La transformación educativa será inteligente o no será.

Al transitar de la educación tradicional a la modalidad telepresencial en tiempos de pandemia, debemos cuidar de no caer en la trampa que impide el pleno provecho de las tecnologías para personalizar los aprendizajes. En la era del conocimiento no podemos seguir con el modelo industrial de la escuela, solo que ahora en pantalla digital. Reproducir nuestra fatigada aula escolar digitalmente es garantía de fracaso. Para estar acorde con los tiempos, debemos desarrollar un modelo pedagógico inteligente utilizando el análisis de la data de los usuarios de la plataforma educativa, generada por su propio uso, para que el maestro pueda diseñar un plan de estudios a la medida de cada alumno.

La realidad es que la urgencia nos impele a improvisar soluciones tecnológicas inmediatas, corriendo el riesgo de no aprovechar su potencial transformador como herramienta pedagógica. Educar de manera telepresencial no es trasladar la mecánica del aula tradicional a la pantalla, como hacer cine no es filmar una representación teatral. Si hacemos más de lo mismo, con pizarrón y tiza solo que ahora en pantalla, estaremos desaprovechando un valioso recurso que nos ha caído precipitadamente. No debemos utilizar las tecnologías solo para salir de la crisis provocada por la pandemia. No debemos permitir que lo urgente eclipse lo importante, que se dilapide la enorme inversión que se realiza en tecnologías sin impactar profundamente la calidad de la educación. La incorporación de la modalidad telepresencial no debe ser solo una costosa respuesta paliativa al reto del cierre forzoso de las escuelas, sino un elemento que impulse a nuevos niveles la calidad de los aprendizajes de cada alumno.

Una de las principales trampas que nos tiende la educación telepresencial es la centralización y homogeneización de las lecciones para todos los estudiantes por igual, sin aprovechar la flexibilidad de la tecnología informática para personalizar los aprendizajes de acuerdo con las necesidades y capacidades de cada estudiante. Cuidado con solo entregar a distancia lecciones enlatadas vía pantalla a todos los estudiantes por igual, y al mismo ritmo, sin personalizar la experiencia de cada alumno, sobre todo en la medida en que se generalice el uso de plataformas inteligentes, capaces de generar un tesoro de información sobre sus usuarios a nivel individual y colectivo. No es cuestión de más tecnología, sino de un mejor empleo de ella y de la información que su uso genera. No son las tecnologías las que mejoran los procesos de aprendizaje y los resultados de los alumnos, sino la forma en la que se integran en los procesos de enseñanza, tanto a distancia como en el aula.

La enseñanza personalizada es una conocida aspiración del educador por excelencia, del docente que aspira a ir más allá de la instrucción para formar a un sujeto crítico y capaz de maximizar su potencial como individuo comprometido con su comunidad, listo para seguir aprendiendo, generando conocimientos y compartiéndolos durante toda su vida. Las personas aprenden de diferentes maneras y a diferentes ritmos. Cada estudiante debe recibir un “plan de aprendizaje” basado en su perfil de qué sabe, cómo aprende, y cuáles son sus habilidades, intereses y aspiraciones. El maestro guía, acompaña y evalúa el progreso del alumno de manera individual, y la tecnología es su mejor aliado en la tarea de personalizar el aprendizaje de cada estudiante de acuerdo con su perfil.

El aprendizaje personalizado es un modelo de pedagogía que es difícil de hacer bien con 20, 30 o 40 alumnos en circunstancias limitadas por espacio y tiempo. Uno de los principales papeles de la tecnología en el aula y a distancia debe ser potenciar la capacidad del docente para conocer mejor a cada estudiante como individuo y diseñar una carta de ruta para el desarrollo integral de su persona. Así como Facebook, Google y Amazon hacen publicidad a la medida de los usuarios para maximizar sus ventas y beneficios, con uso de la plataforma pedagógica el maestro puede guiar el aprendizaje a la medida de cada alumno para potenciar su aprendizaje.

Cuidado con caer en la trampa de recrear el aula tradicional en la pantalla, pues es el peor uso posible de la tecnología en la educación. Hagamos un uso inteligente de la tecnología, tanto para la educación presencial como la virtual, aprovechando su enorme potencial para personalizar el aprendizaje.