A finales de 1999, la Asamblea General de las Naciones Unidas designó la fecha 25 de noviembre como día de Eliminación de la violencia contra la mujer. Sin embargo, cualquiera que está al tanto del acontecer actual sabe que nos queda mucho por hacer, puesto que, amen de los actos evidentes de agresión contra las mujeres, se encuentran por igual las múltiples y frecuentes formas de violencia sutil que respaldan indirectamente los maltratos hacia nuestro género. Para confrontar esto en nuestro país, se necesita invitar a reflexionar sobre aquellas situaciones sobre vulneración de derechos que llevaron aroma a mujer.
Lo primero a denunciar es que socialmente ciertas costumbres nos agravian. Éstas son difíciles de cambiar porque conllevan a la tarea de cuestionarnos. de si el dominicano promedio considera la brecha de género un problema. La percepción en República Dominicana en materia de Derechos de la Mujer es relativista, porque si para algunos es algo que marcha de manera estupenda, al alegar que la ley nos brinda la protección y reivindicación de prerrogativas antes negadas, otros todavía no poseen siquiera la comprensión correcta del término “feminista” y las ideas que promueve el movimiento.
Nos encontraremos frente a la tarea de reconocer la violencia machista sutil como un mal colectivo que implica la aceptación de una actitud de pasividad e indiferencia, misma que nos ha hecho pensar que la distinción de trato es normal si se trata de ser hombre o mujer. Nos costará asumir que nuestros padres nos traspasan las mismas conductas adquiridas en su crianza, como también admitir que no es un problema de patrones de masculinidad porque, si tomamos en consideración los resultados del censo dominicano, casi el 50% de los hogares dominicanos son monoparentales-matrifocales, por lo que se responsabiliza tanto a padres jefes de hogar como a madres dominicanas jefas de hogar de ser promotoras de los arquetipos discriminadores contra las mismas mujeres.
Ejemplos hay de sobra de casos de violencia sutil, desde la perspectiva costumbrista y sistémica, uno de ellos fue la encuesta ENHOGAR MICS de 2014, la cual arrojó que de un 37% de las mujeres encuestadas, no más de 24 años de edad, afirmaron haber estado casadas antes de los 18 años, mientras que otro 12% respondió haberlo estado antes de los 15. Estos datos sitúan a la República Dominicana como uno de los países con las tasas más altas de matrimonio infantil de la región de Latinoamérica y el Caribe, lo que ha llevado a que numerosos organismos internacionales luchen para su erradicación, a razón de los bien sabidos repercusiones negativas devengadas de la conformación de hogares por individuos menores de edad, dentro de las que no está demás mencionar el aislamiento, la marginalidad de la pobreza, la limitación al acceso de capacitación o actividad que colaboren con su desarrollo integral, etc. Violencia sutil pero peligrosa, es pensar que el potencial de nuestras niñas viene atado al futuro rol de amas de casa que por costumbre han sido llamadas a desempeñar, y aún más peligroso, es un sistema que así lo permita, tomando notorio partido por la desigualdad contra las mujeres del porvenir
Otro ejemplo fue el informe deLl estudio “Rompiendo Moldes: transformar imaginarios y normas sociales para eliminar la violencia contra las mujeres”, efectuado por ONG Oxfam y la Universidad Complutense de Madrid, el cual presentó cifras alarmantes sobre los patrones de conducta que replican las nociones de discriminación contra mujeres, donde un 46% de los jóvenes de ocho países muestrarios de América Latina, dentro de ellos la República Dominicana, consideran "normal" la violencia de género. Planteamientos como el anterior, los cuales cotidianizan la violencia y la perciben como un elemento frecuente de la interacción social, al mismo tiempo refuerzan la idea de que las víctimas de relaciones abusivas consienten los atropellos en su contra al hacer aparentarlos como inevitables. Qué preocupante es saber que aquellos que están supuestos a romper las conductas reprochables del pasado, están dispuestos a replicarlas.
La violencia se propaga de manera virulenta, sutilmente hasta llegar a lo abrupto, partiendo del entorno familiar de las costumbres a la esfera política del sistema. Se encarga de ampliar la brecha de género y no necesariamente la detiene la educación o el estrato social, pues cómo olvidar la desagradable declaración de Felucho al expresar que la vicepresidenta de la República, Dra. Margarita Cedeño, segunda al mando en una jerarquía de Estado presidencialista, tiene su lugar de decisión en la cocina. Juzgada, no por su condición de política sino por su naturaleza de mujer, se envía un mensaje muy claro del lugar y consideración que ocupamos las mujeres en la política y en las mentes de los patriarcas políticos. No obstante, muchos albergamos la idea que la violencia machista se acabará al existir una mayor representatividad femenina en los cargos de elección popular.
A pesar de los esfuerzos de organismos internacionales, aun no termina por materializarse la necesaria y proporcional representación femenina en los comicios electorales. Mujeres que ascienden a puestos que conllevan la toma de decisiones, son mujeres que promulgarán medidas más inclusivas porque poseen una visión. Quizás, con una representación femenina más significativa en nuestros curules, comandancias y cargos institucionales, se tome de manera más tajante el mejoramiento eficaz del procesamiento de casos de violencia de género y feminicidios. De ser lograda esta ansiada representación, probablemente, estemos cerca de alcanzar como país el objetivo del Milenio con agenda al 2030, mismo que versa sobre alcanzar la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y niñas. Siendo esto posible, a lo mejor seremos más libres de decidir sobre nuestros propios cuerpos en caso de peligrar nuestras vidas, nuestra dignidad o nuestra simple voluntad, la cual siempre hemos conquistado a pasos diminutos pero envalentonados. Al menos, con esta cuota de presencia, esperemos que las mujeres y hombres seamos más propensos a reconocernos respetuosamente como seres humanos y, como tal, actuemos en igualdad de oportunidades y talento al bienestar general.
No menos cierto, es que preciso advertir que tanta palabrería cansa, por cuanto es tiempo de tomar medidas que nos brinden resultados. Además, recordemos que la costumbre y el sistema son un conjunto de estrecha relación, por lo que nunca los sistemas normativos surgirán como consecuencia separada de los parámetros costumbrista del entorno al cual se aplican. En ese orden, confesemos nuestra irresponsabilidad y desinterés colectivo por la disparidad amplia entre hombres y mujeres. De lo contrario, en las marchas a favor de las tres causales hubiese un poco más de diez millones de militantes; de lo contrario, hubiese un Congreso Nacional y partidos políticos apegados a la cuota de representación de género; pero sobre todo y en último orden, todos los casos de feminicidios fueran fervientemente perseguidos por la sociedad, como ya en otras ocasiones plausibles lo ha demostrado. Mientras tanto, no nos conformemos con que exista un 25 de noviembre, sino hasta que no haya motivo alguno para disponer de una fecha así.