Durante las últimas décadas la ciudad de Santo Domingo ha sido el laboratorio de múltiples iniciativas en procura de mejorar el estado en el cual se encuentra el sistema de tránsito y transporte instaurado en esta área metropolitana. Hoy en día el sistema atraviesa por uno de los episodios más críticos en la historia del país, expresado en la multiplicación de los entaponamientos, el aumento de los niveles de contaminación, el incremento de los gastos al transportarse y el deterioro de la calidad de vida.

La situación en la cual nos encontramos hoy en día, es el resultado de malas decisiones implementadas por las autoridades encargadas de administrar el sistema actual, las cuales son co-responsables del momento que vive la zona metropolitana de Santo Domingo la cual concentra un 40% de la población y en la cual se realizan las principales actividades institucionales del país. La revisión de los sucesos ocurridos en los últimos cincuenta años, permite identificar los principales desaciertos al momento de planificar el sistema de movilidad urbana de la zona metropolitana de Sano Domingo.

En primer lugar, la practica orientada a beneficiar operadores del transporte colectivo, sin vincularlos a una red, a través de facilidades para la compra de “banderitas”, “pollitos”, “garzas” y el Plan Renove, entre otros mecanismos solo han concentrado en pocas manos una serie de unidades que no se articulan a los distintos modos de transporte gubernamental con el fin de suplir la demanda de transporte colectivo en Santo Domingo.

En segundo lugar, la fragmentación de la administración gubernamental responsable del tránsito y el transporte, ha dividido las funciones necesarias para conducir el sector en distintas cabezas (DGTT, OTTT, AMET, OMSA, Ayuntamientos, OPRET, CART, MOPC), provocando duplicidad, confusión y desorganización el sistema.

En tercer lugar, la construcción de infraestructuras viales de transito rápido a lo interno de la ciudad, insertando en la zona urbana carreteras, elevados y autopistas orientadas al tránsito rápido, fomentando los recorridos inter-urbanos y congestionando los corredores construidos. Otro desacierto ha sido la incapacidad de mantener un operador gubernamental de transporte colectivo que supla las necesidades de la población, desapareciendo en las últimas décadas iniciativas como la Corporación de Transporte Municipal (1966), la Oficina Nacional de Transporte Terrestre (1978), situando en peligro de extinción la Oficina Metropolitana de Servicio de Autobuses (1996) y manteniendo la Oficina para el Reordenamiento del Transporte (2004), con una baja oferta con relación a la demanda actual.

Y finalmente, la modificación de los límites del Distrito Nacional (Ley 163-01) sin definir una administración metropolitana para la coordinación de un sistema metropolitano, que pueda definir una política de movilidad urbana, garantice unidad de criterios entre las nueve (9) municipalidades que forman en el día de hoy el Gran Santo Domingo y convierta el sistema de tránsito y transporte en un eje articulador del territorio metropolitano.

Aún es tiempo de revertir estos desaciertos, rescatar la ciudad de Santo Domingo y transformar el sistema de movilidad urbana del centro urbano más importante del país, para salir del caos en el que nos encontramos y mejorar el lugar en donde vivimos.