Ojalá se sancionen a los responsables de esta tragedia. Pero el Presidente Medina debe  llegar al fondo del problema: elevar el gasto público, integrar la red de salud y despolitizar la gestión hospitalaria.

El Presidente Danilo Medina se ha indignado por la muerte de 11 niños en el Hospital Infantil Robert Reid Cabral durante este fin de semana. No se trata de un hecho aislado, pues el Periódico HOY informó que en nueve meses han fallecido 162 niños de escasos recursos en ese hospital, sólo durante los fines de semana. Hace más de un mes los propios médicos denunciaron sus penurias, que son parte del día a día de casi todos los hospitales públicos.

Esta tragedia coloca al país en una posición muy cuestionable a nivel internacional. A pesar del crecimiento y del progreso, hace dos años pasamos por la vergüenza internacional de reconocer nuestra incapacidad para cumplir con los objetivos del milenio, precisamente en materia de mortalidad materno-infantil, entre otros indicadores de salud.

El Presidente creó una comisión de alto nivel para realizar una investigación, señalando que en caso de que se compruebe alguna negligencia, se aplicarán las sanciones correspondientes. Todos esperamos que, al menos esta vez, la Comisión llene su cometido y se sancionen a los responsables de esas pérdidas irreparables.

Presidente Medina llegue al fondo del problema

Existe un problema estructural de fondo. El gasto público en salud es absolutamente insuficiente, por lo que sus centros viven de crisis en crisis. Ya sea por el retraso en la entrega de las asignaciones, por la acumulación de deudas, por el descuido en el mantenimiento de las instalaciones, y por la falta de insumos y medicamentos. A esta crítica situación se le agrega la eliminación de la cuota de recuperación, sin que el Estado haya compensado la merma de dichos recursos.

La atención es pésima los fines de semana. El personal calificado y con experiencia tiene un horario muy limitado, cuando cumple. Durante las tardes, y especialmente los fines de semana, la atención es pésima. Esta restricción, lesiva al interés de los pacientes, establece una diferencia notable entre el servicio del sector público y de los centros privados.

Se agudizan las deficiencias del sector público. Además de la falta de presupuesto, muchas son el resultado de decisiones políticas y no gerenciales al  designar a los directores y jefes de servicios, relajando la disciplina, los horarios y el nivel de compromiso y desempeño. En cambio, se sacrifican y marginan a muchos profesionales calificados, dando paso a incondicionales improvisados, o irresponsables.

Presidente, la fiebre no está en la sábana. Si realmente el Gobierno quiere que “este tipo de situación jamás vuelva a ocurrir”, no sólo deben establecerse responsabilidades y sanciones, sino además, llegar al fondo del problema. Este es un momento ideal para elevar el gasto público en salud, e integrar y articular la red pública en una entidad autónoma e independiente. Y comenzar a despolitizar la gestión de los grandes hospitales del país.