Los candidatos que resulten favorecidos con el voto interno serán los llamados a representar legítimamente al partido y a ser sometidos al juicio de los electores, quienes evaluarán sus cualidades, liderazgo y defensa de sus intereses. De ahí que en cada elección del postulante a un cargo, el partido se juega su suerte electoral, nacional y localmente.

Si importante es la elección misma de los aspirantes proclamados, tampoco deja de serlo las vías y los procesos escogidos paranominarlos en la boleta electoral. En caso de que los procesos hayan sido antidemocráticos y fruto de negociaciones oscuras, el clima interior estará lleno de perturbaciones que conspirarán contra la candidatura impuestaverticalmente y también contra la disciplina interna que se verá relajada.

Reverberaciones de esto último, es lo que estamos viendo en la actualidad con los procesos de selección de los candidatos a puestos electorales que aspiran a representar, en primera instancia a sus respectivos partidos de cara a los electores, y a última instancia, a sus comunidades.

Las aguas en el seno de las distintas organizaciones políticas se están revolviendo y levantando gigantescas olas de discordia. Estas aguas se han vuelto tumultuosas, porque se está procediendo a violentar los procedimientos internos democráticos basados en procesos convencionales que se están obviando en favor del pragmatismo partidista o de cálculos electoralistas, a los cuales se subordina el aparato partidario.

Nuestra deriva de la democracia a la partidocracia se debe al hecho de que cada vez les estamos dando menos participación a los afiliados a los partidos y les estamos quitando el protagonismo que debieran tener en la elección de quienes van a competir en su nombre.

La cuota gorda de las reservas de candidaturas y otras formas de centralismo excluyente, están causando que los partidos sean pasto de inconformidades y descontento que amenazan su unidad interna. La exclusión de las estructuras locales y su sustitución por las cúpulas partidistas en lo relativo a la selección de los candidatos, puede tener un efecto devastador en las posibilidades electorales de los partidos que incurren en esta práctica.

Los partidos que verdaderamente se precian de democráticos no dan pie a que estructuras jerarquizadas se sobreimpongan a los procedimientos de selección participativos como normatividad jurídico-política. Dime cómo elige tus candidatos y te diré qué nivel de democracia interna tú tienes, es una paráfrasis que se le puede aplicar a un partido para saber qué tan en serio se toma el ejercicio democrático.

El hecho de que sean las encuestas con sus potencialidades de ser viciadas por la manipulación y alteración, y no sean los miembros de los partidos quienes tengan el poder de decisión final, nos hace preguntarnos hasta qué punto será democráticamente válido este procedimiento que está ganando terreno como método preferido para seleccionar candidatos.

Esta realidad nos pone en claro la pobreza institucional que predomina en nuestra partidocracia, donde las reglas internas se acomodan a la conveniencia y su aplicación resulta muy laxa y vaga, sin ninguna rigurosidad legal que obligue a su cumplimiento.

En nuestro país, el método a través del cual los partidos políticos toman la decisión sobre quiénes los representarán en las elecciones, son las convenciones y así está establecido tanto en la legislación electoral dominicana como en los estatutos internos de la mayoría de las entidades políticas.

Este marco legal, tanto a nivel institucional como intrapartidario, se ha establecido para garantizar que los partidos políticos elijan “democráticamente” a sus candidatos, y darle de esa manera cierta calidad representativa.

La nominación o postulación de candidatos que primeramente pasaron la prueba de fuego y el filtro de la selección interna, facilita a los votantes el proceso de elección y votación, ya que sería una tarea difícil y engorrosa evaluar de un solo golpe a todos los aspirantes a puestos electivos que normalmente existen en todos los partidos.

Al presentarle al electorado sus candidatos, se asume implícitamente que se escogió lo mejor para competir y salir airoso en un proceso electoral.Aunque aquí esto se ha viciado y distorsionado, y se escoge a cualquier bachatero, pelotero o artista que acerque la posibilidad de triunfo, en el entendido de que se vota por persona y no por programa, en una especie de canibalización y chabacanización de la democracia que ya debemos ir dejando atrás.