“En la Era Industrial el Director General se sentaba

en la cumbre de la jerarquía y no tenía

que escuchar realmente a nadie. En la Era de la Información

es preciso escuchar las ideas de los demás,

sea cual sea su posición en la organización”.

(John Sculley).

Paul Allen y Bill Gates conformaron desde muy joven  una sinergia que se constituyó en una verdadera cadencia, donde la expresión de dos genios se cristalizaría a través de Microsoft. Ambos forman parte de ese 0.5% de la humanidad que conforman la categoría de Genio, de acuerdo al Coeficiente Intelectual (CI).

Paul Allen tiene un Coeficiente Intelectual de 170 y Bill Gates de 160. Una persona con un CI a partir de 140 cae en la categoría de Genio. Albert Einstein tenía 160. Ahora bien, lo que te hace realmente genio no es solamente el Coeficiente Intelectual per se, sino los aportes que en el plano tecnológico, científico, humanista y social, haya desplegado a favor de tus congéneres y el impacto de esos aportes para la humanidad.

Bill Gates y Paul Allen, desde la Tecnología, han coadyuvado a cambiar el mundo. Han posibilitado que los seres humanos cambiaran la manera de hacer las cosas y por lo tanto, todo el imaginario de la vida social, en todas las dimensiones, cambiara. Ellos, en gran medida, forman parte de los protagonistas de la Era de la Información, de los Negocios en la Era Digital; de la resonancia de la Globalización, como espacio medular de la Tecnología de la Información y la Comunicación.

Si la Era Industrial necesitó 100 años para empoderarse completamente del planeta, la Globalización que conocemos hoy, irrumpió en los años 90 y se apoderaría inmediatamente, merced, al mismo tiempo, del desarrollo y revolución de la Tecnología de la Información. Pareció al unísono ruptura y continuidad, una verdadera revolución, en todos los planos de la vida postmoderna. No puede entenderse la Globalización sin la asunción de la Tecnología de la Información, como fuente matriz de la revolución permanente a que está abocado el mundo de hoy. Todas las dimensiones de la existencia humana han variado desde los años 80.

Los últimos 30 años constituyen la síntesis de la condensación de la historia de las realizaciones del ser humano. 30 años de una bastedad, de una enormidad de cambios e innovaciones por doquier. Bill Gates y Paul Allen, cofundadores de Microsoft Corporation, unieron sus talentos, su genio creativo e innovador, para contribuir a través de la Tecnología del Software, a cambiar el mundo. Generaron una verdadera sinergia con sus genios e ingenios, para con su visión y su compromiso con la Tecnología de la Información, hacer más fácil la vida postmoderna.

Es lo que explica que al día de hoy, ambos sean de los hombres más ricos del mundo y ahora es que llegan a 60 años y a 58. Paul Allen nació en el 1953 y Bill Gates en el 1955. Dos amigos, dos genios y una visión, se unieron en una corriente empática y sinérgica para fortalecer lo que emprenderían, que le daría el éxito sin par. Una unión basamentada en fortalezas y no en debilidades, en el sostén y cimientos de dos Genios.

El punto de partida ineludible, a partir de esa experiencia es cómo podemos contribuir a cambiar parte de la vida social–institucional en la sociedad dominicana. Una sociedad que parecería que su fundamento esencial es la individualidad. No nos unimos en función de nuestras fortalezas y para proyectos colectivos; sino, en las debilidades, carencias y falencias. No vemos los puntos comunes para el logro de una determinada meta, sino que nos enfocamos en las diferencias.

No nos damos cuenta que “una nota suelta no sirve para nada, pero unida a otras permite componer una bella melodía”. Nos atenazan esas actitudes y valores atávicos que existen en el tejido social dominicano, donde prevalece el paradigma de que un conjunto de individuos con talentos es suficiente y básico para alcanzar metas. Ello es necesario, empero, no suficiente, sino dejamos atrás los egos, miedos y silencios que nos envuelven en los cálculos fríos de los intereses individuales.

Necesitamos hacer–hacer y ello solamente cobra cuerpo, verdadero sentido, si rupturamos el modelo del miedo a perder, por el nuevo mapa mental de perder el miedo. El temor, la aprensión y los recelos, solo se pierden cuando tenemos como norte los valores, puesto que no es difícil tomar decisiones cuando tenemos muy claro en el horizonte los principios, ya que los valores indican la rectitud de nuestro destino.

En nuestra caracterización cultural somos muy dados al individualismo, con un profundo miedo a la incertidumbre y en consecuencia, a los cambios; muy dados a la “estabilidad”, aunque ésta nos carcoma por completo. Somos una sociedad, según la taxonomía de Edge, determinada en la Distancia del Poder, a la ambigüedad y a la reverencia sin respuesta.

Todo ello, nos deja una secuela de desequilibrio, donde la exacerbación del individualismo y de los egos, rompe la cadena de confianza y por lo tanto la creatividad; antorcha luminosa  de la lealtad, que es la que expresa la sostenibilidad en el tiempo de un proyecto colectivo, sobre todo, si es societal.

Tenemos que asimilar el nuevo prototipo de dirigir y construir proyectos más cimentados desde el cerebro derecho, menos en la razón y más en el corazón. Un nuevo paradigma donde liderar sea, sencillamente, el norte y no en el mero dirigir. Dirigir desde la razón, es solo: exigir, transmitir, mandar. Liderar es: escuchar, dar ejemplo, empatizar, persuadir, entender, construir sinergia. La sinergia es que el todo es más que la suma de las partes. Construir sinergia es actuar en la excelencia, es posibilitar una nueva energía trascendida. Es la puesta en escena de la cultura de la calidad a través de la Cooperación, teniendo como eje central el Compromiso, como algo más que el Yo mismo, en la búsqueda permanente de un NOSOTROS; escalera nodal para un bienestar social colectivo, más halagüeño, más significativo.

Nos pone en el camino de que tenemos que desarrollar una nueva cultura, una nueva mentalidad, que exprese y solidifique el Coeficiente Intelectual societal sinérgico, para crear una mayor inteligencia institucional, que propicie los cambios estructurales que ameritamos como nación. Es la fertilización y catalización de nuestras mejores fortalezas que multiplicará nuestra cohesión social.