Había comenzado a escribir un artículo sobre la necesidad de la inversión en educación, enfocando  dicha inversión como la de más alta rentabilidad y la de mayor impacto en el desarrollo social y económico del país, sin embargo al ver la noticia de la última hazaña de la policía nacional, no pude contener  las ganas de expresar mi opinión sobre este alarmante acontecimiento.  Pienso que aunque la educación también está relacionada con hechos como este, y sigue siendo prioritaria, existen en el país síntomas de descomposición social y política que deben ser atendidos cuanto antes.

Me refiero al hecho mediante el cual un grupo numeroso de policías, convertido en turba armada, luego de recorrer las calles de San Francisco de Macorís,  se dirigió al Palacio de Justicia donde, utilizando la fuerza, sacaron de la cárcel preventiva a uno de sus compañeros. Este se encontraba como reo acusado del asesinato de una persona  y se le había dictado una orden de prisión preventiva por tres meses.

Esta acción sin precedentes en la historia moderna de la Republica Dominicana revela un mal de fondo en la gobernabilidad del país. Este es un ejemplo de lo que puede ocurrir cuando se burla de manera consistente la aplicación de la Ley y se ponen en práctica acciones de facto, o la toma de la justicia en las manos de instituciones que no son judiciales, como la Policía Nacional. Hoy fue una acción contra un tribunal de justicia, mañana puede ser contra el poder ejecutivo, o contra cualquier poder del Estado. Este hecho es el embrión de una rebelión contra el orden legalmente constituido, no es un hecho aislado, es una demostración pública de poder, del poder que se le ha dado a las fuerzas armadas y policiales. Es también una demostración del vacío del poder civil que existe en el país. Todo el que vio el video en Acento.com.do o en los canales internacionales de noticia, que ya están presentan dicho video en la televisión en otros países y en los Estados Unidos, siente rechazo y temor ante esta situación de desorden,  donde unos cincuenta policías recorrían las calles blandiendo armas largas y cortas, sin ningún control.

Otra lección de este hecho es lo que puede ocurrir cuando los responsables de mantener el orden y hacer cumplir la Ley ven a diario el ejemplo de la corrupción y del abuso del poder de los funcionarios que tienen la responsabilidad de dirigir el gobierno y sus instituciones. La crisis de liderazgo y de gobernabilidad genera situaciones peligrosas y de alto riesgo para la democracia. Mientras en el país ocurren desordenes de esta magnitud, el Presidente de la Republica está ocupado proponiendo en las Naciones Unidas un nuevo orden financiero internacional y el control de la volatilidad de los precios de las materias primas, producto de la especulación mundial. Me hubiera gustado oír la calificación del Profesor Juan Bosch de tales ocurrencias.

Para terminar esta reflexión sobre hechos que parecen extraídos de una novela de García Márquez voy a citar el párrafo con el que Robert D. Crassweller comienza su libro “Trujillo, La trágica aventura del poder personal”. “La noche se troca en un carnaval. Sobre el oscuro fondo del cielo, multicolores luces trazan caprichosos arabescos. En el aire se entremezclan estridencias y resonancias lejanas, disonantes ráfagas de música, bullangueras discordancias y algarabía de jaranas. Por doquier aparecen, se despliegan y multiplican deslumbrantes escenas, mascaradas abigarradas y funambulescas. Todo gira en un torbellino de sensaciones hasta que la imaginación del espectador se siente abrumada, y lo real y lo imaginario se confunden en una general incoherencia y delirio.”