Aunque la frase que encabeza este artículo la popularizó el expresidente Joaquín Balaguer, realmente la pronunció Julio César en su última batalla al cruzar el Rubicón. Desde ese entonces la frase y la acción misma de cruzar el Rubicón se han asumido como metáforas que describe cuando ya una decisión no tiene vuelta atrás, que por eso Leonel Fernández la ha utilizado con estas palabras, en vez de decirla como Julio César.

No hay vuelta atrás ha sido su grito de guerra desde que se asomaron los vientos reeleccionistas y los aprestos de modificar la constitución de la que él se ha definido como su guardián pues fue quien prohijó su modificación.

En el día de ayer se realizó un evento que integraba la política con el espectáculo, quizás en una manera de reseñar cómo la práctica política se ha ido convirtiendo en espectáculo, fue una actividad sin sustancia ni contenido en donde se buscaba presentar una vez más al pueblo que tenían dos millones de firmes, que son el garante de la constitución y que en su decisión no hay marcha atrás, pero mi pregunta es ¿para eso era necesario el derroche de dinero que ahí se invirtió?

Trascendió que el evento tuvo un costo total de unos 120 millones de pesos, aunque Temístocles Montás afirmó en unas declaraciones que fueron 200 millones. Creo que la sociedad puede tomar esto como un termómetro pues no se sabe qué nos saldrá más caro si la reelección o la candidatura de Leonel, porque si en un evento innecesario se gasta esa suma de dinero ya se podrán imaginar lo que va a significar la campaña electoral.

Pero lo grave de todo esto no son las intenciones de regresar de Leonel, Danilo o Hipólito, sino que no se sabe hasta cuándo hemos de tolerar la herencia del caudillismo político dominicano, ese creerse los imprescindibles y que sin ellos el país sería un desastre cuando precisamente ellos lo han convertido en un desastre.

Lo del día de ayer fue funesto pues representó esa tragicomedia que mezcla el pan y el circo, pero para darte el pan tienes que venir al circo. El día de ayer fue una bifurcación que se abre entre el espanto y la desolación, es una metáfora maldita del simbolismo caudillista que se esparce por el país sin que parezca existir conjuro que lo elimine.

El día de ayer fue un día triste pese a que todo allí parecía alegría y fue un día triste porque de alguna manera quedó evidenciado la imagen del votante que tienen nuestros políticos y no me refiero solamente a Leonel, sino a todos como el cuento de la monja, a todos. ¿Hasta cuándo señor pueblo?