Hoy he confirmado algo que leí, no recuerdo dónde, hace mucho tiempo:
"Jamás harás conocer a un bizco su propio estrabismo, si no le pones delante un espejo fiel que le retrate su torcida vista, porque el ojo de su cara que sirve para ver y conocer a los demás no puede, sin un milagro que equivalga a esta gracia que tú disfrutas, verse y conocerse a sí mismo."
Me marcaron estas palabras porque me hicieron consciente por primera vez de la funesta propensión que tenemos a juzgar lo que sucede en el corazón ajeno, por aquello que pasa en el propio. Fue maravilloso ver cómo otra persona caía por cuenta propia en esta misma realización. Un cambio necesario de ser imitado por otros.
Se trata de una persona asombradiza, que no había paseado nunca, para su fortuna o desgracia, fuera del contorno de la comodidad y el ocio. Una persona de buen corazón, pero con un orden equivocado de las cosas, y una confusión de ideas que la caracteriza no sólo a ella, sino a una gran parte de nuestra sociedad, que tiene diversos orígenes como lo pueden ser los métodos de estudios, las influencias que nos rodean, las expectativas propias y ajenas, la falta de curiosidad y profundidad.
En fin, se trata de una persona que usualmente se escandaliza por la rudeza y desnudez de la realidad, y que peligrosamente posee un puesto importante en los medios de comunicación. Digo peligrosamente, porque su "estrabismo", como he decidido considerarlo, la ha llevado a ampliar el criterio de la moralidad hasta hacer pasar por lícito muchas injusticias, y la hace creer erradamente que no conviene enseñar la verdad sin introducir algunas "prudentes" modificaciones. Se ayuda así, del mal para intentar hacer un bien, como la tierra se ayuda del estiércol para hacerse más fértil.
Pero tenía razón aquella frase… Se necesita de un espejo fiel, que retrate su torcida vista. Ese espejo se lo colocó delante la vida. Un espejo que la hizo conocedora de las miserias humanas, al menos de su existencia.
Resumiendo, mi amiga se observó en los ojos de otra persona. Observó a quien no quería ser. Y ocurrió lo mismo que ocurre en un lugar donde todo el mundo anda caminando con prisa, y alguien se detiene. Ese alguien se convierte en un punto fijo que contrasta y hace notar el atropellamiento de los otros, y el rumbo amenazante de su andar. Mi amiga se percató de que el mal suele desconocerse a sí mismo.
La noción del bien y del mal es subjetiva, por cierta que parezca.
Darse cuenta de esto es indispensable para acercarse a la objetividad, y la comprensión humana… El único lugar donde la multitud heterogénea pudiese confluir, la tierra de todos.