El pasado viernes 29 se cumplieron 98 años de “la tragedia del Memphis”, como se le denominó aquí al hundimiento del acorazado militar Memphis y a la muerte de más de 40 de los marines de las fuerzas interventoras estadounidenses (1916-1924), en las aguas de la costa sureste del malecón, aproximadamente frente al Hotel Napolitano.
Partes de los restos del acorazado permanecieron visibles en esas aguas hasta unas 4 décadas atrás. Siendo adolescente me volví diestro en buceo y natación haciendo alardes alrededor de las planchas de acero que sobresalían de la superficie cual simbología de aquella tragedia.
Esa bestia metálica marina, que desplazaba 17 mil toneladas, valga decir que unos 34 millones de libras, se habría hundido “por un mar de leva”, según algunos, o por los azotes de un ciclón, según otros. Pero no, ni lo uno ni lo otro. Fue por los efectos de un tsunami generado por una falla marina a centenares de kilómetros de nuestras costas sureñas que pareciera sacudirse cada 70 años, según diversas referencias científicas, por cuanto tendría actualmente un retraso de 28 años. ¡Dios nos libre!
Otro acorazado y el USS Memphis (ACR-10), que era uno de los principales de la armada de los Estados Unidos, capitaneado por Edwar L. Beach, se habían alejado varios kilómetros de las costas desde que sus capitanes apreciaron al filo de las 3 de la tarde de aquel martes 29 que el mar se encabritaba como si anunciara la inminencia de una calamitosa tormenta o de un huracán poderoso. Pero no. Había acontecido, al filo de las 12 del mediodía, un sacudimiento sísmico en el lecho marino a cientos de kilómetros de nuestras costas sureñas de Santo Domingo, y provocado desplazamientos de olas in crescendo que se tornaban voluminosas y violentas.
El acorazado Memphis, a pesar de la lucha denodada de su capitán Beach y la tripulación, fue arrastrado desde más de un kilómetro mar adentro hacia la costa poco a poco por olas sucesivas cada vez más grandes y fuertes. Cuando varios centenares de los mil tripulantes habituales llevaban más de una hora por salvar el acorazado y sus vidas, entonces, al filo de las 5 de la tarde, una pavorosa ola sísmica de más de 100 pies de altura, más alta que el obelisco macho del malecón –que mide 30 metros-, valga decir que un tsunami, lo abatió cual si fuera una cajita de fósforo que se hubiera resistido al paso tormentoso de las aguas en un charco en medio de un aguacero diluviano dominicano.
Murieron 43 marines y 3 dominicanos y resultaron heridos 204 al sucumbir bajo los ataques de aquel poder devastador el acorazado Memphis, con una eslora de 505 pies, esto es, unos 170 metros, casi el largo de una cuadra típica de la parte baja de la ciudad, con un calado de 25 pies y que desplazaba 17 mil toneladas.
Ningún periódico dominicano de la época estuvo en capacidad de referirse antes a las probabilidades de que en cualquier momento se produjera este fenómeno sísmico marítimo recurrente, ni de informar posteriormente sobre sus orígenes en razón de que ignoraban sus causas y, por lo demás, ni tenían personal especializado ni contacto con ninguna fuente científica externa.
A pesar de que nuestro periodismo era ejercido por “hombres de letras”, como se decía para aquellos años, esto es, por individuos de nuestra élite intelectual, había una acusada y justificada ignorancia sobre los orígenes y las causas efectivas de ciertos fenómenos. Tanto así que en alguna de las noticias comentadas acerca de aquel maremoto descomunal se aludía a una tormenta o ciclón en alta mar como causa inmediata.
La versión callejera añeja, probablemente venida de las publicaciones escritas y de las opiniones de “expertos” en esquinas, parques y bares, sigue siendo que “un ciclón hundió al Menphis”, y puedo atestiguarlo porque era lo que nos decían a mí y a mis amigos en el malecón luego de vernos nadar en los alrededores de los restos del acorazado en las peligrosas aguas del malecón.
…Pero hay otra versión “ultra nacionalista” (?), mágico maravillosa: que fue un castigo de Dios a través de la naturaleza por los oprobios que le infligían a los dominicanos los marines interventores; y de ser cierta, vergüenza debería darle hoy a Dios porque esos marines no tuvieron tiempo para patearnos en razón de que el USS Memphis (ACR-10) había arribado a nuestras aguas sureñas el 23 de julio, estos es, un mes y 7 días antes.