¡Ay de quien ose criticar la explosión tecnológica de hoy!
Lo tildarían de atrasado, gallo loco y conspirador contra el desarrollo. Casi le escupirían la cara.
Quienes así piensan asumen desarrollo como la posesión del último modelo de celular, la Tablet del año, la televisión Led que no quepa en la casa… Y sueñan con la creación de algún instrumento que les evite el trabajo de masticar alimentos con las mandíbulas. Son los mismos que piensan el bienestar general a partir del bultodel Producto Interno Bruto concentrado en dos o tres manos. O sea: la riqueza nacional concentrada en unos cuantos bolsillos mientras el resto se vuelve indigente.
Vivimos de engaño en engaño.Y no es que la tecnología sea mala. Solo que asumida como vulgar negocio, animador de cursilería, nos lleva a un abismo peor que el fiscal. Nos deshumaniza.
El buen sacerdote, eterno coordinador general de la Pastoral Juvenil, Luis Rosario, ha sentenciado:
“Tenemos de todo, menos la tecnología del amor”.
Cierto. Una expresión que todo el mundo debería somatizar al comenzar desde este comienzo de 2013. Cuando falta amor, falta todo. De nada sirve ser millonario si es para agigantar vacíos existenciales; si la solidaridad perece y las vidas de los demás valen 20,000 pesos dominicanos cada una. Veo muchas personas ataviadas de tecnología, ufanándose de sus dispositivos; pero a leguas denotan su tristeza y su poco deseos de vivir y de ver vivir a los demás.
La tecnología hoy, igual que la de ayer, es buena siempre que se use para el bien particular y social. Desde sus primeros días, los hombres y las mujeres crearon sus tecnologías para resolver o facilitar sus necesidades; no, quizá, para envanecerse y achicar a los demás.
SICÓLOGOS APURADOS
Sin quererlo, afanosos profesionales de la conducta cometen un costoso error cuando teorizan en los medios de comunicación acerca de la violencia familiar en la sociedad dominicana.
Dicen, en general, que los signos de la violencia en la pareja comienzan temprano y pasan inadvertidos porque son vistos como algo bueno. Según su perspectiva, hay que cortar temprano cuando un hombre pide a su pareja que no se junte con una amiga, amigo o familiar porque “no le conviene”, igual cuando le recomienda no vestirse con alguna indumentaria ni calzarse algún zapato ni cortarse el pelo…
Confieso que no sé cómo un sicólogo clínico aventura el “consejo”de romper relaciones una vez detecten tales “señalesdeviolencia” en el hombre. Es como si hubiera una ley general en la cultura dominicana que mandara a ello. Los sociólogos tal vez me lo expliquen.
Creo, entretanto, que estamos ante un ejemplo de lo que no debe hacerse en los medios de comunicación, si pretendemos reducir violencia familiar y social. El discurso ofertado no solo está preñado de polisemia, algo de por sí muy grave; sino que aúpa la división y la guerra, sin justificación científica valedera y cuando se aspira a desaprender para reaprender a construir una cultura de unidad y paz.
¿Quién rayos ha demostrado que es ley general cuando el hombre dominicano le pide a su compañera que no use una falda corta o que no se corte el pelo, lo hace para dominarla y no porque él quiere verla bien en tanto la ama? ¿Qué pasa, entonces, cuando la mujer le compra una camisa a su esposo o, sencillamente, le advierte que tal ropa le queda mal, o que no le conviene la juntilla con determinados amigos y amigas?
Los sicólogos están de moda y tienen credibilidad en la población. Así que sus discursos son recibidos como palabra de Dios por un segmento de los públicos no adiestrado en el pensamiento lógico y el análisis crítico de mensajes mediáticos. Me preocupa el impacto negativo que tendrían sus “sanos consejos” en la confianza ya debilitada entre las parejas.
Si lo consideran, reorienten eso; afinen sus discursos. No es lo mismo la consulta a un paciente entre cuatro paredes bien climatizadas, que hablar de ciencia a través de la televisión, la radio, los periódicos y las redes sociales. Fácil que puede salir “más cara la sal que el chivo”.
COLMO DE LA BARRY
El ministro de Industria y Comercio, José Del Castillo, ha informado hace unos días que el Gobierno realiza los estudios con el propósito de explotar una mina de oro y otros metales detectada en la provincia sureña San Juan de la Maguana.
Sonó bonito eso en la víspera de 2013. Como la decisión ya está tomada, que lo piensen y lo hagan bien. Aunque si es por los antecedentes de la explotación minera en este país, sería mejor que dejaran tranquilas las entrañas de esas tierras del “granero del sur”.
Provincias mineras como Pedernales, Monseñor Nouel y Sánchez Ramírez hoy son más pobres. Sus riquezas se las llevaron otros; solo les dejaron como recompensa grandes cráteres que, al verlos, hacen llorar de impotencia.
En la Barry Gold tenemos aquí un ejemplo vivo. Se ha zarandeado que tiene un contrato lesivo a los intereses nacionales para explotar los yacimientos de oro en Sánchez Ramírez, en el nordeste del país. Expertos estiman que durante 25 años de explotación, la empresa canadiense se ganará 32 mil millones de dólares y el Estado solo 9,000 (menos de 400 por año). De nada vale explotar nuestros minerales en esas condiciones.
Ese contrato jamás debió aprobarse bajo esas condiciones humillantes para el país. Apuesto a su revisión, si no es posible la anulación. Aunque dice el pueblo que “después del palo dao, ni Dios lo quita”. Se acostumbra por estos lares a amarrar bien los contratos para, cuando vengan los gritos, sus artífices hacerse los padres de la patria simulando que conceden razones al desprenderse cuotas de dinero ya contempladas para tales fines en sus plan de contrainsurgencia.