Hoy más que nunca urge buscar una salida a la proliferación de nacionales haitianos en nuestro territorio, pues luego del terrible terremoto del 2010 la inmigración ilegal sin control se hace insostenible. Si en nuestra República Dominicana se nos caracteriza por el desorden social y la debilidad institucional, que ya es grave, este fenómeno migratorio, incluyendo a otras nacionalidades, nos empeora aceleradamente y nos dificulta solucionar nuestros propios problemas.
¿Por qué tanto empeño por parte de diplomáticos y organizaciones haitianas, dominico-haitianas e internacionales para denotar xenofobia o maltrato a los nacionales haitianos de parte de los dominicanos?
Es cierto que las autoridades de migración, la Junta Central Electoral y muchos patronos en ocasiones violentan los derechos de muchos nacionales haitianos o descendientes de estos, pero esta situación no es exclusiva para ellos sino que es cotidiano de todas las instituciones estatales para toda la población en general y lo más relevante es que no hay país en el mundo que guarde tanta tolerancia y aceptación a un país vecino, que convive con una frontera única y común, como lo hace República Dominicana con la República de Haití, a pesar de que nuestros vecinos tienen una cultura totalmente diferente a la nuestra con distinto idioma, distinta religión, distintas costumbres, entre otras.
Algo más grave es la amenaza a nuestros recursos naturales por la costumbre de depredación ambiental que ha convivido con el pueblo haitiano durante toda su historia, siendo escasa la porción de tierra que les queda cultivable. Y la gran mayoría de los haitianos que residen en nuestro territorio se encuentran ilegales, "millones de residentes haitianos", siendo extremo esta cantidad en relación al porcentaje de habitantes dominicanos y de territorio, lo que no sucede en ningún otro país.
Somos exclusivos en los privilegios y beneficios que damos a los haitianos en la República Dominicana, siendo extremadamente permisivos y tolerantes, lo cual es a costo de muchos sacrificios de nuestros servicios, lo que rechazo y debe ser inaceptable. Me extraña el hecho de que nuestras autoridades no regularicen y amplíen los intercambios en todos los renglones ni pongan más empeño en defender la realidad de las relaciones domínico-haitianas, las cuales deben llevarse al conocimiento de la comunidad internacional y desenmascarar a aquéllos que buscan resolver un problema de muchos países con sacrificio del territorio dominicano.
La República de Haití es uno de los países más empobrecidos a nivel mundial y el más pobre de las Américas, como consecuencia de un conjunto de dificultades estructurales históricas que acompañaron el surgimiento de la propia nación haitiana, generando la pobreza extrema de sus habitantes, la desigualdad y la marginalidad social.
La delicada situación haitiana requiere, como primera y elemental solución, el logro de una estabilidad social y política que sirva de base al equilibrio socio-económico de la nación, creando las condiciones favorables que propicien el fortalecimiento de todo un proceso institucional, democrático y progresista; el desarrollo del aparato productivo de la nación y consecuentemente la productividad; oportunidad de empleo, la rentabilidad y la garantía de derechos en general.
Por lo que, la reconstrucción y la viabilidad del Estado haitiano, mediante la implementación de dicho proceso repercutiría profundamente en la sociedad dominicana en todos los aspectos de la vida política, económica, social, medio ambiental, militar y policial; propiciando una mejor interrelación bilateral, beneficiosa y productiva, y sobresalientes espacios de convivencia pacífica entre ambas naciones.
“Estados Unidos acusa a RD de excluir a haitianos y a dominico-haitianos, en su informe anual sobre derechos humanos del Departamento de Estado, relativo al 2012 y publicado viernes 19 de abril, recordó que en República Dominicana, con una población de 9,7 millones de habitantes, residen entre 900.000 y 1,2 millones de inmigrantes indocumentados, "en su mayoría haitianos o sus descendientes".” Acento.com.
Si EE.UU. admite esta cantidad de ilegales haitianos, que supera el 10% de nuestra población, la situación es alarmante. Pero más preocupante aún, es que nuestras autoridades no se inmuten por esa injerencia en nuestra política migratoria, quienes no tienen moral por su fracasada y abusiva política migratoria.
Por otra parte EE.UU. es también responsables del derrotero del pueblo haitiano y hasta del nuestro, con sus abusos y saqueos en sus invasiones. Por lo que es inaceptable su intromisión y desfachatez en nuestros asuntos, mientras evaden su culpa en la pobreza haitiana y de no aportar los recursos pendientes en la reconstrucción de nuestro vecino país.
Estructurar e implementar dicho proceso representa labores interinstitucionales de gran trascendencia, y que les tocaría en mayor medida a los invasores que desfalcaron nuestras riquezas cuando fuimos colonizados. En tal sentido, un proyecto o plan de reconstrucción en Haití debe ser una prioridad de la política internacional dominicana, latinoamericana y principalmente de los grandes colonizadores de ese entones, Francia, España e Inglaterra, además Estados Unidos y Canadá.
Haití necesita consensuar un proyecto de nación, en el que toda la sociedad se cohesione en sentimientos patrióticos que hagan posible creer y sentir la necesidad de impulsar con iniciativas propias el rescate y reconstrucción del Estado, pues no debe haber nadie más interesado y a la vez que pueda ser más beneficiado que el mismo Haití, por ello, debe nacer de ellos, debe surgir de las entrañas de su pueblo, el creer y aspirar a consolidar un Estado desarrollado, con garantía de estabilidad y convivencia pacífica.
La sociedad haitiana debe demostrar y a la vez conquistar la credibilidad de toda la comunidad internacional. Pues la sociedad haitiana tiene grandes dificultades, hasta para registrar los nacimientos que ocurren cada día, y que podemos esperar de un ciudadano del mundo sin nacionalidad o que no tenga la oportunidad de registrarse en los archivos que lo hacen un sujeto de derecho, es válido entonces, que como parte de este proceso de crecimiento institucional en Haití, se organice y dignifique a cada niño o adulto que no halla podido ser registrado.
Nuestra condición de isla compartida nos obliga a desarrollar políticas bilaterales claras, para las relaciones diplomáticas, comerciales, migratorias, culturales, pues desde el nacimiento de ambas naciones fuimos, somos y seremos un matrimonio sin divorcio, debiendo aceptar nuestras realidades y trabajar juntos por un desarrollo sostenible de ambas naciones, dejando claro ante el mundo el respeto basado en los principios de los derechos internacionales y de la libre y soberana determinación de los Estados.
Reflexionemos seriamente sobre la nueva invasión haitiana. Son millones y en aumento, pero nadie hace ni dice nada. Es urgente presionar al gobierno y las autoridades.
No esperemos que perdamos todo, aún estamos a tiempo para recuperar nuestra patria y proteger nuestras riquezas con soberanía absoluta.
Hasta cuándo? Despertemos!