Nuevamente el mundo de los deportes se ve empañado por escándalos de acoso y maltrato. El año pasado, la confesión de Jonathan Martin de los Miami Dolphins de que era víctima de bullying de parte de varios miembros de su equipo, dejó entrever la intimidación y violencia que acontece en los camerinos.
Ahora el escándalo toca las puertas de la NBA. Los comentarios racistas emitidos por Donald Sterling, propietario de los Angeles Clippers y expuestos esta semana por la cadena TMZ, han desatado una fuerte reacción no solo en las canchas y la industria, sino también fuera de ellas, traspasando las fronteras del deporte hasta llegar a convertirse en tema de conversación obligado.
Y no es para menos. Al escuchar la conversación, uno entiende porque fue merecedor de la expulsión de por vida de la NBA y el pago de tan altas multas. Como dicen aquí, “tá’ bien ganá’ la botá”. La pregunta debe de ser: ¿cómo un hombre de tal pensamiento y acción pudo sobrevivir tantos años en la NBA, un deporte predominantemente de negros?
La conversación muestra su odio y su pensamiento represivo, actitudes supuestamente superadas hace décadas en los Estados Unidos.
Sus comentarios, además, de racistas fueron extremadamente sexistas, al tratar a su novia como una mujer incapaz de pensar correctamente y, sobre todo, atrevida, por oponerse a sus puntos de vista.
Se refiere a ella molesto como una “luchadora nata”, en lugar de asumir el papel de mujer delicada, sumisa, pero sobre todo discreta. Lo que aparentemente le molesta es que ella se exhiba con gente de color públicamente, más no le importa lo que ella haga en su privacidad.
Es obvio que Sterling, un hombre con poder y riqueza, esta acostumbrado a ejercer su autoridad y a hacer uso de estos beneficios.
Es evidente que trata a sus mujeres como trofeos u objetos personales, las cuales deben ajustarse a lo que él quiere que sean o abstenerse a las consecuencias. La típica actitud de un bully, que amenaza, intimida y quiere tener el control.
La mayoría de los agresores no tienen otra manera de que la gente los escuche sino es a través de la fuerza, pues carecen de liderazgo. Necesitan proyectar su poder para sentirse importantes y fuertes, ya que en su interior son débiles, llenos de complejos y traumas en muchos de los casos. Es probable que Sterling, al ser judío, haya sido víctima de discriminación durante su juventud, aunque sea incapaz de ver su actitud como una similar.
Los bullies no están seguros de qué otra manera de conseguir lo que quieren. Si un agresor, como Sterling, quiere respeto, no sabe como ganarlo de manera legítima, por lo que apela al “falso respeto” a través del temor y el miedo.
Es entendible que Sterling se haya sentido amenazado de Magic Johnson, ¿quién no? Él nunca llegará a ser o a lograr lo que ha conseguido Magic, muy a pesar de su dinero y de su poder. Le falta mucho para llenar esos zapatos, en especial cuando carece de carisma, talento, liderazgo, elegancia, pero sobre todo corazón.
Lo triste es que esta situación no es ajena a otras esferas de nuestro diario vivir. El bullying no acontece solo en las escuelas o como muchos dicen “es solo cosa de niños”. Es una virus que ha permeado en toda la sociedad y en todos los ámbitos. Donde la falta de tolerancia no solo a como me veo, sino también a como pienso, y lo que digo, se vuelve cada vez una práctica comúnmente aceptada y patrocinada.
No hay aceptación de la diversidad. Si actuamos o nos pronunciamos diferentes no encajamos. Somos excluidos. Al igual que el año pasado con los Dolphins esta situación ayuda a sacar a relucir lo que se esconde en el deporte, que de seguro también lo habrá en otras disciplinas.
Finalmente no importa que color de piel tengamos. Como dice la Palabra, la lengua habla de lo que hay en el corazón. Y en esta ocasión, salió a relucir uno más sucio que la peor mugre.