La oportunidad que se abrió en República Dominicana de forjar una alternativa política opositora fuerte y desafiante ante la decisión del presidente Danilo Medina de buscar la reelección suya y de sus legisladores “contra viento y marea”, se acaba de perder por la torpeza de quienes debieron tener la responsabilidad de lograrla para ponerle calzón largo a la “democracia” surgida luego del trujillismo.

Este país necesita un sistema de partidos que se sustente en la democracia interna, en la participación de sus bases en el debate de las ideas y en las definiciones programáticas, pero lo que tenemos es –del uno al 26- estructuras al servicio de sus jefes y desconectados en los hechos de la situación, las luchas y las expectativas del pueblo que tiene que salir a correr para que no se lo lleve la crecida del río en un campo o de la cañada en un barrio cuando llega el primer temporal después de una sequía meteorológica de dos años.

¡Cuánta insensatez política! ¡Cuánta mezquindad!

Hay revelaciones dramáticas de la falta de sinceridad o simplemente de torpeza política de actores fundamentales del llamado “sector progresista” que con el propósito de ser candidato presidencial de “su partido”, ni siquiera se les ocurrió considerar enfrentarse a postulantes oficiales acabados en el plano legislativo o municipal como parte de una gran coalición popular que le decantara nítidamente del campo conservador.

El pecado original es de Leonel Fernández que seis años después del “Fraude colosal” atribuido a Balaguer contra Bosch en 1990, profusamente detallado en su libro “Raíces de un poder usurpado”, corrió raudo a pactar con el líder reformista para él (Leonel) detener a Peña Gómez y aquel (Balaguer) al candidato vicepresidencial del Acuerdo de Santo Domingo, Fernando Álvarez Bogaert.

Allí renació la fragancia de la franja conservadora dominicana que encontró en el PLD a un partido de bisoños (ya Bosch estaba incapacitado para pensar) y la oligarquía se fue encantada a saciar a estos “muchachos” arrancaos que llegaban al poder sin saber qué era eso, pero dispuesto a disfrutarlo y a acumular fortunas.

Aquello de “Servir al partido para servir al pueblo” era cosa de Bosch, no de estos jóvenes políticos “curtidos” en los libros de Alvin Toffler sobre el poder de la tecnología por sobre la infraestructura productiva y su clase obrera. Para nada les interesaron los primeros escritos de Toffler y sus vivencias como intelectual-obrero en Nueva York a mediados del siglo pasado.

Ahora tenemos que todos los que se les oponen al PLD y a la reelección, le sirven con su sectarismo y van a pagar un precio muy alto por su falta sensibilidad política y sus poses progresistas que no pasan de los testimonios.

Ahí van separados a representar en las elecciones sus posiciones conservadoras a nombre de lo progresista, dejando al pueblo dominicano huérfano de alternativas y sin esperanza de zafarse de la camisa de fuerza que le tienen puesta por unos políticos cuyo propósito supremo es el poder aunque se hunda el país y con él sus millones de víctimas.

No tengo derecho –ni me lo permiten ni me escucharían- a reclamar una unidad popular que se acaba de demostrar que eso es imposible arando con los bueyes de hoy, pero tampoco acepto el chantaje de que no votar por los “progresistas” favorece a la reelección. Lo cierto es lo contrario: el mayor soporte de la reelección es el PLD, pero inmediatamente después están quienes negaron la unidad opositora aunque conocen perfectamente que sus simpatías electorales por sí mismas no eran ni son un peligro para aquella.

Este país –incluido el PLD- necesitaba una oposición unida y fuerte para modificar un Congreso Nacional que no lee los proyectos y que aprueba, desde un préstamo hasta una reforma constitucional, en lo que canta un gallo. Pero esa no parece ser una tarea que puedan encaminar insensatos ni pigmeos políticos a quienes no les importa que les cuenten los votos y cuatro años después volver con la misma cantaleta.