Contar la historia de los obreros y obreras del mundo no se puede hacer sin señalar los acontecimientos de Chicago de 1886 por la jornada de las ocho horas.

Según reseñan los periódicos de la época, en los Estados Unidos se paralizaron 5 mil fábricas y 340 mil obreros y obreras salieron a las calles a manifestar sus exigencias de manera pacífica. Pero en Chicago, los acontecimientos tomaron una línea violenta cuando la policía  intento disolver las manifestaciones, lo que culminó con la masacre de un número todavía indeterminados de obreros y obreras en la Plaza Haymarket (4 de mayo) y el posterior enjuiciamiento y condena a muerte de cinco líderes anarquistas: Georg Engel (alemán de 50 años); Adolf Fischer (alemán de 30 años); Albert Parsons (estadounidense de 39 años); August Vincent Theodore Spies (alemán de 31 años) y Luis Liangg (alemán de 22 años).

En República Dominicana, la historia sindical tiene una trayectoria traumática y ha dependido mucho de los acontecimientos políticos nacionales e internacionales

Estos acontecimientos liderados por los anarquistas y socialistas empujaron las demandas del movimiento obrero en los Estados Unidos y marcaron un punto importante que hoy no ha podido ser borrado de la memoria histórica de la clase obrera del mundo. La exigencia fundamental de estos obreros y obreras eran: los “Tres ocho”; ocho horas para trabajar, ocho horas para descansar y ocho horas para la casa y demás quehaceres.

En República Dominicana, la historia sindical tiene una trayectoria traumática y ha dependido mucho de los acontecimientos políticos nacionales e internacionales.

Desde su auge en los primeros años del siglo XX ha tenido que desarrollarse bajo el autoritarismo de los capataces norteamericanos de la industria azucarera y de dos dictadura, la de Rafael Leónidas Trujillo y Joaquín Balaguer Ricardo. Sin embargo, los sindicatos obreros dominicanos no han dejado de exigir sus derechos.

Las demandas de ayer y hoy sigue siendo las mismas, desde aquellas que plantean reformas del Estado por la ejecución de políticas públicas que garanticen a los trabajadores y trabajadoras un salario decente, seguridad social digna, libertad sindical, protección y recuperación de los recursos naturales, derechos a educación, salud, vivienda y seguridad. Y las que tienen que ver con el rescate y confiscación de los bienes del pueblo despojados por la corrupción gubernamental, la desprivatización de las empresas, el desmonte del modelo neoliberal, la eliminación de la impunidad a los violadores de la constitución, las leyes, decreto, convenios, y acuerdos, además de la superación de la sobreexplotación, opresión y exclusión política de la población trabajadora y del pueblo en general.

Hoy primero de mayo, hay que recordar a hombres y mujeres que han sacrificado sus vidas por el movimiento sindical en República Dominicana. Estos no pueden ser olvidados y me refiero a Mauricio Báez, Justino José del Orve, Miguel Soto, Barbarín Mojica, Teófilo Ortiz (Pata Blanca), Julio de Peña Valdez, Quirico Valdez, Miguel Soto, Santiago Rodríguez Paula (viejo Pedro), Heriberto Núñez, Francisco Antonio Santo, Providencia (viuda Lugo), Fernando de la Rosa, Efraín Sánchez Soriano (Pocholo), Nélsida Marmolejos, Joaquín Luciano, Fernando Rodríguez Montan, Dionisio Martínez, Henri Molina, José Gómez Cerda, Luis Manuel Poline, entre otros.

Gracias a estos hombres y mujeres que han conformado el movimiento sindical obrero en República Dominicana y del mundo.