Estamos ya en el 2020. ¡Feliz nuevo año! Es el momento de pasar revista y evaluar todo lo acontecido en el año que termina. Se contabiliza todo. Leí algo sobre la educación, un titular en un periódico de circulación nacional que en “la educación ha habido más tecnología, pero menos calidad que hace veinte años” y es una lástima, porque no es la tecnología que nos aporta los conocimientos, es un recurso, una herramienta y la mayoría de los maestros no saben hacer uso de este medio.
Hace muchos años, Sor Balbina Vallejo, una Hermana Franciscana, pianista y amante del arte me comentaba que los libros iban a desaparecer, yo le dije que nunca eso ocurriría, algo increíble para mí, aunque conozco tres personas que salen a pescar libros todavía, el Dr. Odalís Pérez, que sale junto a mi hijo Luis Augusto a comprar y aprovechar lo último, lo moderno, lo antiguo, lo raro, lo interesante y a mi sobrino Omar que no deja pasar oportunidad de comprar libros en cualquier parte en que se encuentre.
A mis nietos los regalos que le hacemos son libros y enciclopedias que les aportan conocimientos de acuerdo a la edad, que despiertan su interés. Hemos dosificado el uso de celulares y computadoras, porque creo y estoy convencida que el uso de los mismos nada les aportan. Si usted vigila a sus hijos o nietos lo que están mirando comprobará que están jugando y otras cosas más, no tan sanas.
Estos recursos son muy buenos para aplacar a los niños, es una especie de droga, los mantiene alelados. No son capaces de compartir, de conversar y si uno algo les pregunta, la inquietud es tan grande que ni escuchan, ni mucho menos son capaces de prestar atención y lo que contestan son disparates.
En días pasados mi hermana me comentaba sobre un niño cercano especial, me decía que es un genio, capaz de conversar sobre todo, que ella le preguntó que quería ser cuando fuera grande a lo que contestó que quería estudiar “ingeniería genética”, usted dirá que qué puede saber un niño de seis o siete años sobre esto, pero él está muy claro de lo que quiere y para qué lo quiere. Cuando le conté esto a mi hijo menor que lo conoce, me dijo, mami ese niño es algo especial. Y le preguntó a su primo Omar que es un gran estudioso, investigador y profesor universitario, que qué hacía ese niño cuando él se ponía a estudiar en la mesa y que estaba en absoluto silencio, le dijo que buscaba un libro y pasaba horas con él, leyendo, respetando su silencio. Para este niño no hay tableta, celulares ni computadoras.
Esto nos da esperanza de que la tecnología barata no carcomerá el cerebro de todos los niños que cada día saben menos, conversan menos, comparten menos y hablan más disparates. Las computadoras son buenas, pero como recurso educativo, con vigilancia y como medio de consulta.
Maestros, pónganse al día, para que los estudiantes no se les vayan adelante. Padres, abran los ojos, que ven a los hijos tan entretenidos que ni saben lo que están haciendo y ni escribir saben y cada día tienen menos capacidad de razonar.