Ella es una profesional exitosa, poco más de 30 años, inteligente, asertiva laboralmente, con un rostro hermoso que proyecta una luz especial; con deseos de crecer y entender lo que pasa con su vida emocional.
Logró salir de una relación muy fuerte de violencia de la que nombra como única bendición a su hija preadolescente. Entra en una nueva relación y comienza a ver señales que le preocupan, es cuando decide buscar ayuda desde la conciencia del dolor que pasó en la relación anterior.
Cuando intentamos explorar violencia en su familia de origen responde muy rápidamente que tuvo una familia maravillosa, una infancia feliz, que recibió todo lo que quiso, era la preferida de su padre, le dieron todos los gustos pues no había límites para ella.
Y así ocurre, por defecto y por exceso se puede dañar, esta es la razón por la que es un gran reto la tarea de criar.
Para esta joven mujer fue una gran sorpresa entender que todo lo recibido, sin la intención expresa de su familia, la había dañado y expuesto a la violencia. Que la sobreprotección no le permitió desarrollar recursos personales para entenderse como una más y ver a los demás como parte de su mundo. Su maravillosa familia tendría que comenzar a adquirir un nuevo significado frente a sus ojos y solo en el detalle de sus conductas pudo entenderlo, comenzó a reconocerse con una nueva mirada más parecida a la adulta que ya es y no como la niña que antes era.
Las niñas y niños consentidos no son educados para la vida, la participación en equidad, el intercambio, el respeto mutuo, la autoestima y de ahí a la violencia es solo un paso.
Entendió sus frecuentes ataques de ansiedad frente a una situación difícil, como una intolerancia a aceptar que las cosas no solo eran como ella las entendía. Necesitó ver que de adulta se cuenta con las opiniones de los demás y se aceptan como validas, aún diferentes a las propias.
Vio su exceso de afectación frente a una ofensa externa como un exceso de expectativa en relación a los demás. La niña consentida siempre era aceptada y todos reían de sus malcriadezas; la adulta tendrá que comenzar a crear una imagen fuerte de ella misma que no dependa tanto de la opinión externa.
Logró ver el uso sin límites que daba a las pertenencias de los demás, como una respuesta al campo abierto constante que tenía en su casa, pero que no le enseñó a reconocer los limites ajenos ni a ponerlos ella a los demás.
Las niñas y niños consentidos no son educados para la vida, la participación en equidad, el intercambio, el respeto mutuo, la autoestima y de ahí a la violencia es solo un paso.Podrían ser brillantes intelectualmente por la necesidad de aprobación y la riqueza de oportunidades que el mismo sistema familiar les facilita, pero al hacerse mayores les costará más tiempo madurar y de seguro que lo harán, pues la misma vida en el afán constante de colaborar al crecimiento humano, va presentando las situaciones para fortalecer el carácter y la voluntad. Esto muchas veces solo se logra con dolor ya que el trabajo por hacer es grande, los recursos muy pocos y papá y mamá ya no están ahí para resolver los problemas.
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