El río Camú de La Vega (hay otro en Puerto Plata) https://mapio.net/images-p/79021909.jpg

1.- La cantora de La Vega y  del Camú vegano

Doña Trina de Moya (La Vega, 1863-Ponce, Puerto Rico, 1941), cuyo nombre completo era María de los Ángeles Trinidad de Moya Pérez, hija de Román Martín de Moya y Antonia Mauricia Pérez, casó, según testimonios familiares a los 25 años, una edad de madurez en esos tiempos, con el militar y político Felipe Horacio Vásquez Lajara (1850-1936), que pudo ser en 1888, más o menos. El actual historiador de la ciudad de La Vega, Alfredo Rafael Hernández Figueroa (1945), no tenía precisión de un acontecimiento que debió ser noticia,  por las personalidad de los dos: él, primera autoridad en la localidad, y ella que habría despreciado muchos pretendientes por ser culta y hermosa y de las  familias más prestigiosas de esa población; ojalá su pariente, Frank de Moya Pons (1944), pudiera iluminarnos.

Empero, correspondiendo con el título, ofreceremos ese extraño poema donde sus dos o tres grandes amores aparecen reflejados, además de su ciudad natal y el río que la baña, que serían su madre y su esposo de toda la vida. Sobresaliendo la fijación en su madre y en las madres; ella, que solo parió un Himno, ya clásico y estos dos poemas. Su obra fue recogida en un libro: Patria y hogar, 1929, editado en Madrid, con prólogo de Fabio Fiallo (1866-1942).

Ese amor suyo por lo maternal nos hace pensar, que en algún lugar del infinito, las mujeres hermosas que casaron y no tuvieron hijos, algunas almas en pena las está esperando para que las acunen eternamente.

Lo que más nos ha asombrado es su dominio del verso. En la revista Ilustrada No. 16 del 15 de marzo de 1899, publicó su más profundo poema: “El estudio” cuya primera estrofa dice: “Despunta majestuoso el sol en la mañana / Rasgando de las sombras el fúnebre capuz, / Con múltiples matices la tierra se engalana, / corónanse lo cielos  con refulgente luz.”

Cierto que en La Vega había desde siempre tradición de buenos maestros, pero las mujeres, sobre todo las cibaeñas, no eran muy dadas a su trato con las letras y en el siglo XIX se podían contar con los dedos de las manos y sobraban dedos, las que se dedicaran a escribir, salvo las hermanas Mercedes (1880-1964) y Antera Mota (1871-1946) (descendientes de chinos cubanizados), de San Francisco de Macorís, que fueron amigas de Salomé Ureña de Henríquez (1850-1897), hubo en Puerto Plata y es posible que en Baní, donde ella pasaba vacaciones, pero es destacable este detalle, y tenía el estro, aunque haya pasado a la historia del país por ser la primera dama literata y poeta,  además, por su Himno a las madres o por ser, gracias a ello y los dos más que ofrecemos, la que mejor le ha cantado a la maternidad y al amor de madre en nuestra historia.

2.- Poemas de doña Trina de Moya de Vásquez

Iniciamos con un soneto, que muestra su garra poética, por ser el primero que localizamos de su producción; seguiremos  con el poema a La Vega y a su madre, indicado un detalle: Los tres citados de la revista Ilustrada, aparecen firmados por T. Colombina, su seudónimo, por el  prurito de las mujeres de la época para incursionar en las letras, motivado por la venta pesada de las mujeres cultas, por el temor de no tener una mujer más inteligente que ellos: ¡Ah machismo infernal!

  Soneto

Con sus tintes de púrpura la aurora,

las rosas temblorosas de rocío.

la brisa que susurra su bosque umbrío

de las aves su cantiga sonora.

*

El rayo de la luna brilladora

que en las ondas reflejase en el río;

la regia majestad del mar bravío,

y la lumbre del sol fecundadora;

*

Las grandes excepciones del talento,

y de las Artes la expresión variada

la ciudad con su raudo movimiento;

*

El campo con su calma sosegada,

nada podrá elevar mi pensamiento

como el recuerdo de mi madre amada!

Firmado: T. Colombina.

(Revista Ilustrada No. 3 1º de septiembre 1998)

Trina Moya de Vásquez, joven https://www.mi-rd.com/recover/Trina-de-Moya-02.jpg

 

A La Vega

Si fácil numen poseyera, ufana

al compás de los plácidos amores

del caudal delicioso que entre flores

te ofrenda, oh Vega, el límpido Camú,

yo cantara tu cielo esplendoroso,

las altas cumbres de tus verdes lomas

donde arrullan y anidan las palomas

donde crecen el pino y el bambú.

*

Y al sentir de la brisa el dulce halago

que de las palmas el futuro inquieta,

la inspiración buscando del poeta,

en cuanto dedicara con amor

a tus feraces campos, que atesoran

ricas simientes de valiosa planta

y al labrador que satisfecho canta

viento que brota la fecunda flor.

*

Y en mi entusiasmo inspirador, ferviente

llena el alma de luz y poesía,

en estrofas de mística armonía

yo te cantara, mi ciudad natal.

Pueblo gentil que guardas cariñoso

el rumor de mi risa y de mi llanto,

de mis recuerdos el sagrado encanto,

todo lo inmenso de mi amor filial.

*

De inocentes placeres tu llenaste

de mi infancia las horas deliciosas,

y el soplo de tus auras rumorosas

acarició mi juventud feliz,

y tú me viste acariciar el sólo

el sueño de amor que en venturoso instante,

hizo latir mi corazón amante

y dio a mi vida la perennal matiz.

*

En ti yo tuve el sin igual contento–

el contento más dulce de mi vida–

de fuerza tal, que el alma estremecida

en sus hebras más tiernas lo sintió;

¡inefable ilusión de un solo día,

perdurara en mi mente soñadora

que la muerte implacable destruyera,

a la madre amorosa le arrancó!

*

Tú, leal, compasivo, generoso,

en mis horas tristísimas de duelo,

siempre me diste bienhechor consuelo

participando en mi infortunio cruel,

y si lejos de ti vivo contenta,

porque aquí tengo de mi amor el nido,

jamás un solo instante yo te olvido

¡pueblo que guardas mi ternura fiel!

*

Si la entusiasta inspiración que siento

el torpe labio traducir lograra,

con que afán ardoroso te cantara

hoy que tu suerte venturosa es!

pues del sueño apacible en que yacías

altivo te despiertas, arrogante,

y de la luz el rayo fulgurante

tus horizontes ensancharse ves.

*

Ciudad, eres feliz, qué presto avanzas:

del progreso al mandato poderoso,

expresado en lenguaje estrepitoso

de máquinas potentes de vapor

marchando vas por sendas luminosa

al esplendente porvenir que un día

te soñara mi ardiente fantasía

en los delirios de mi puro amor.

*

Hoy periódicos tienes que te ilustran

a la vez que pregonan tu adelanto,

y ostentas cual joyel precioso y santo

tu magnífico templo de oración.

Templo que guarda ¡ay! bajo las losas

que tapizan su suelo bendecido

mezclados con el polvo ennegrecido

pedazos de mi propio corazón.

T. Colombina

Revista Ilustrada, No. 11 del 1º  de enero 1899.

3. El Himno a las Madres

Fue estrenado el 30 de mayo de 1926, con música del sacerdote Manuel de Jesús González, en el Convento de los Dominicos. Y desde entonces lo hemos cantado todas las generaciones y es, quizás, junto a las letras del Himno Nacional el que más se ha cantado y memorizado en el país en toda su historia.

Himno a las madres

Venid los moradores del campo y la ciudad

y entonemos un himno de intenso amor filial.

Cantemos a las madres su ternura y el afán

y su noble atributo de abnegación sin par.

Celebremos todos la fiesta más bella

la que más conmueve nuestro corazón

fiesta meritoria que honramos con ella

a todas las madres de la creación.

*

¿Quién como una madre

con su dulce canto

nos disipa el miedo

nos calma el dolor

con solo brindarnos

su regazo santo,

con solo cantarnos

baladas de amor?

*

De ella aprende el niño

la sonrisa tierna, el joven

la noble benéfica acción,

recuerda el anciano

la oración materna y en su

alma florece la resignación.

*

(Bis la primera estrofa).

*

Cubramos con flores la tumba sencilla

de madres que moran en la eternidad,

y ornémos con flores la frente que brilla,

que aun brilla y esplende la maternidad.

*

Para ello escojamos frescas azucenas

–simbólicas flores de aroma ideal–,

blancas como el alma de las madres buenas

y con algo místico y sentimental.

*

Albas estrellitas, nítidas hermanas

de las que circundan la divina sien

a la que es modelo de madres cristianas,

madre del Dios-Hombre nacido en belén.

*

Final: (Se repite la primera estrofa).

Trina de Moya y Horacio Vásquez https://www.mi-rd.com/recover/Trina-de-Moya-01.jpg