En ocasiones, nos encontramos con situaciones que nos enseñan mucho, y que nos indican por donde hemos de seguir, y eso una lo puede ver cotidianamente, y más en este tiempo de una sociedad líquida de la que hablan algunos autores, que luego abordaremos, donde las cosas parecen haber perdido rumbo y sentido, aunque bien sabemos, que no es así del todo.
Sin embargo, también diariamente nos encontramos con situaciones, dichos, actitudes de mucho pesar, que si conectamos totalmente con ello, caeremos en la misma disyuntiva social que vemos y oímos, y que se expresa con términos como: esto se perdió, nadie hace nada, nadie dice nada, antes era mejor, los jóvenes no sirven, esta sociedad está perdida, en fin, son comentarios que se encuentran en el catálogo de la sociedad a diario.
Un hecho que me sucedió: un día de estos en la tarde, me tocó subir a un autobús de pasajeros, dos jóvenes eran los encargados del viaje, uno el chófer y otro el cobrador. En el trayecto subió un señor de tercera edad, y al encontrarse con una música inadecuada, que a la vez reflejaba toda la débil composición social a la que estamos asistiendo en este tiempo, se quejó en forma de amenaza, a lo que uno de los conductores reaccionó de manera agresiva, frente al hecho conversé con el conductor, quien expresó: así es que me tienen que hablar, como se le habla a la gente. Pues la reacción del joven era bajar al señor del autobús. A los que algunos dijeron esta sociedad está perdida.
Si la sociedad se ha perdido ¿Quién saldrá a rescatarla?
Frente a esta situación introducida arriba, me quedé pensando en un momento, y conecté con el desconcierto que describo al inicio y me llegó la pregunta: cómo vamos a detener la social que tenemos, expresada por tantos medios? Y pronto obtuve una respuesta de inmediato: cuando todos actuemos de forma amorosa y respetuosa, tratándonos con fraternidad.
Por tanto, buscar un poco para poder encontrar medios y maneras que nos puedan ayudar. Y otra vez caemos en la necesidad de implementar el amor y el respeto, a los que hoy más que nunca creo necesario aferrarnos, sabiendo que, no todo está perdido.
Quién saldrá a rescatarla?
Y si no todo está perdido, quiénes saldremos al rescate de lo que sí está ahí todavía?
De muchas maneras se pueden realizar cosas, desde lo pequeño, podemos ir haciendo el ejercicio de comprender, reflexionar y accionar para ir sembrando una semillita que nos conduzca a este re encuentro y es tarea de todos y todas.
Lc 5, 12-16. Narra la curación de un leproso
En el tiempo de Jesús, también acontecían situaciones tristes, desconcertantes y la gente estaba muy desolada, pidiendo que alguien viniera a resolver tantas situaciones que le causaban impotencia. Tal es así, que la situación se presentaba como una lepra individual y social.
No obstante, siempre aparece quienes imploran para que se dé la transformación y de diez personas que habla este texto que estaban enferma, uno de ellos salió a pedir lo que sentía necesitaba, con todo el respeto posible, con esperanza y confiado de que algo diferente iba a suceder. Ese o esa pueden ser tú o yo.
En ese pedido el hombre del texto expresa, por favor, “quieres limpiarme de todo lo que se me ha pegado”? Quedan representados tantos otros que no levantan su voz, pero que también puedan ser sanados.
También es nuestro pedido ¿Cómo sanar nuestra sociedad? Cómo podemos rescatar lo que se ha perdido? Cómo volver la confianza a la gente? De modo que podamos ir descubriendo las cosas pequeñas y vayamos desempolvando lo que está ahí. Y es fundamental ver la actitud de este hombre pues pone de manifiesto el amor y el respeto, “Señor, si tú quieres, puedes limpiarme mi lepra”
Frente a todo esto, tenemos una actitud muy amorosa de parte del maestro, el cual responde ante el pedido diciendo de forma amorosa: “si quiero, quedas limpio”.
Este ejemplo nos ilumina y nos da pistas de por donde hemos de empezar a buscar lo que todavía sigue ahí. Gracias.