Al estar cerradas las salas de cine, los negocios de alquiler de películas y videos y la prensa escrita reducida al formato de un pasquín y en ocasiones no aparecía en las calles de la ciudad, la televisión se convirtió en la principal fuente de informaciones y esparcimiento del cual dispuso el pueblo dominicano durante el prolongado encerramiento recomendado como punto de choque contra el Coronavirus.
La explosiva amalgama integrada por la impaciente angustia de la población por enterarse de las medidas preventivas elementales para enfrentar la pandemia; el conocimiento de las disposiciones económicas gubernamentales para compensar el receso laboral y el desaguisado político debido al período comicial en que nos encontrábamos, convirtieron la TV en la tribuna pública por excelencia donde el interés partidista daba rienda suelta a la su particular conveniencia.
Los programas de noticias, en solitario o paneles; los comentarios de la mayoría de los supuestos analistas de la realidad nacional; los informativos de los “expertos” en cuestiones sanitarias; los presuntos donativos de quienes sólo perseguían publicidad personal o enfriamiento social, o si no, la directa participación de políticos promoviendo la manera más efectiva para contener la plaga, hicieron de los canales televisivos un vertedero peor que el de Duquesa y Haina juntos.
Contrariamente al pretendido carácter solidario y altruista de los dominicanos, que siempre son mendazmente alentados por los políticos en tiempos electorales, un amigo dominicano que hace años marchó al extranjero me decía que la dominicanidad es una fatalidad que debemos asumir con paciencia, y que lo más recomendable es que se le vea como disociadora opuesta , a cualquier género de convivencia social.
Para ilustrarme me decía lo siguiente: Mira Pedro, los mismos independentistas, de inmediato o algunos años después, solicitaron la anexión del país a Francia, España y los USA. Idolatraron y adoraron a Trujillo a sabiendas de la iniquidad y crueldad de su régimen; en 1965 iniciaron una revolución que terminó en empate, o sea sin vencidos ni vencedores, y para colmo apoyó varias veces las aspiraciones presidenciales de un candidato ciego a terror y lo lograba.
Recordé todo esto cuando en el pasado mes de abril el país ocupó por segunda vez la presidencia del Consejo de Seguridad de la ONU, no resultando extraño y chocante que miembros del Episcopado se subieran en un helicóptero con el Santísimo Sacramento para con su bendición Dios ponga fin a la calamidad que padecemos. Tampoco parece una extravagancia que alguien con el exótico nombre de Mildonio Adames (El Peregrino) se interne en el mar con una cruz tratando también de conjurar el mismo infortunio.
Dizque con la bastarda finalidad de mantener informada a la ciudadanía no comparto el indigno empeño de los canales locales de TV por presentar imágenes donde jóvenes armados de palos y muy malas intenciones impedían ( San José de las Matas, Dajabón, Ocoa) la entrada de visitantes. También su afán desmedido de proclamar que el humo de los vertederos en llamas propagará la Malaria, Leptospirosis y el Dengue, amenazas que atizan aún más la intranquilidad del pueblo.
Con sus mensajes en apariencia cautelares y destinados supuestamente al beneficio sanitario de nuestros compatriotas, no pocos voceros de la TV de han transformado en terroristas de la negatividad pero presentándose como personas críticas, entendidas en Epidemiología y en patologías vírales, haciendo público un macabro registro de muertos y contagiados que desasosiega a quienes han optado por el Quédate en casa.
Cuando no están en el tejemaneje del COVID-19, se sentregan nuestros canales a enseñarnos que María Cristina Camilo estuvo durante 68 años consecutivos cantando la lotería; que la ex y actual de un artista se despellejan por las redes; que la ingestión de clerén ha cobrado más de un centenar de victimas en todo el país o que los mercaderes del Hospedaje de Santiago y del Mercado Nuevo de la capital, no acatan las disposiciones sanitarias. Noticias muy edificantes a su parecer.
Por todo esto y porque en la TV local los programas no son en realidad confrontaciones de ideas sino una oportunidad para intentar lucirse verbalmente, dónde decir frases que tratan de ser ingeniosas, originales, pero desprovistas de significado, he optado por exiliarme de la misma y así no contribuir en consecuencia al alarmismo que por su culpa se va extendiendo como un letal flagelo en el ánimo de la población.
Como contrapartida, y aprovechando la diversidad que ofrece desde hace unos años la televisión satelital, he recurrido a los distintos canales internacionales que nos brinda ASTER cuyas programaciones, aunque a causa de la pandemia también no dejan de insistir sobre el tema, sus coordinadores conforman espacios culturales, científicos, testimoniales, históricos, literarios y demás, cuya profesionalización sí cooperan tanto al esparcimiento como a la formación educativa de la teleaudiencia.
La continuación de este trabajo consistirá en un sumario, síntesis de los interesantes programas que con complacencia disfruté en el transcurso de mi confinamiento doméstico y que aun hoy 1ero de mayo proseguiré al extenderse mi particular arresto hogareño hasta el próximo día 17, ignorando si en esta fecha se levantarían las restricciones o si por el contrario permaneceremos recluidos por más tiempo.