Espías a ver si hay alguna de tus canciones en la lista.

El primer lugar lo ha ganado Bob Dylan, dices.

Ahora me doy cuenta: esa selección no tiene que ver con un asunto medalaganario, sino con un consenso. Luego, entro en conciencia que algunas canciones no son tan manoseadas por el público. Me parece que todo ha sido para que uno aprenda algo que quizás no es tan difícil: la recuperación de muchos clásicos.

Son bien elegidas, como le dije a alguien. No es cierto que años y años de experticio en el negocio de la música, terminarían con una mala selección. Sin embargo, eso de hacer cánones se parece más a Harold Bloom. Siempre hay gente que no estará de acuerdo. Y no es la primera vez que se intenta: la gente está acostumbrada a las listas que se hacen para todo.

La lista no parece ser una que hicieran algunos seres entrenados en otro tipo de cuestión, digamos ingenieros especialistas en energía nuclear. De lo que se trata aquí es de decir: miren, estas son las mejores cien canciones de la historia del rock. Me parece muy bueno el esfuerzo. Muy adecuado.

Yo soy un especialista, podría decir la persona. Las canciones las elijo yo, continuaría. Lo que hay que tener claro es que no se trata de eso, se trata de un medio con décadas de experticio, la Rolling Stone.

Algunas canciones no estarás de acuerdo con que estén ahí. Te parecen muy distantes de tu gusto, lejanas de lo que hubieras elegido en tu propio canon. Eso de elegir las mejores cosas siempre se presta a mala interpretación. Sin embargo, ahí vamos –como dice Gustavo Cerati–, y es cierto que no todas las listas son luego reproducidas. Hay que esperar la reacción de la gente. Mientras tanto, se agradece el esfuerzo de los convocados.