“Permítaseme, señores, este grito de mi espíritu:
triunfará la equidad”
Manolo Tavárez Justo
Sobre el camino, hay dos ideas de las que considero necesario escribir y compartir con ustedes: la ausencia de la izquierda de las grandes decisiones políticas dominicanas y la consecuencia de esto en los grandes déficit democráticos que padecemos. Todo se podría sintetizar en la hipótesis de que en América Latina las transiciones democráticas tienen como un actor principalísimo a la izquierda que resultó de la valoración del sistema democrático en los procesos de lucha contra las dictaduras.
Dentro de ese espectro imprescindible para la democratización del país también debe considerarse lo que llaman “progresismo” y que se distingue de la izquierda por sus raíces y por carecer de referentes políticos. Esta falta de referentes que caracteriza al progresismo lo hace impotente desde el punto de vista político y potencialmente “cooptable”, pues mantiene con frecuencia relaciones salariales con el Estado o con los Estados que financian reivindicaciones sectoriales. De allí su estilo y contenido “oemegeísta”.
Si estamos de acuerdo en que el tema y la construcción del “idioma” de esta transición a la democracia es una tarea pendiente, Manolo Tavárez es una referencia obligatoria, por un sencillo hecho: fue un líder de izquierda que luchó contra Trujillo y luego lo hizo por la democracia y la constitucionalidad. Entonces, volver a buscar en su palabra y en su acción elementos que puedan ayudar a interpretar ese tránsito resulta imperativo. Claro que en el estudio de la figura del guerrillero no contaba con que me encontraría con un libro en el que, refiriéndose a las motivaciones que lo llevaron a Las Manaclas , se recoja que una de ellas fue “Por su EGO”. “Aunque marginal, es un componente importante de esos argumentos”.
Y aquí no cabe la semántica como refugio, sino la ética: ¿si una opinión se reconoce “marginal” cómo puede ser a la vez “componente importante”? Ahí mismo comienza a aparecer la explicación de una izquierda experta en dispararse a los pies e incapaz también de reconstruirse desde la verdad y los contextos. Si se quiere que esos contextos sean reconocidos, lo primero que se debe abandonar -para los que les gustan las palabras- son las canalladas, que en su más puro significado y sin pretensiones de especialista son las acciones que se le atribuyen a un canalla (“Persona despreciable y de malos procederes”, RAE). Tratándose de un libro editado por una universidad y tratándose de un “Héroe Nacional” lo menos que se puede esperar es una explicación acerca del alcance del método de análisis del discurso para concluir en un insulto.
En el presunto estudio científico con que me topé, con un marco teórico de página y media, se consultan personas que opinaron sobre otra cosa, muy lejos del sicoanálisis destructor y ofensivo de la canallada que he anotado más arriba. Quise encontrar alguna explicación en la bibliografía y, claro, el proceso que conduce hasta el sicoanálisis lo hizo Julia Kristeva una ex estructuralista, ex marxista, ex maoísta y ahora dedicada al sicoanálisis y este país no necesita que a sus héroes les hagan sicoanálisis, necesita que se los honre, se los estudie, se los trate de imitar, se los transforme en ejemplo. Eso hacen los pueblos que progresan. Mucho mejor pudo haber sido tener entre los autores consultados a Beatriz Sarlo, y “beber de nuestro propio pozo” y repetir con Javier Cercas que “Un héroe es alguien que es capaz de decir ‘no’ a tiempo”.
Pero… ¿alguien puede creer que Manolo Tavárez se incorporó casi siendo adolescente a la Juventud Democrática, organizó la resistencia contra la dictadura y dirigió el “Movimiento 14 de Junio” producto de su EGO? Harán falta nuevas razones, aunque creo que el tema debe ser superado con el reconocimiento de que la democracia no va a llegar si es que no se reconoce la importancia de este tipo de dirigentes en nuestra historia, los que no podían vivir sin democracia. Fíjense que al margen de estos tratados sicoanalíticos si se revisa la prensa aparecen con frecuencia dirigentes que hoy también están siendo acusados de exceso de ego, o de que el ego es la motivación principal de políticos y políticas. Claro que esta impresentable actitud solo se ve entre quienes son parte de los llamados partidos minoritarios. Los que tienen más del 5% están libres de sospecha de personalismos o de egos como fuera, supuestamente, la motivación que llevó a Manolo a la lucha contra Trujillo y a luchar por la vuelta a la constitucionalidad sin elecciones.
Deben saber los jóvenes que en la década de los sesenta y setenta del siglo pasado no tenía nada de intención martirológica (estar en la lista de los santos) elegir como vía de lucha la lucha guerrillera. Esa vía recién había vencido en Cuba. Es decir, era posible, no se trataba de ninguna “locura”. Los jóvenes de entonces no sacrificaban su juventud sino que la vivían en plenitud, vibraban con el Mayo del 68 y con el Vietnam heroico. Todo parecía al alcance de la mano y sí, quisieron tomarlo. Por eso es bueno alertar a los jóvenes de hoy de que deben cuidarse de las intenciones nunca manifiestas claramente de tanto “ex” dando vueltas.
Manolo no murió por su ego, ni por su falta de madurez, ni por algún error logístico, ni siquiera por alguna traición. Recuerden y sépanlo que Manolo fue asesinado por agentes del Estado, pero quieren que eso no se sepa o que se olvide. ¿Quiénes quieren que se olvide? En primer lugar los que debieran haber sido llevados a la justicia por la grave violación a los derechos humanos que fue su asesinato y, lo peor, también por aquellos de sus seguidores que no tuvieron eso que ahora llaman coherencia y que antes se llamaba de otra manera.
Así, con trabajos como el que comentamos, han construido el “antihéroe”. Así, negando la enseñanza martiana de que cuando hay poco decoro, hay algunos pocos que llevan el decoro de muchos. Y no es por ego que lo hacen: el compromiso (la cercanía con la humanidad) es la negación de ese ego peyorativo e individualista que promueven como adjetivo los ex militantes. Y lo promueven también asumiendo a veces poses de académicos, para impedir que florezcan vocaciones de servicio auténtico a los más débiles, de lo que fueron ellos mismos incapaces, por apocados o simplemente por cobardes. Hoy ni siquiera serían aptos para escribir una línea que justifique sus dichos y mucho menos que pueda explicar la utilidad de sus groserías. Disfrutan de la impunidad, pues nadie hurgará en sus vidas grises, aburridas y hasta sin nostalgias.
El progresismo y la izquierda dominicana deben volver a reconocerse en sus primeros fundadores, en los que dejaron huella y aprender a discernir estudiando y comprendiendo las complejidades del Estado trujillista balagueriano y peledeísta vigente. Frente a los resultados de esta construcción política adherida al neoliberalismo hay que preguntarse y responderse sin titubear que no fue el ego de Manolo, ni el de Orlando Martínez, ni el de Amín Abel Hasbún, ni el de Amaury Germán… el que los llevó a tomar las decisiones frente a la puesta en práctica de políticas criminales para impedir la oposición política o, como incluso se dice actualmente (no por el autor), de políticas alternativas. Como ven, el dilema continúa.
Y como “nadie muere entre nosotros, porque nosotros recordamos”, nuestra memoria y desde allí la acción hacen que podamos ver con optimismo el futuro. Por suerte el de los criminales se acaba.
Al fin de cuentas, será motivo de alegría y esperanza el solo hecho de que nadie que quiera para sí o para su organización el calificativo de izquierdista, progresista o demócrata en el 2020 apoye a un candidato asesorado por un abogado de Donald Trump.