Hace tiempo que el manoseado estribillo de que somos "El Secreto Mejor Guardado del Caribe" sucumbió a las nuevas realidades.  En vez de ser "secreto" somos el mayor y más exitoso destino turístico de la región y ahora entonamos el cantico de que "lo tenemos todo".  Frente a esta nueva situación conviene también dejar atrás la errada creencia de que nuestro logro como destino turístico se debe solo a nuestros recursos naturales. Fueron otras las razones por las cuales nuestra ¨industria sin chimeneas¨ se encumbró al sitial en que está actualmente.

Es cierto que el clima, las playas y la gente amable son los atributos que reportan los turistas como los principales motivadores de su visita al país.  Los resultados de las encuestas que periódicamente todavía realiza el Banco Central atestiguan que esa era la respuesta hace 20 años y que sigue siendo la respuesta hoy día.  Pero esos atributos no explican las razones de que el flujo de visitantes extranjeros hacia el Caribe hubo de favorecer a nuestro país más que a ningún otro destino. Todos los destinos regionales ofrecen un producto turístico homogéneo con la única excepción de lo relativo a la gente amable.      

Resulta harto evidente que el clima y su estacionalidad es el mismo para todas las islas de la región.  Podría ser que una isla pueda tener una más variada oferta de microclimas –como es el caso de Dominica—pero las temperaturas tropicales son la miel que atrae a los turistas del norte que desean escapar los rigores de su invierno.  En el Pico Duarte de la RD se produce escarcha –y muy ocasionalmente nieve—durante los días más fríos del invierno. Pero eso es desconocido tanto para la mayoría de los nacionales como para los extranjeros.

Respecto a las playas sucede algo similar. Todos los destinos insulares de la región ofrecen buenas y atractivas playas.  Más aun, los países de tierra firme en la cuenca del Caribe también están dotados de una oferta considerable de playas.  Pretender que las nuestras son mejores o más espectaculares es mostrar un supino desconocimiento.  Nosotros tenemos 432 kms de playa, pero Haití tiene 900 y Cuba mucho más de mil (además de más de mil islas).  Los atributos de nuestras mejores playas también se encuentran en esos y otros países del Caribe.  De hecho los World Travel Awards han escogido a Grace Bay, una playa de 12 kms de largo en Providenciales (Islas Turcas), como la mejor del mundo durante los últimos 5 anos.

En lo atinente a la amabilidad del nativo si se registra una diferencia notable entre los destinos insulares. Por lo general, el Caribe hispánico tiene, según diversos reportes, gente más amable y hospitalaria, reflejando así su calidez latina.  La gente en lugares tales como Bahamas, Jamaica y algunas otras islas británicas o francesas no lo son tanto.  Por experiencia propia diríamos que Bahamas figura con la población más apática hacia los turistas, tal vez por la abrumadora afluencia de estos durante décadas ante una población que no sobrepasa los 300,000 habitantes.

Por otro lado, resulta paradójico que, estando el país todavía entre los destinos más baratos, el factor precio figura como el cuarto imán más poderoso para atraer las visitas de los extranjeros. (Aunque el grafico muestra que ya no somos el destino más barato del Caribe, otras fuentes muestran que conservamos nuestra competitividad de precios: https://www.priceoftravel.com/2696/cheapest-caribbean-islands-and-destinations-for-all-inclusive-resorts/).  Y es paradójico porque quien escribe postula que la explicación del éxito turístico de nuestro país reside principalmente en los precios.  En la década de los ochenta, cuando comenzábamos a ser atractivos para la inversión extranjera en turismo, nuestra economía tenía una estructura de costos que se comparaba muy favorablemente con el resto del Caribe insular.  Eso nos permitió ofrecer mejores precios.

Deberá recordarse que para entonces no éramos ni por asomo el más importante destino turístico de la región.  Hasta Haití recibía entonces más turistas extranjeros que nosotros. Los destinos más exitosos y que ya tenían una industria turística bien establecida eran Jamaica, Puerto Rico, las Bahamas y algunas de las pequeñas islas que habían sido colonias inglesas (Barbados, Antigua, Mustique, St. Barts, etc.). Al día de hoy la ventaja comparativa que nos otorga la estructura de precios de nuestra economía se compara favorablemente con el Caribe inglés, el francés y el holandés. Al despuntar la década de los noventa comenzamos a ser conocidos como el destino más barato del Caribe.

Pero sería injusto atribuirle a los bajos precios todo el mérito del éxito.  El surgimiento del todo incluido, originalmente concebido en Jamaica, aunque algunos atribuyen su origen al Club Med, fue el otro gran factor que nos catapultó a la fama en el mercado turístico internacional. Ese modelo de negocio tomó al mercado por los cuernos y probó ser inmensamente popular.  Unido al hecho de que éramos una nueva oferta en el Caribe hispánico, el todo incluido era el modelo de negocio perfecto para un mercado europeo, por ejemplo, donde comenzaban a masificarse las excursiones al Caribe, con los turistas alemanes a la cabeza.

Desde luego la más decisiva inversión extranjera que primero plantó sus garras bienhechoras en el suelo patrio fue la española.  (La francesa del Club Med y la estadounidense de Casa de Campo y el Hotel Santo Domingo nunca hicieron metástasis a pesar de que precedieron a los españoles.)  Deberá recordarse que la inversión extranjera rehuía del país; en Puerto Plata fue necesario que el Banco Central construyera el primer hotel en Playa Dorada para que finalmente se destapara una corriente de inversión, aunque la misma fue allí inicialmente nacional. Los españoles, encabezados por los hermanos Barceló, olieron el guiso y les gustó.  Es bien conocido que ellos consiguieron amortizar la inversión total del Barceló Dominican Beach Resort en tres años.

Tienta afirmar que el ingrediente de los incentivos fiscales ofertados al sector turístico jugó el papel determinante del despegue y de su continuado crecimiento.  Pero hay un estudio de la OEA del 1990 sobre esos incentivos en el escenario caribeño que concluyó categóricamente que los incentivos fiscales no son determinantes de la inversión, y mucho menos de la extranjera (https://acento.com.do/2017/opinion/8460224-esquizofrenia-del-sector-turistico/).  Los inversores del primer mundo están acostumbrados a pagar impuestos y hay muchos otros factores a tomar en cuenta –tales como el riesgo país, la seguridad jurídica y la posibilidad de repatriar utilidades—que son mucho más importantes en la determinación de su decisión de invertir.

En la actualidad continuamos teniendo un notable éxito en materia de captación de inversiones turísticas.  A pesar de que otros países del área –Costa Rica, Panamá, Honduras, Colombia—están atrayendo a los españoles y Cancún y Riviera Maya siguen creciendo, los anuncios locales de nuevos proyectos hoteleros de propiedad extranjera son constantes.  (Actualmente, por ejemplo, en Cap Cana se están construyendo 4 hoteles de lujo, incluyendo dos Hyatt.) Ha habido también recientemente una racha de remodelaciones impulsadas por las crecientes exigencias del mercado (y, en segundo plano, los incentivos de la Ley No. 195-13).  Si los chinos continentales abren las compuertas de la inversión en el país como han prometido se podría materializar un chorro de nuevas inversiones hoteleras y de otra índole turística.

El hecho de que más del 90% de las habitaciones hoteleras de estándar internacional sea de propiedad extranjera conviene mucho al país.  Eso implica que, si bien los extranjeros asumen el fardo de los riesgos de inversión en nuestra industria turística, también son el factor principal de éxito porque se emplean a fondo para hacer rentables sus inversiones –y las cadenas internacionales tienen capacidades de mercadeo muy superiores a la de los inversionistas dominicanos en el mercado turístico internacional.  En años recientes, sin embargo, el riesgo del país se ha visto aumentado por los crecientes prestamos de la banca nacional a los nuevos proyectos de los inversores extranjeros.

Cuba, por supuesto, es un factor a tomar en cuenta, aunque su ritmo de crecimiento se ralentizará por las nuevas medidas restrictivas que ha tomado el Presidente Trump para hacer más difícil el flujo de estadounidenses a la isla.  También deberá ponderarse el continuado auge del Caribe mexicano, incluyendo a Riviera Maya, Playa del Carmen y Campeche.  Esos destinos están también experimentando un gran crecimiento de las inversiones.  Pero esos competidores tienen sus bemoles y, comparativamente, no pueden ofrecer algunas de las ventajas comparativas que tenemos nosotros (p. ej. precios). 

El factor de éxito más importante, a nuestro juicio, no es el continuado crecimiento del flujo turístico, ahora aderezado con una importante incursión de los cruceros de Maimón y de Cap Cana. Las tasas de crecimiento de los visitantes extranjeros de vía aérea, por el contrario, tenderán a bajar en los próximos años a medida que se expande la base estadística.  (Un 5% de un millón no significa el mismo número de turistas adicionales que de 6 millones.)  Para quien escribe lo más importante es la inversión.  Si seguimos el ritmo de captación de inversión extranjera que llevamos mantendremos nuestro liderazgo regional y, de abrirse el turismo entre Haití y nosotros, podríamos llegar a ser el destino más codiciado de América Latina.  Y eso no será por nuestros recursos naturales sino por aquellos atributos que nos hacen destellar (precio, todo incluido, inversión extranjera).