No existe en nuestro lenguaje académico, ni de pueblo,  ni de otro tipo de dialecto el adjetivo  que pueda expresar en grado superlativo la grandeza y la valía que muestra el gobierno –en su campaña publicitaria- sobre algunos ejes específicos…  interesados en mostrar que en el país ¨todo está bien¨.

Sin embargo, lo ocurrido el viernes pasado con la irrisoria rebaja en la tarifa de los hidrocarburos contradice todo el enunciado anteriormente expuesto en materia de comunicación de estado que dice: ¨La República Dominica crece y se democratiza¨.  El crecimiento se entiende, por ejemplo: Hidrocefalia. La hidrocefalia es un crecimiento desproporcionado de la cabeza; y se  define como: ‘la acumulación de una cantidad excesiva de líquido cefalorraquídeo en el cerebro’.  En cambio por otro lado, hablar que la República Dominicana se democratiza, ¡es una ironía!

Entonces, ¿De qué manera puede democratizarse lo que está encerrado?     De ninguna manera, y mucho menos en la condición en que se  encuentran los hidrocarburos, bajo la inconsistencia de una ley injusta y mal aplicada como es el caso de la Ley No. 112-00 (Ley del Impuesto al Consumo de Combustibles).

Esto es decir ¿qué la democracia crece? No, la democracia no crece de un solo lado, y menos solo la cabeza.  Para ilustrar, el Banco Central anuncia un crecimiento de la economía de más de un 5%, y por otro lado más del 60% de dominicanos se empobrecen y el 20% están endeudados.   ¿Esto es democracia? Claro que no. Tampoco es democracia cuando a la misma democracia (activistas) se le imposibilita el derecho a réplica.

En esta semana pensábamos que saldríamos de los fuertes vientos de la inhóspita subida de los precios de la gasolina y no fue así.  La oficina de prensa del Ministerio de Industria, Comercio y MIPYMES (MICM), hizo el anuncio de la fabulosa rebaja en los precios de los combustibles. Por qué sucedió lo peor, lo publicaron como si fuera una noticia rimbombante, propia de esta admiración según el prestigio que dice tener el gobierno por su ¨buen desempeño en la administración pública”, y el anuncio fue de la extraordinaria rebaja de la suma de 20 cheles.   ¡Esto es humillante!

Hasta aquí ha llegado el estado de la excusa.  Siempre se ha querido tapar con un solo dedo todos los rayos del sol, al disfrazar maliciosamente los aumentos de los combustibles detrás de la ley.  Dicha ley impone el aumento o la rebaja  del importe según la cotizacion del barril de petróleo en los mercados internacionales.

(lo que no me queda claro es: ¿Por qué cuando se trata de bajar la tarifa, baja una migaja casi siempre?).   Este caso, supone una rebaja calificada; es decir: los precios de la gasolina premium ronda $175.00 por galón.

A pesar de ello, soy muy optimista de mantener ese espíritu pacífico.  Por lo que creo que el Presidente no ha resuelto la problemática porque no está enterado de todo lo que está ocurriendo con los hidrocarburos, principalmente en el país.

Si me permite sugerirle Sr Presidente; le diría: reléase el libro profético de Eduardo Galeano: ¨Las venas abiertas de América Latina”.  «Ahí encontrarás entre otras cosas, la respuesta a la siguiente pregunta: ¿Cuáles intereses particulares –de gasolineras- tiene la fuerza necesaria para obligar al Presidente de un país a obedecer a sus pretensiones con el oro negro?.

Me parece que el Presidente inmediatamente esté informado y haga sus ejercicios correspondientes de elasticidad de los precios, resolvería la situación.   

Él dijo ¨que actuaría hasta por rumor público¨.  Ahora, solo debe hacer la tarea pendiente: “revisar la ley 112-00, y luego, bajar la tarifa de los combustibles.

Haciendo esto «Dios y el cielo permitirian» que las características esenciales con la que el gobierno impulsa el programa socioeconómico en los medios de comunicación con un nivel máximo de excelencia, pueden darse también en los adverbios: ayer, hoy y mañana  en la mente de cada ciudadano que pudiera recordar una eficiente gestión del Presidente ‘elegido con más de un 60% del voto directo de la población’ y sin dudas, le dirán en las calles: ¡Danilo, gracias!