A quien suscribe este artículo no le sorprende en lo absoluto algo que expresara en unos de sus libros José Ingenieros: “El hábito de la mentira paraliza la lengua del hipócrita, cuando llega la hora de decir la verdad”.

En nuestra sociedad de hoy día tan perversa y corrupta, la sinceridad, el usted ser una persona auténtica y tener valores y principios en su integridad personal, hoy día va progresivamente en extinción, porque poco a poco se ha ido apagando la luz que debe iluminar el comportamiento de todo ser humano y más cuando es un fiel seguidor de nuestro señor Jesucristo.

La lucha de poderes, intereses, grupos, que en nuestra sociedad está apuntalando a la supervivencia, sin importar lo que se tenga que hacer, o sea el “Sálvese quien pueda y como pueda”, ha transformado a una gran mayoría de los dominicanos y dominicanas en verdaderos seres simuladores, cínicos, hipócritas, seres humanos fofos, plásticos pero para que lo entiendan mejor utilizaré un término muy común “personas artificiales y vacías” en todo el sentido de la palabra, y cuando aparece una sonrisa nos damos fácilmente cuenta que es ficticia en nuestras relaciones del día a día, ya sea en el ámbito laboral, familiar, político, cultural, eclesiástico, sindical, en fin en todos los ámbitos que nos desarrollamos.

Me motivé a escribir este artículo porque en 48 años de edad, de los cuales más de 30 los tengo dedicado a la política dominicana, un amigo de más de 30 años de una amistad ininterrumpida, no solo en el ámbito político sino en el familiar, tuvo el coraje de decirme en mi cara entre otras amenazas e improperios, “Tú no eres más que un cínico” y le pedí a Dios la paciencia necesaria para no faltarle ni siquiera el respeto, mucho menos darle lo que en ese momento se merecía.

Lo grande de todo es que quien me expresó eso, ha vivido desde hace mucho tiempo, con un interés que genera un comportamiento no siempre benigno, sino perverso; Pero escondido tras la máscara maldita y no menos perversa de la simulación.  Y como en el mundo de la política y del trabajo es donde con mayor énfasis se desarrollan los celos y se ponen de manifiesto la lucha de intereses, es en esos ámbitos donde fluyen las más dañinas lacras del comportamiento, como fluye a la superficie del agua, el olor pestilente del cadáver que por mucho tiempo se mantuvo oculto en el fondo del océano.

Ante amigos como estos, hay que mantenerse siempre a la defensiva e interpretando, para no sucumbir, las verdaderas intenciones que se esconden detrás de cada palabra, gesto, acción y hasta detrás de cada manifestación de cortesía o agradecimiento.  Digo esto porque al parecer ese amigo vive en el mundo de no soportarte, de no tenerte a su lado, de excluirte de la institución para la cual trabajan, aunque en algunas ocasiones por delante te colme de elogios, aunque por detrás te inserte el dardo, para tratar de neutralizar tus habituales movimientos, utilizando el poder y los recursos del Estado o mejor dicho del pueblo dominicano.

Por eso me canse de ser objeto de simulaciones, de que por delante me finjan actitudes, de la bipolaridad en la personalidad de ese amigo;  de que finjan apariencias de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente sienten o experimentan en un momento determinado, de fingir o aparentar lo que no es o lo que no se siente realmente.  Con esas actitudes no es verdad que iban nunca a lograr amordazar mi dignidad, prosperar en la mentira, fecundar temperamentos vulgares y mucho menos convertirme en un hombre mediocre.

La hipocresía es algo más profundo que la mentira, ya que la mentira puede ser accidental o porque una acción conlleva una reacción, pero la hipocresía es permanente, ya que transforma la vida del ser humano y en este caso a mi amigo, a vivir todo el tiempo bajo la mentira metódicamente organizada.

Los hipócritas suelen tener cómplices circunstanciales, pero no amigos fieles y permanentes  como toda una vida lo he sido de ese amigo;  son seres utilitarios, oportunistas, individualistas y ambiciosos; pero fundamentalmente traicioneros.  Con tal de materializar sus planes o propósitos son capaces de traicionar hasta sus más íntimos amigos o más cercanos familiares y a diario vemos esos casos.

En la política y los centros de trabajos vemos como están pletóricos de esos diabólicos personajes.

El hipócrita es un ser peligroso a quien hay que temer, aunque yo no le temo a nada, porque no tengo miedo, ya que el que cuenta con Dios está protegido de toda adversidad diabólica o maligna.  En el ser hipócrita todo es falsedad, engaño y apariencia, por eso ríe cuando desea llorar y llora cuando quiere sonreír.  Receta o sale a la delantera buscando una salida a situaciones que él mismo a creado y suele decir en ocasiones que dios le bendiga al ser que desearía ver muerto.  El triunfo ajeno aún sea de su hermano constituye su propia derrota, por eso odia reconocer los méritos de los demás y cuando por alguna circunstancia lo hace, siempre resulta ser de manera falsa, simulada, irónica y sarcástica con sus acostumbradas críticas, porque se considera que solo él es lo máximo.

El venero que tiene el hipócrita en su lengua es tan mortal, como el veneno de una víbora y destructora como un huracán, pues como se expresa de los demás, puede provocar el divorcio de dos amantes y la enemistad de dos amigos, como ha ocurrido.

Ese amigo estoy convencido de que es egoísta, para él,  el yo de los demás carece de importancia, solo importa su propio yo, y por eso siempre actúa movido por sus intereses particulares y nunca inspirado en un interés colectivo, por eso al que le dice la verdad siempre lo tilda de traicionero, hipócrita y cuantos calificativos pueda utilizar para tratar de desnaturalizar las situaciones, no sabiendo que su conducta y comportamiento quedan siempre al desnudo, porque se rebajan sin saberlo convirtiéndose en entes chismosos, envidiosos, intrigantes y mediocres.

A los hipócritas no les resulta fácil conocer su propia identidad, pues son bipolares, pues aunque actúan con mucha habilidad, astucia y sagacidad, están dotados de una increíble capacidad histriónica y actúan siempre como esos veteranos actores de película cuyos rostros parecen estar cubiertos por máscaras invisibles que les permiten ejecutar libremente sus maléficas acciones.

Por eso a partir de ahora me dedicaré a seguir identificando en cualquier lugar o trayecto de mi vida a esos magos de la simulación, como única forma de no perecer devorado por sus garras mortíferas y poder seguir viviendo a plenitud en la paz y en la gracia de nuestro señor Jesucristo.

Amigo del alma, si por casualidad del destino llegas a leer este artículo, solo te digo que estas a tiempo y que Jesucristo ha resucitado y en verdad resucitó.  Bendiciones para ti y toda la familia.