Retomando la serie, anteriormente iniciada, sobre los materiales de construcción y la repercusión que la fabricación y/o utilización de los mismos pudiera tener en términos medioambientales, seguimos con tratando sobre algunos de ellos. Los planteamientos esbozados en estas líneas,  suponen poco más que simples amagos introductorios a un tema que, por su profundidad, ameritaría mucho más que una modesta serie de pequeños artículos. En cualquier caso continuamos compartiendo datos interesantes.

El acero

Junto con el cemento – el cual utilizamos en varias fases, elementos y sistemas constructivos y/o estructurales de un obra civil o arquitectónica – el acero se presenta como uno de los materiales más utilizados en el proceso de construcción y, obviamente, durante la vida útil de edificio. El acero que utilizamos para la construcción, no es más que una aleación de hierro y carbono, estando el segundo en una proporción de entre 0,03 y 1,0 % en composición con el primero. Este material, el acero, lo podemos obtener del arrabio o de las chatarras férricas o inoxidables de reciclaje. En ambos casos es necesario eliminar las impurezas presentes, en las materias primas con altas temperaturas y hornos. Recordemos que el arrabio, y de acuerdo a la inestimable Wikipedia, es: “…un producto intermedio del proceso de fundición de las menas del hierro,  tratadas con coque como combustible y caliza como fundente. Se obtiene como material fundido en un alto horno siderúrgico, mediante reducción del mineral de hierro.”

De acuerdo a investigaciones realizadas por expertos en la materia, para poder producir una tonelada de acero en estado virgen, son necesarios unos 1500kg de ganga de hierro, otros 225kg de piedra caliza y además 750kg de carbón en forma de coque (Lawson, Bill.; 1996); además de que para la fabricación del acero hacen falta temperaturas, en horno, sobre los 1000ºC. El hecho de la fabricación de una tonelada de acero, en cifras, supone la generación de: 145kg de escoria, 230kg de escoria granulada, unos 150.000 litros de agua residual y cerca de 2 toneladas de emisiones de potenciales gases nocivos, entre los que podemos encontrar al ya archifamoso CO2, así como óxidos sulfurosos y óxidos de nitrógeno.

Otros investigadores del tema (Mercader, M.; Ramírez, A.; Olivares, M.), han planteado resultados tan clarificadores sobre las implicaciones medioambientales del acero en la construcción, tales como que el mismo supone más del 15% de las emisiones totales de CO2  de un edificio de viviendas tipo en Sevilla, durante su proceso de construcción. Dicho edificio tipo sería de 4 niveles sobre rasante y un sótano, con unas 86 viviendas y 12 mil m2 de construcción.

Llegados hasta aquí, continuaremos más adelante. Hasta la próxima.