Galeno entró al pabellón de mando del ejército de Septimio Severo, gobernador, general de las legiones del Danubio y autoproclamado emperador de Roma. Corría el año 193 después de Cristo; la primavera de mayo irrumpía de colores toda la campiña ribereña, pero una gran crisis político-militar sacudía el imperio. Tres generales y un senador reclamaban el solio imperial. Circulaban todo tipo de infamias, injurias, conjuras, traiciones y asesinatos desde Siria hasta los confines de Inglaterra. Era la hora de tomar medidas extremas para asegurar la vida del real emperador romano. El médico imperial tenía una solución debajo de su túnica: la Theriaca. 

No he podido concluir “Yo Julia”, del maestro de la novela historiográfica, Santiago Posteguillo, sin referirme por escrito, a una de sus mejores enseñanzas estratégicas, la Theriaca. Novela que me fue obsequiada por el acucioso lector mexicano Gustavo Jiménez, devoto esposo de mi hija Teresa Peguero. Posteguillo nos entrega una obra de 698 páginas, con mapas de batallas y conflictos, que narra los avatares políticos y militares del emperador Septimio Severo y a su esposa, la augusta Julia Domna, nacida en Emesa, Antioquía en el siglo II de nuestra Era.     

Septimio Severo

La Theriaca fue un antídoto o sustancia farmacéutica compuesta de varios ingredientes que en ocasiones podía tener más de 70 brebajes de origen vegetal, mineral o animal, incluyendo opio y carne de víbora. Se utilizó como correctivo contra venenos, incluyendo los derivados de mordeduras de animales. Posteriormente se empleó también como medicamento contra numerosas enfermedades, incluso fue considerada “una panacea universal”. El veneno mezclado en bebidas y comidas; o las mordeduras de extraños animales y reptiles, era contrapuesto con una sustancia universal que lo curaba todo, la Theriaca.   

Para conseguir su máxima potencia preventiva esta sustancia tenía un requisito inapelable. Había que ingerir todas las noches, un pequeño sorbo para que el gusto se acostumbrara a su sabor amargo y el antídoto acrecentara su fuerza protectora. De acuerdo a experiencias de otros monarcas de oriente, el antídoto era muy efectivo. Incluso se conocía que Mitrídates VI, rey de Asia Menor (Turquía) que era un asiduo consumidor de la Theriaca, al ser derrotado por los romanos intentó suicidarse sin éxito, entonces tuvo que apelar a su guardia imperial para conseguir por la espada, sus fines mortales.

Hoy la sociedad moderna sigue en crisis, pero la Theriaca ha dejado de usarse como antídoto de la vida y el mérito de la ciudadanía noble, preclara y honesta. Continúan las infamias, injurias, conjuras, envenenamientos, traiciones y asesinatos informativos. El mal pensamiento se hace palabra descompuesta. Se obra en maledicencia y pesimismo, omitiéndose las virtudes humanas. Los nuevos sicarios del siglo XXI siguen ahí. Asedian, acechan, espían, intrigan y vigilan.

En especial hoy que el poder ha descendido de su augusto trono cualquierizándose en las alocadas manos de miles de protagonistas de las redes sociales, pero también en algunos sayones que dicen representar los medios de comunicación o pretenden ser objetivos analistas de opinión.

En este contexto somos del parecer que las enseñanzas terapéuticas, políticas y estratégicas de Claudio Galeno y su Theriaca, permanecen intactas como herramientas filosóficas de trabajo y gestión cotidiana. Galeno médico de los médicos, está vigente en la tercera década del siglo XXI. La sociedad dominicana se ha complejizado y la vida en las ciudades genera una amalgama de intereses revueltos de alta toxicidad, que pueden ser corregidos si consumimos cada día nuestra propia Theriaca de tolerancia.

Hoy, la famosa sustancia romana tiene vigencia no como fármaco, sino como reflexión cotidiana para asumir con inteligencia, el conjunto de arremetidas personales y contradicciones que acontecen en la vida diaria. Para apropiarse de forma asertiva de respuestas resilientes ante las agresiones. Para ser tolerantes ante la pasión por el espectáculo, el show de las contradicciones, el mentir y el “mal decir” al por mayor y detalle.

La Theriaca diaria se necesita para ser conscientes de potencialidades y limitaciones. Para asumir y enfrentar adversidades, para ocuparse de los desafíos y transformarlos en ventajas a favor del desarrollo de Santiago. La Theriaca para consolidar cada día, fortalezas, capacidades y habilidades, así como mejorar desperfectos. Para ser creativos, con alta capacidad de resiliencia en asumir el arte político de hacer bellos mosaicos de aquellos trozos injuriosos en que los sicarios de la información pretenden romper la honra ciudadana.

Para transformar experiencias desafiantes en resultados productivos para la colectividad que deseamos transformar. Para transitar en silencio y no asumir de forma personal, el desconcierto de vilezas, infamias e ignominias que se arrojan. Para saber dar la otra mejilla, entender y perdonar infames y extraer enseñanzas.

La Theriaca como antídoto para asumir los problemas como oportunidades. Para enfrentar estratégicamente los inconvenientes de Santiago. Para incorporar aliados y opositores sin desfallecer. Para asumir cualquier crisis con el sentido oriental que aprendimos en Asia, como coyunturas y oportunidades generadores de cambios. Para aprender, pero también hacer que otros desarrollen sus habilidades y crezcan con nosotros.

La Theriaca ingerida y reflexionada cada día para elevar nuestras capacidades como Santiago al ser más elásticos y saltar hacia arriba con capacidad volver a nuestras esencias. De eso se trata la planificación estratégica que estamos construyendo entre todas y todos: de Theriaca y antídoto preventivos para asumir cada día.