Si Dante escribió “La comedia” que la posteridad llamó divina, Boccaccio escribió muchos siglos antes que Balzac una comedia humana, o más bien tragicomedia. Una tragicomedia que, junto a “Las mil y una noches” forma parte del más grande patrimonio literario de la humanidad. Hay en “El Decamerón”, como en “Las mil y una noches”, todo un denso muestrario de “vida intensamente vivida”, espejo de bondad, pasiones, noblezas y bajezas, traiciones y lealtades,  “el ser humano como lo que es, con todas sus virtudes y defectos, con sus penas y sus glorias…lo pícaro, lo lascivo, el engaño, grandes amores, en fin, el ser humano al desnudo”.  En efecto, “seres comunes, defectuosos y desprovistos de cualquier valor noble” alternan con idealistas”, “una gran dosis de obscenidad y de cinismo alterna con la expresión de elevados pensamientos”,

“Se encuentra, entre estas páginas, la naturaleza humana en todo su esplendor: desde los ladrones y embusteros hasta los adúlteros que vienen enaltecidos por su astucia. ¡El antihéroe! Algo innovador y completamente nuevo para la época. Así como  la fuerte crítica satírica hacia el gobierno y el clero. Boccaccio se aleja por completo de la concepción teocéntrica medieval.

Decameron

“Lo impresionante de este clásico literario no es el erotismo llevado al extremo, ni todos los tabúes que puede llegar a romper, sino que Boccaccio fue tan bueno en analizar al ser humano que incluso hoy, 700 años después de que fue escrito, podemos llegar a identificarnos con todas y cada una de estas historias”.

“El decamerón” tiene en común otras cosas notables con “Las mil y una noches”, aparte de los personajes y los temas y el irrespeto a las convecciones sociales.

Una de ellas tiene que ver con la técnica o el marco narrativo:

“El ‘Decamerón’ es un libro constituido por cien cuentos, algunos de ellos novelas cortas, terminado por Giovanni Boccaccio en 1351, alrededor de tres temas: el amor, la inteligencia humana y la fortuna. El autor italiano emplea una técnica heredada de la tradición oriental: parte de una historia y de un narrador principal (como Sheherezade en ‘Las Mil y una noches’) que, a lo largo de varias jornadas, va engarzando las cien historias que componen el texto. Para engarzar todas las historias, Boccaccio estableció un marco de referencia narrativo: la obra se inicia con una descripción de la peste bubónica, la epidemia que golpeó Florencia en 1348, argumento que da ocasión a que un grupo de siete jóvenes mujeres y tres hombres, que huyen de la plaga, se refugien en una villa en las afueras de Florencia. Para pasar el tiempo, cuentan historias”.

La técnica narrativa propiamente dicha consiste en el “sistema que ya se emplea en ‘Las mil y una noches’-,  utilizar una de las narraciones como marco narrativo de la siguiente, con el fin de dar cohesión al conjunto. En lo que se refiere al tratamiento del tiempo y los marcos escénicos, contrasta la definición, unidad y concentración de la historia de los jóvenes con la variedad de espacios, escenarios y tratamientos de los cuentos. Lo mismo ocurre con los personajes. El realismo del Decamerón alcanza a los personajes y los ambientes, además de, como ya se ha visto, al lenguaje popular. Por las páginas del libro pululan frailes, mendigos, jóvenes y viejos, mujeres de dudosa moral y toda suerte de individuos característicos de la sociedad del momento. La principal característica estilística de ‘El Decamerón’ es el contraste”.

Uno de los primeros cuentos de “El decamerón” narra la historia de un ser perverso, que incluso había matado a su madre, y que al momento de morir se hizo pasar por santo y como santo fue venerado. En cambio Federigo degli Alberighi representa “la fuerza del sentimiento de amor que vence a la desventura” , el heroísmo de la gentileza.

Un relato vulgar, en apariencia, es la del taimado visitante que propone al infeliz que lo hospeda realizar un sortilegio para convertir a su mujer en una yegua que durante el día podrá utilizar como animal de carga en su duro faenar y durante la noche será de nuevo su compañera habitual para todos los fines de lugar. El encantamiento, desde luego, es un burdo engaño del huésped, cuyo propósito es gozarse a la mujer del rústico, y el engaño se explica por vía de la ignorancia y la estupidez, pero también lo explica el infinito infierno de la pobreza.

Otra historia ejemplar es la de un rico mercader que adopta a un muchacho desconocido y lo cría como a un hijo junto a su hija carnal. Los jóvenes se enamoran y al llegar la adolescencia pasa lo que tenía que pasar o lo que no tenía que pasar. El mercader condena a muerte a su amado hijo adoptivo por la deshonra que había acarreado a su familia, pero en el momento de la ejecución aparece el verdadero padre que nunca se había cansado de buscar por mar y tierra a la criatura que le había sido arrebatada en tierna edad. Como el padre es un potentado la ejecución se suspende y la deshonra se repara con un jugoso matrimonio.

Las mujeres deben preservadas intactas como mercancía por su valor de cambio. El muchacho obre dañó la mercancía y no podía pagarla o repararla, pero el muchacho rico sí. He aquí el significado de la virginidad en términos boccacciescos.

Otro aspecto que sin duda se destaca sobre muchos otros en algunos relatos es que “el Decamerón narra las ‘las burlas que por amor o para su propia salvación las mujeres han hecho a sus maridos’. Porque hay algo que el Decamerón pone en juego y es la transformación de la donna gentile ideal de Dante y Petrarca en la donna de carne y hueso equiparada al hombre. Hombres y mujeres son iguales en lo que a valores se refiere y en su derecho a acceder a los placeres del amor y la vida”. (Las citas pertenecen al portal  “CUESTIONES FUNDAMENTALES PARA EL ESTUDIO DE EL DECAMERÓN”).

Mucho de esto explica que la obra fuera prohibida por la inquisición en el siglo XVI.

Boccaccio se adelanta a la concepción antropocéntrica que será propia del Renacimiento con todas sus contradicciones, con todo el brillo, el apogeo de las artes y de la ciencia en una de las épocas más horribles de la humanidad desde el punto de vista político-social.

Boccaccio sufrió, por cierto, al final de su holgada vida, y  bajo la influencia del misticismo religioso, grandes remordimientos por la  supuesta naturaleza pecaminosa de su obra. Pidió a un amigo que la quemara y no fue por fortuna obedecido. Algunos siglos después Kafka pediría lo mismo…con el mismo resultado.