Hoy nos movemos en un maremágnum de informaciones distorsionadas, condicionándose a la opinión pública a través de creencias personales, sentimientos y emociones. La cultura política nos viene “enseñando” que lo que aparente ser la verdad es más importante que la propia verdad. Por eso se habla que estamos en la sociedad de la posverdad. Un eufemismo para no decir que estamos en una sociedad mentirosa o en una sociedad que transforma, por arte de birlibirloque, la falsedad en verdad, porque es lo conveniente y la verdad es tan porosa que asirla es casi imposible.

Pero, si cuestionada está la verdad, tampoco para la confianza corren buenos tiempos. Como afirma López Cerezo, una consecuencia muy importante de las crisis alimentarias, sanitarias e industriales de las últimas décadas, ha sido la paulatina implantación de lo que el sociólogo sueco-americano Ragnar Löfstedt ha llamado la sociedad posconfianza (2009), o lo que el politólogo francés Pierre Rosanvallon ha descrito como la edad de la desconfianza (2008).

La gente no confía en los políticos, los consumidores en la industria, los pacientes en los médicos, los clientes en los abogados y una larga lista de desconfianzas, sin dejar de lado que se ciernen ojerizas sobre lo que informan las autoridades de salud en torno al propio coronavirus –el Covid-, aún cuando estén haciendo el mejor trabajo posible.

Cada vez es mayor la suspicacia ciudadana en torno a los mensajes de las empresas, de los expertos, de los políticos y de las autoridades en relación con la seguridad de los productos y sistemas tecnológicos como de las políticas públicas, su transparencia y el objetivo de bien común que dicen perseguir.

Son tantos los actos de corrupción, de impunidad, las irresponsabilidades, la dejadez, las mentiras, la falta de información veraz, el desmedido afán de lucro y una gama inmensa de escándalos que día tras día son dados a conocer por los medios tradicionales de comunicación y por las redes sociales que ahora nos encontramos en la era de la desconfianza o en la sociedad posconfianza. Los factores que contribuyen a la erosión de la confianza son muchos. Haré una lista sugerida en otra entrega. Pero, mientras tanto, ¿en quién confiamos?