En el actual debate sobre la despenalización del aborto, a menudo escuchamos decir que los “religiosos” deben mantenerse al margen, ya que nuestras opiniones se basan en “creencias” carentes de la objetividad que solo la ciencia puede proveer. Supongo que muchos de los que abogan por nuestro silencio están asumiendo dos cosas; por un lado, que no existe la verdad fuera de lo que la ciencia puede probar; y, por el otro, que la verdadera ciencia es aquella que parte de una premisa materialista. El materialismo es la creencia de que todo cuanto existe evolucionó a partir de la materia, sin ninguna intervención sobrenatural. Según el materialismo, el universo es un sistema cerrado de causas y efectos naturales, donde cada efecto puede ser explicado en términos de causas naturales.
Dado que en este sistema de pensamiento no hay lugar para la existencia de Dios, la opinión de los que creemos en Él es considerada por el materialista como irrelevante en el debate de los temas más pertinentes para el buen funcionamiento de la sociedad. Después de todo, ¿cómo tomar en serio a un grupo de personas que creen en la existencia de un ser mitológico? Tal parece que el naturalismo materialista es la única postura racional desde la que se puede debatir seriamente acerca de la moralidad de nuestras leyes. Pero ¿es realmente así?
La realidad es que el materialismo conduce a un callejón sin salida que destruye la confiabilidad de todo tipo de razonamiento, ya que no puede explicar cómo es que la evolución accidental de la materia produjo seres pensantes, y mucho menos cómo es que nuestras neuronas cerebrales producen pensamientos y razonamientos que encajan con la realidad fuera de nosotros. Algunos materialistas dicen que tal conexión entre la materia y los pensamientos es incomprensible. Otros se han aventurado a dar una que otra explicación.
Francis Crick, por ejemplo, en su libro The Astonishing Hypothesis: The Scientific Search for the Soul (La hipótesis asombrosa: La búsqueda científica del alma), abre el capítulo 1 con esta impactante declaración: “La hipótesis asombrosa es que ‘Tu’, tus alegrías y tus tristezas, tus recuerdos y tus ambiciones, tu sentido de identidad personal y libre albedrío, no son más que el comportamiento de un vasto conjunto de células nerviosas y sus moléculas asociadas. Como la Alicia de Lewis Carroll podría haberlo dicho: ‘No eres más que un paquete de neuronas’.”
Richard Dawkins, por su parte, ha extendido la evolución al reino de las ideas al inventar el concepto de los memes. Esta palabra viene del griego menme que significa “memoria”. “Un meme es una idea o conducta que es imitada y traspasada. Los memes incluyen todas las palabras de nuestro vocabulario, los juegos que jugamos, las teorías que creemos, las canciones que cantamos, los hábitos que tenemos, y así sucesivamente. Los memes, lo mismo que los genes, son reproducidos al ser copiados.”
Los memes, dice Dawkins, poseen la propiedad de evolucionar por vía de la selección natural, en una manera muy similar a la evolución biológica propuesta por Darwin. Mientras una idea puede extinguirse, otras sobrevivirán, se propagarán e incluso mutarán – para bien o para mal – a través de modificaciones. Así explica él, entre muchas otras cosas, la idea de la existencia de Dios.
Por supuesto, si Francis Crick tiene razón, deberíamos concluir que su propia teoría no es más que una ilusión de sus neuronas; y en cuanto a los memes de Dawkins… no serían más que otro meme. Tanto en un caso como en el otro, no tenemos razón alguna para confiar en la validez de su razonamiento.
“Los naturalistas parecen estar atrapados en una trampa” – dice el profesor de filosofía Ronald Nash. “Si son consistentes con sus presuposiciones naturalistas, deberían asumir que nuestras facultades cognoscitivas son el producto de la casualidad, de fuerzas sin propósitos. Pero si esto es así, los naturalistas se muestran inconsistentes cuando colocan tanta confianza en esas facultades.”
En palabras más sencillas, los naturalistas han cortado la rama sobre la que están sentados. Sus opiniones no son menos “creencias” que las de los “religiosos” que están tratando de acallar, ya que sus postulados no pueden ser probados por el método científico; y, francamente, requieren de un alto grado de fe para ser aceptados. A pesar de eso, pretenden poner una mordaza sobre todos aquellos que identifican como “religiosos”, dejando así el campo libre para implantar una dictadura ideológica que no tolera a los disidentes. Y si no despertamos a tiempo, todos sufriremos las consecuencias de este racionalismo irracional.