El desarrollo de las ciencias y la tecnología ha sido exponencial con el correr de los años. Incluso cuando parecía que habíamos llegado a un callejón sin salida nos toma por sorpresa de formas que jamás imaginamos. En España se realizó recientemente el primer trasplante de ambas piernas en la historia de la medicina. En Corea del Sur se sustituirán los libros de textos por tabletas electrónicas con internet en todas las escuelas. No sabemos cómo, ni por dónde llegan estos avances, pero cuando lo hacen nos hacen sentir como niños, descubriendo el mundo nuevamente. Esto nos da confort y seguridad. Creemos que hay alguien allí fuera que está haciendo un buen trabajo pensando el futuro.
Las ciencias sociales, sin embargo, luego de un desarrollo importante durante el siglo XX llegaron a un estado de meseta y allí se mantuvieron hasta que el desgaste que acompaña al tiempo sin inventiva las empujara al desfasaje. La crisis que hoy se vive a nivel internacional es una crisis de lo social. Es la crisis de una sociedad sin ideas, dormida en su autocomplacencia.
Nuestro modelo de desarrollo ha tenido esencialmente dos grandes referentes. El capitalismo puro y duro siguiendo a la sociedad estadounidense, y el modelo de las conquistas sociales siguiendo a las culturas europeas.
En la zona Euro, surge hoy la incógnita de si podrá superar su primera gran crisis económica y política. Grecia no es la única preocupación. La nube de la incertidumbre opaca los cielos italiano, español y portugués. Las economías del viejo mundo han perdido su credibilidad. Actualmente se paga la falta de mecanismos de acción para este tipo de crisis. Un grupo de líderes intenta, a fuerza de desesperación, inyectarle sensatez a su discurso (sí, como si fuera posible). Una cumbre de dirigentes de la zona Euro tiene mucha semejanza con una reunión de narcisistas (frustrados). Peor que un grupo de ciegos pues éstos no están condenados al desencuentro.
La crisis ha sacado a relucir las fracturas de la (des)Unión Europea. Cada quien piensa en sí mismo. Gordon Brown decía esta semana en El País que uno de los errores a la hora de plantear el debate sobre las dificultades económicas en la zona Euro era justamente el de hablar del "problema griego", del "problema italiano", del "problema español", etc. Cada quien piensa en lo que le conviene como individuo, y no lo que le conviene a la UE. El malestar produce un brote de la extrema derecha y de la xenofobia, incluso hacia aquellos provenientes de otros países de la Unión. En general, cuando se anda buscando culpables que señalar, y la partida aún no ha acabado, es porque se acabaron las ideas.
El caso estadounidense es distinto, pues él se ha convertido en el ejemplo de una irresponsabilidad azarosa. El gigante de la economía mundial, el país del arrogante neo-liberalismo, nos vendió la idea, casi por trepanación, de que su economía era intocable. Hoy, que sabemos ya muy bien que no es el caso, los republicanos nos proponen jugar un juego de pistoleros: la ruleta rusa.
Al negarse a aprobar el aumento del límite de la deuda, los republicanos pretenden poner a Obama entre la espada y la crisis, ponerle un revolver en la sien y obligarlo a ceder sobre ciertos puntos, por ejemplo, renunciar al aumento de impuestos para los más ricos.
Como si no hubiese bastado con la crisis bancaria del 2008, y en la cual jugaron, bajo la administración de Bush, un rol importante en un sistema irresponsablemente desregulado. Hoy, en vez de venir con soluciones nos traen más amenazas. Para ensuciar la imagen de Obama y cuidar sus bolsillos nos amenazan con la crisis. Sí, a nosotros, a los que siempre pagamos de nuestros bolsillos los platos rotos de la clase dominante.
Tal vez apuestan a que el plazo no vencerá, que el límite de la deuda será aumentado a tiempo, que Obama cederá una vez más. O quizás no creen que un tema tan ampliamente cubierto por los medios de comunicación tendría algún efecto sobre la percepción extranjera de los EEUU y su deuda. En fin, estos hombres, los mismos que nos metieron en este problema, deciden que no están seguros si desean ayudarnos gratuitamente. Bueno, en realidad a cambio de enormes salarios, pero es un decir.
A pesar de la cobertura mediática, la población estadounidense no parece reaccionar. Deberíamos, tal vez, para preservar nuestro bienestar, desconectar el cable de televisión en todo ese país a ver si los ciudadanos deciden finalmente participar de lo que allí sucede.
La crisis internacional es una crisis de lo social y de la suciedad (sí, con “u”). Lo es también de las ciencias sociales, a quiénes la catástrofe encontró con el tanque vacío. En Europa, nadie tiene una respuesta porque ella está fragmentada, y escondida en el consenso. Queda también por ver cómo terminará la novela de vaqueros americana: en un magnicidio, un genocidio o un suicidio.