni realista. El país no necesita otro centro de exclusión económica.
El problema educativo atraviesa toda la historia dominicana, pero es posible utilizar estos momentos de tensión para repensar el sistema de estudios superiores.
Francia, un país de 63 millones de habitantes, cuenta en la actualidad con unos 45,000 abogados. En la República Dominicana, con una población por lo menos seis veces menor, contamos con unos 47,000 abogados. La última graduación de la UASD presentó, entre los 560 nuevos profesionales, sólo dos licenciados en matemáticas, uno en biología y química, apenas cinco nuevos profesionales en las áreas de agronomía y veterinaria.
Cuando nada les garantiza a los estudiantes de carreras científicas ganarse una vida digna es comprensible que pocos estudiantes se sientan atraídos por ellas. Necesitamos un serio trabajo de incentivo de las carreras científicas y de ingeniería. Detrás de ellas se esconde la producción en este nuevo siglo.
La falta de selectividad y de rigor en nuestras universidades (todas) hace que superpoblemos nuestras calles de personas con título, lo que no es igual que decir profesionales. El bagaje histórico uasdiano ha llevado esa institución a cierto populismo académico. El rector de esa institución ha declarado que la universidad acoge más de 185,000 estudiantes en el 2011 con apenas 3,200 profesores disponibles.
Hemos caído en la lógica del título. Preservamos la ilusión de que educación es igual a título y por ende el Estado debe dar títulos universitarios a todos. En Brásil, la Universidad Federal es gratuita. También es la más exigente de todas, lo que también plantea problemas. Ello hace que la mayoría de los estudiantes que se benefician de una educación de calidad y gratuita provienen de escuelas privadas. Pero el problema no está en que la universidad sea selectiva, sino en que la educación pública sea deficiente. Existió un tiempo el Colegio Universitario, cuyo objetivo era justamente reducir la diferencia entre unos y otros. Ese objetivo es imposible sin una política de Estado.
El problema de la educación pública dominicana, como de muchas naciones latinoamericanas comienza por la educación primaria. La educación se construye paso a paso. No dar el primero supone un enorme esfuerzo para dar el segundo y la imposibilidad de dar el tercero.
Somos también culpables de nuestro discurso contradictorio, paradójico e hipócrita. Participamos de un onanismo intelectualoide burgués pero miramos con desdén a maestros y profesores. Como si esa labor tan digna se reservara a profesionales fracasados convertidos en sirvientes de tercera. Hay que darles estatus al maestro y a la maestra. Ello nos implica a nosotros, pero también depende de que el gobierno mejore sus condiciones de vida y le de protagonismo a su rol social.
La UASD trabaja más allá de sus posibilidades. Una buena razón para un poco de selectividad. El MESCyT, en sus recomendaciones de diciembre del 2010, le propone a la UASD que aumente sus criterios de selectividad, no para convertirla en un centro exclusivo, sino para hacer su inversión más costo-efectiva. Argumenta que una gran cantidad de estudiantes no terminan sus estudios universitarios y sus perfiles son detectables.
El modelo populista, anti-selectivo, nos ahorra profesionales de calidad y promueve un sistema de educación superior basado en el peso del bolsillo. El populismo académico ha devaluado el valor del título de la UASD en las últimas tres décadas. El efecto ha sido paradojico. El sector privado se ha instituido como la unica opción afin de tener una educación con un mínimo de condiciones para el aprendizaje. Hoy más que nunca nuestro sistema de educación superior es exclusivo.
El modelo de educación superior debe pretender integrar al mercado laboral a cada individuo allí donde éste sea más útil, permitiéndole a la vez concretar, en la medida de lo posible, sus aspiraciones. Es hora de dar pasos hacia una sociedad que tome en cuenta los méritos más allá del tigueraje de criminales ensacados.
Recurrir a capital privado como una ayuda para el financiamiento es posible. Las universidades más importantes del mundo recurren a él a cambio de patentes y elaboración de productos. La privatización, sin embargo, no es la salida del impasse.
Tanto la dirección de la UASD como el gobierno deben hacer lo suyo. Es cierto que el dinero no es el único factor del problema, pero sin él nada podrá resolverse.