Reconozco que muchos amigos y colegas tienen muy mala opinión sobre lo que viene de Argentina a nuestro país para hablar sobre temas vinculados a la Iglesia. Es falsa esa perspectiva porque lo que vino ni es de la Iglesia, ni tiene las calidades mínimas para hablar de temas teológicos o morales. Muchos bautizados en nuestro país le prestan poca atención a la rica y sólida tradición de la teología latinoamericana y ni leen los textos producidos por Francisco. Debemos entre todos hacer un esfuerzo por conectar la Iglesia dominicana con la vitalidad teológica de la Iglesia Latinoamericana y del resto del mundo. Aprovecho para hurgar en el tema gracias a un libro publicado por Massimo Borghesi, que comentó con gran lucidez el Dr. Fernando Ferrán aquí en Acento.com, donde se pone sobre el tapete el pensamiento, en su sentido más amplio, del papa Francisco. Una de sus claves es la llamada Teología del Pueblo.

Recientemente el Papa Francisco nombró a la teóloga argentina Emilce Cuda como Jefa de Oficina de la Comisión Pontificia para América Latina. Sí, una mujer, altamente formada en teología y muy respetada por obispos, clero y laicos, salvo por los misóginos montanos. Cuda es profesora de Teología de la Universidad Pontificia Católica Argentina y de la St. Thomas University de Estados Unidos. Ella es doctora en Teología por la Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires (UCA). Cursó la carrera de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Es profesora-investigadora en el área de Teología Política en la UCA, en la UBA, y en la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ). Profesora invitada de Boston College University, Northwestern University y de Paul University en los Estados Unidos de Norteamérica. Es miembro del equipo profesional consultor del CELAM para el área de política y trabajo; y del equipo de especialistas internacionales del Programa de la Organización Internacional del Trabajo (OIT): El futuro del Trabajo. Todos estos datos tomados de la prensa vaticana.

Cuda, educada en un espacio social y eclesial de libertad, de alto nivel académico, sin amenazas de censura o exclusión, mucho menos excomunión a la usanza pre-Vaticano II, afirma que: “El papa Francisco se mueve permanentemente entre lo teológico y lo político y ha logrado que, en un mundo secularizado, la teología vuelva a ser central en los medios de comunicación. Habla al pueblo en el lenguaje del pueblo, se radicaliza en la pobreza y desde allí se posiciona como un referente del debate político. Pero ¿es Francisco un teólogo de la liberación? ¿Qué significa esa teología del pobre? (Cuda) analiza la Teología del Pueblo como modalidad nacional y popular de la Teología de la Liberación, para distinguir luego entre dos categorías aparentemente opuestas dentro de la teología del obispo de Roma: la de pueblo como pobre y la de pueblo como unidad”. (Nueva Sociedad, no. 248). Incluso si uno no está de acuerdo con varias de sus afirmaciones, que deberían ser rebatidas por evidencias y argumentos sólidos y pausados, no con trucos de erística vomitados grotescamente, es maravilloso ver a una teóloga y politóloga argentina aportando a la creación de conocimiento en el seno eclesial y secular. Falta nos hace localmente una pléyade de laicos, hombres y mujeres, y sacerdotes, bien formados en teología, debatiendo todos los temas relevantes, para liberar a una parte de la Iglesia de influencias fascistoides de cenáculos políticos.

La Teología del Pueblo es una variante de la Teología de la Liberación, con la que comparte gran parte de sus análisis y consecuencias, pero a la vez establece diferencias muy precisas y relevantes. Tal como se titula la Teología del Pueblo esta opta por identificar en la noción de pueblo el centro de su atención en lugar del concepto de clase social que algunas -no todas- de las corrientes de la Teología de la Liberación utiliza como referencia para concretizar la opción preferencial por los pobres. Esa dificultad teórica aparece en muchos autores, no necesariamente teólogos, en América Latina, basta recordar como Juan Bosch en sus textos a partir de su experiencia en Benidorm toma distancia del concepto de proletariado utilizado en la interpretación de la historia dominicana, a la manera como lo empleó Juan Isidro Jimenes Grullón, y se vale del concepto de pequeña burguesía y sus diversas capas, para explicar la evolución de la sociedad dominicana en sus últimos dos siglos.

El concepto de pueblo tiene la ventaja de recoger la diversidad de grupos sociales que padecen diversas formas de explotación por parte de los sectores dominantes -las oligarquías, la burguesía y el imperialismo. Hay la suposición de que en torno a la noción de pueblo se reconoce una cierta fraternidad que nace de experiencias históricas y culturales comunes, con vocación de permanencia en el tiempo. Frente al pueblo se oponen lo que podríamos llamar los grupos anti-pueblo, que esquilman a la inmensa mayoría y destruyen la posibilidad de que el pueblo se desarrolle y alcance mayores grados de dignidad, prosperidad y libertad.

Juan Carlos Scannone, teólogo jesuita argentino y que en los últimos años de su vida fue asesor de Francisco, es uno de los nombres de referencia de la Teología de la Liberación y de la Teología del Pueblo. Scannone desbroza parte del tema identificando el concepto de pueblo. “La categoría «pueblo» es ambigua, no por pobreza sino por riqueza. Pues, por un lado, puede designar el pueblo-nación –como en las expresiones: pueblo argentino, pueblo coreano– y, por otro lado, las clases y sectores sociales populares.” (Razón y Fe, 2014, t. 271, nº 1395). Este esfuerzo por reflexionar a partir de esa categoría es muy propio de la iglesia argentina e indudablemente influye en el pensamiento de Francisco.

Scannone enfatiza que la Teología de la Liberación y en su seno la Teología del Pueblo, nunca fueron condenadas por el magisterio. “Las dos Instrucciones de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 1984 y 1986 ayudaron a prevenir posiciones extremas. Por su parte, Juan Pablo II, en su mensaje del 9 de abril de 1986 a los obispos del Brasil, dio reconocimiento eclesial a la TL no sólo como «oportuna, sino [como] útil y necesaria», y como «una etapa nueva» en la reflexión teológico-social de la Iglesia, con tal que esté en continuidad con ésta”. (Razón y Fe, 2014, t. 271, nº 1395). El temor que muchos amigos laicos y sacerdotes dominicanos tienen sobre la Teología de la Liberación obedece a una cultura oral que promueve el miedo, una suerte de acoso, y no a un esfuerzo por estudiar disciplinadamente estos temas. Tenemos mucha tarea por delante.