Tengo la sensación interior de que Dios escogió a Luis Abinader como el próximo presidente de la República Dominicana.

Observen como han venido los hechos. Lo primero fue la convención que Luis ganó a Hipólito, y contra los augurios que se hicieron, Hipólito dió su apoyo a Luis, y se sumó de inmediato a su campaña. Lo segundo fue la candidatura de David Collado: ‘que si se lanzaría por otro partido’, o ‘que si iría de vice con el partido oficial’, pero, al final el hombre anuncia que no será candidato, y se suma a la campaña de Carolina. El tercer hecho fue el informe PISA, y mientras la vocinglería oficial se jactaba de una ‘revolución educativa’, un informe internacional nos presenta como el peor sistema educativo, desmontando la falsedad de la propaganda oficial. El cuarto hecho era la ventaja del PLD en las encuestas, pero, al final se produce un ‘choque de trenes’ -por el afán insaciable de los dos caudillos-, y el PLD se divide catapultando a Luis como seguro a ganar en todos los escenarios. El quinto hecho se acaba de producir con la contienda por el cabildo de la capital y sus cinco atractivas candidaturas, pero ahora nos enteramos de que Hugo Veras -uno de los favoritos- renuncia del PRD y se suma a la campaña de Carolina con el PRM, todo lo cual favorece a Luis, y es como si algo misterioso lo inclinara todo a su favor.

Algunos le llaman suerte; hay quien habla de tener un ángel, y otros más tradicionales dirán que es el destino, pero, yo prefiero pensar que Dios, que “quita reyes y pone reyes” (Dn.2.21), ha escogido a Luis Abinader como próximo presidente de la República. Los gringos acuñaron la frase: ‘only events can make a president’, y esto significa que el triunfo electoral no depende solo del candidato, y ni siquiera de la campaña que haga, sino de circunstancias impredecibles, y que escapan al control humano, como lo dice Pablo: “Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Rom.9.16).

El profeta Oseas describe la realidad dominicana cuando dice: “porque no hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra. Perjurar, mentir, matar, hurtar y adulterar prevalecen, y homicidio tras homicidio se suceden” (Os.2.1-2). Es lo que dice el profeta Amos: “Pisotean en el polvo de la tierra las cabezas de los desvalidos, y tuercen el camino de los humildes” (Am.2.7). Es por eso que a los gobiernos peledeistas se les aplica la sentencia contra el rey Belsasar: “contó Dios tu reino, y le ha puesto fin… Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto… Tu reino ha sido roto, y dado a los medos y persas” (Dn.5.24-28).

El primer pecado es el desorden en la manera de gobernar, y el delito de violar las leyes para favorecer a la gente del partido, de modo que el tigueraje domina la administración pública. El segundo pecado es la corrupción flagrante, con funcionarios que roban, jueces que los absuelven, y diputados que se hacen de la vista gorda. El tercer pecado es el comesolismo, pues se cogieron el Estado como una finca privada, y se reparten los puestos y las prebendas como botín, no solo para correligionarios, sino también para las esposas y los hijos, y para los hijos de sus hijos.

El cambio está decretado: Luis será presidente, y no por méritos propios -aunque los tiene-, sino porque ¡el cielo se jartó de tanta corrupción e impunidad!