La manera en que un ser humano se comporta es producto de la interacción de varios factores. Una acertada combinación de variables relacionadas con la genética por un lado y otras con las experiencias que se inician desde la concepción y durante todo el desarrollo. Esta especial y única combinación hace que seamos como somos.
Con mucha frecuencia recibo a padres y madres preocupados porque su hija o hijo es tímido. Según expresan se les dificulta saludar, rehúyen de las actividades sociales que implican mucha exposición, no son conversadores, ni expresivos afectivamente en público. No les gusta participar en actividades donde tengan que hablar en público o a mucha gente, las actividades escolares en las que ellos sean el centro de atención las evitan, entre otras.
Cuando exploro otras cualidades de estos chicos y chicas lo que suelo encontrar es un gran ser humano en una envoltura que no llama la atención o pasa desapercibido, incluso ante los ojos de los padres, para quienes suele ser muy importante que su hijo no sólo sea, sino que aparente ser.
Continúo con la exploración y sigo encontrando datos interesantes. Con mucha frecuencia este chico o chica se parece mucho a uno de sus progenitores y viene la expresión “Yo era así mismito cuando tenía su edad”, “No quiero que pase el trabajo que yo pase o sufra lo que yo he sufrido”.
¿Qué ha pasado en el camino? Que los padres, sin darse cuenta y con muy buena intensión han llevado mensajes de no aceptación de la personalidad de su hijo. Con cada insistencia en que salude o queja porque no lo hace, lo que le están diciendo es “Así como eres no te queremos, tienes que ser otra persona para que te aceptemos y te amemos”, “Si fueras como tu hermano serias una mejor persona”, “Con sólo ser parecido a tu amigo, merecerías nuestro amor”.
Sé que son palabras duras y que ningún padre o madre se las diría textualmente a su hijo, pero este es el mensaje que lleva su conducta y les llega así de claro. El efecto que suelen tener estos mensajes es que cada vez su hijo se retrae más y puede iniciarse un deterioro de su autoestima y de la idea que tiene de sí mismo que se construye desde los que los demás estimulan o rechazan acerca de ello mismos.
La timidez es sólo motivo de preocupación si aparece de repente luego de un evento. Es decir, si vemos un cambio en la manera de actuar a partir de un momento determinado. Si esto ocurre, podríamos comenzar a ocuparnos por investigar qué provoco este cambio, de otra manera no.
Comparto una serie de recomendaciones y reflexiones que suelo conversar con los padres cuando tienen este tipo de preocupación:
1- La timidez no es un problema sino una manera de ser.
2- Aceptar la timidez de su hijo es una gran demostración del amor que le tiene, ya que no tiene que ser de otra manera para que lo acepte.
3- Enfóquese en todos los otros aspectos positivos de su hijo y no pierda el tiempo hablando de la timidez. Ni lo mencione, esto tiene un efecto poderoso.
4- Propóngase cada día, estimular, valorar, resaltar una cualidad especial de su hijo, que estoy segura tiene muchas.
5- No se deje llevar de los códigos sociales de éxito que implican ser “atrevidos o audaces”, esto no necesariamente es cierto.
6- Con el paso del tiempo su hijo aprenderá las destrezas sociales que necesitará, de acuerdo a su personalidad y a su propio ritmo e historia, permita que esto ocurra.
7- De manera indirecta promueva actividades que impliquen exposición social gradual o intégrelo sin queja o reproche a actividades deportivas, artísticas o filantrópicas en las que el grupo o equipo es esencial.
8- Aceptar la timidez de su hijo es una manera de aceptarse a sí mismo, en el caso del progenitor tímido o al otro, en caso del que no lo es.
9- Si le perturba mucho, explore dentro de usted qué aspecto de su historia le activa la timidez de su hijo.
10- Por último, ame a su hijo incondicionalmente, hágale saber cuánto le ama y vea la persona completa que es, en todas sus dimensiones y potencialidades.
Twitter: @solangealvara2