En un artículo precedente titulado “La sociedad de lo abstracto (1)”, partimos de la obra del afamado investigador Giovanni Sartori para recrear la realidad imperante en el campo del conocimiento y el desarrollo tecnológico, y la manera en que dicho avance viene produciendo cambios en la forma que el hombre adquiere el conocimiento, lo aprende y lo difunde. Cuestionamos el criterio de que el hombre moderno evoluciona a un ser más cognitivo y sapiente, partiendo de la tesis del “Homo Videns”, una forma de ser donde la cualidad de razonar así como la capacidad de abstracción del ser humano se agota y se sustituye por lo fácil y por lo elemental. El hombre moderno es más técnico, pero menos sabio, más mecánico pero menos creativo; por lo que el dilema consiste en descubrir si las personas, no obstante al impresionante desarrollo tecnológico y a la inmensa cantidad de información que se produce por los medios de comunicación, se encaminan a ser más inteligentes o menos duchas.

Para Sartori, el hombre moderno es menos creativo, antes, su autonomía racional se encuentra mermada por una especie de teledirección que lo guía como masa mecánica imponiéndosele las modas, los gustos, y hasta lo que debe comer. Debemos preguntarnos ahora, ¿Cómo influye el fenómeno del desarrollo tecnológico y el internet en la manera de socializar y en las instituciones cuyo principal activo son las personas?

Para muchos, es evidente que el adictivo uso de las tecnologías de la información (principalmente el uso de celulares inteligentes) está destruyendo el contacto físico, y más aun, afecta instituciones tan importantes como la familia. Esteban Levin, psicoanalista argentino de la universidad de Buenos Aires, considera que “por las pantallas se corre el riesgo de acabar el dialogo en las familias, afectando a los niños principalmente.” Mientras que Liliana Betancourt, psiquiatra de la unidad de salud mental del instituto de Ortopedia Infantil Roosevelt, considera que el mal manejo de las tecnologías en las familias afecta el desarrollo emocional de los pequeños, impactando en el proceso de socialización hasta causar, a largo plazo, alteraciones en el estado de ánimo.

Evidentemente, el problema que produce el uso inadecuado de aquellas tecnologías afecta la comunicación que debe existir entre los integrantes del núcleo familiar; los separa y los aísla en un especie de mundo digital.

Con frecuencia acontece que en los usuales espacios de socialización, como encuentros entre amigos o tertulias, una parte importante de los integrantes del grupo prestan más atención a sus conversaciones celulares que a las conversaciones presenciales, descuidando así los momentos para compartir.

La adicción al celular es un fenómeno que crece de la mano del internet, siendo ambas cosas complementarias. Tan grave es el problema, que el uso de aquellas tecnologías se torna para muchos enfermiza, al punto de producir la aparición de la “tecno ansiedad,” concepto creado para definir una especie de patología consistente en la dependencia a las tecnologías y el internet.