La política nacional está caracterizada por la duplicidad, la doble moral y la hipocresía descarada de sus actores. Lo primero es que nuestra clase política en ejercicio es la menos capaz para asumir esa responsabilidad, dada su abierta complicidad con las estructuras mafiosas que dominan desde las estructuras del Estado Dominicano. Esa clase de política degenerada se ha desbordado a todo el quehacer de nuestra sociedad, vivimos en la época del sálvese quien pueda, al margen de los proyectos colectivos y la creación de una conciencia social, vivimos estimulando la individualidad.

Nos han infectado tanto que desconfiamos los unos de los otros, los sistemas de inteligencias al servicio del poder establecido a nivel nacional e internacional se han ocupado de reclutar a todo el que le sirva a sus espurios intereses de dominación, y lo han hecho en diferentes escalas de compromiso e integración, unos incluso le sirven un nivel muy bajo, hasta sin saberlo, otros son parte de un tinglado inteligentemente concebido para mantener el liderazgo de la sociedad bajo control.

La esperanza en manos de estos políticos es inútil, estamos siendo destruidos por esos grupos de poder, nos están matando gradualmente. Los llamados a prevalecer a pesar de los pesares con la bandera de la dignidad y el decoro, tenemos que estar conscientes de los enormes sacrificios a los que tendremos que someternos en aras de la libertad y la justicia de nuestra sociedad. Lo único de progresivo en nuestra nación es el deterioro de los valores espirituales y morales, por un lado están las ideas y por el otro el accionar mediocre y perverso del gran universo de actores políticos, empresariales, religiosos, comunitarios y académicos.

Nuestra sociedad en las ultimas décadas se ha reafirmado en el conservadurismo, las expectativas de los diferentes proyectos políticos que se nos ofertan no pasan del reformismo, que carajo, Balaguer nos moldeo, que pena dan los discursos de las fuerzas políticas alternativas, sinceramente hablando, se perciben menos capaces que los mismos que nos gobiernan. Es que para instrumentar cambios reales se requieren de actores nuevos aportando nuevas visiones que disten de las existentes.

Mientras haya impunidad para los que se hacen ricos a partir del desfalco del erario, siempre que los periodistas se trancen en simples relacionadores públicos de intereses particulares y sectoriales, cuanto más los líderes del sistema religioso continúen cubriendo a toda costa la vergüenza moral que los enfrenta, mientras los empresarios solo piensen en sus privilegios y las grandes ganancias de sus empresas a costa de la explotación de los trabajadores y el tráfico de influencias, pues no nos llamemos a engaños, estaremos condenados a la nefasta demagogia que nos mantiene sometidos a la degradación humana.

Si no tuviera la poderosa fe que tengo en Dios, primer fundamento de nuestra Patria, les aseguro que ya no existiría. Y esa fe nos muestra un camino limpio a pesar de todo lo dicho, y alimenta una esperanza, a pesar de lo dicho, que pronto caminara todo nuestro territorio estremeciéndolo, hasta lograr el pleno despertar del pueblo dominicano.