Factorización de la seguridad: Relación directa entre prácticas institucionales y criminalidad
En la primera parte de este artículo presente mi hipótesis de que la calidad de la seguridad resulta ser más efectiva y proporciona mayor rentabilidad en la relación costo-beneficio, que la cantidad. La siguiente anécdota confirma este argumento.
Durante los tres años que estuve involucrada con un equipo de especialistas en el diseño e implementación del piloto del Plan de Seguridad Democrática nuestra mira y esfuerzos estuvieron enfocados en la reforma policial. Esto así, a sabiendas de que una política nacional de seguridad no sólo se reduce a su componente policial; sin embargo, la policía, como cuerpo de servidores públicos de primera línea que son, constituyen la punta de lanza de cualquier política de prevención y coacción. Recuerdo una reunión en el despacho presidencial en el año 2005, en la que estuvimos menos de media docena de personas, incluyendo el ministro de interior, el jefe de la policía y el propio presidente de la República. Cuando el Presidente lanzó la pregunta de cuántos policías estaban efectivamente ejerciendo sus funciones operativas en las calles de la ciudad, la respuesta un poco a sotto voce del Jefe de la Policía nos dejó a todos perplejos: cuatro mil policías (incluyendo los relevos), de un total de 35,000 agentes activos!! La pregunta siguiente no se hizo esperar: donde entonces estaba el resto del pie de fuerza? La cuestión no era un misterio; como ya es sabido por miles de dominicanos/as, un gran porcentaje de estos policías estaban cumpliendo trabajos administrativos, cuidando edificios, sirviendo de escolta a funcionarios, senadores, políticos, alcaldes, gobernadores. Cierto es que muchos agentes estaban en sus destacamentos y en las oficinas del Palacio de la Policía, y también custodiando las cárceles del país, pero el asunto crítico era la revelación de que sólo 10.5% de los agentes del orden público se encontraba patrullando las calles. Como deducirá el/la lector/a, el problema en este caso no era el volumen de efectivos disponibles, sino más bien, la forma en cómo este volumen estaba siendo administrado, o para ser más precisa, mal administrados.
Esta anécdota la traigo además a colación, porque cuando de optimizar los recursos disponibles para garantizar la seguridad y prevenir la violencia se trata, hay una serie de factores críticos que no pueden faltar en el prontuario, entre los que cabe mencionar:
El patrullaje. Al respecto, todo/a criminólogo/a entiende que el patrullaje policial es apenas uno de los recursos de prevención del delito, pero sin duda está entre los más efectivos y eficaces. Esto así por dos razones: por un lado, permite al policía conocer de primera mano y por proximidad, el contexto y las condiciones que podrían propiciar actos delictivos y criminales en territorios específicos. En segundo lugar, viabiliza que los moradores de barrios y comunidades establezcan una relación de mutua colaboración con los agentes policiales. Dicho esto, se da por sentado que esta fórmula funciona sólo bajo condiciones de estricta profesionalización, honestidad y ética del servidor público encarnado en el agente policial.
Asimismo, el patrullaje es un recurso funcional para la planificación, las prácticas mejoradas, y la institucionalidad, en la medida en que el mismo ofrece además la oportunidad de restablecer relaciones de retroalimentación con los usuarios del servicio. Su propósito no busca necesariamente ser intimidante para todo el mundo, pero si generar confianza; aunque el objetivo último es el de desincentivar a los delincuentes a cometer crímenes en las zonas de patrullaje, las cuáles deberían cubrir extensamente ciudades y comunidades.
El patrullaje de acercamiento. De lo dicho se entiende que la acción de patrullar no es una función que debe tomarse a la ligera. Por el contrario, si el patrullaje no se realiza bajo criterios adecuados, la sobre-presencia policial puede ser más prejudicial que beneficiosa. Me explico; una falencia endémica de nuestro sistema de seguridad, lo ha sido la práctica inexistencia de un patrullaje comprensivo, constante, preventivo y situacional. Por ello, cuando los miembros del equipo del PSD fuimos alertados del reducido e ineficiente patrullaje, inferimos que el PSD tenía por delante una tarea prioritaria, y a la vez un gran desafío que encarar.
Por lo tanto, si bien es muy alentador saber que 18,000 nuevos policías estarán patrullando las calles del Gran Santo Domingo, no deja de ser preocupante el riesgo de que éstos pudieran acabar, como dice el dicho, “dando palos a ciegas.” En otras palabras, estos agentes deberán tener muy claro cuál es su rol en la interacción cotidiana con los/las ciudadanos/as.
Ellos deberán tener muy claro que su propósito es prevenir el delito, y que para ello deberán ir conociendo las condiciones y necesidades sociales del territorio donde harán el patrullaje; los códigos de relacionamiento de los residentes de las comunidades en las que operaran. Necesitaran observar, y conocer de primera mano los requerimientos, dificultades y limitaciones del ciudadano de calle, a fin de entender qué acciones deben ser sujeto de seguimiento y cuáles no.
Si los agentes que estarán patrullando las calles persisten con el patrón de detener y apresar a toda persona que les parece sospechosa; si continúan irrumpiendo en hogares en barrios de bajos ingresos sin tener pruebas sólidas de actividad criminal, y órdenes de requisamiento; si no toman en serio las querellas de vecinos y familiares sobre casos de abuso doméstico y violaciones, entonces este esfuerzo de patrullaje tendrá un efecto contra-productivo, en la medida en que generará más animadversión y contrariedad que confianza y cooperación entre los ciudadanos y usuarios del sistema de seguridad. De suerte que aún esos 18,000 agentes, no serán suficiente para prevenir y reducir la violencia que aqueja a la sociedad dominicana.
El moto que debe guiar a la policía en su trabajo cotidiano es servir a la ciudadanía, garantizar su seguridad y el orden, dentro de los parámetros culturales y de interacción social específicos de las áreas donde estarán operando. Con este aspecto coincide el propio Director de la PN, según lo manifestara en su reciente declaración a la prensa. Para ello, el patrullaje situacional sugiere que hayan dinámicas diferenciadas entre las zonas urbanas y las rurales; en los barrios donde los servicios y bienes sociales son muy precarios, y en aquellos donde estos servicios abundan. Con diferenciadas no quiero decir discriminatorias, siendo esto último lo que lamentablemente ha orientado históricamente el trabajo policial en nuestro país.
Por lo tanto, es una labor del liderazgo institucional establecer las prioridades de atención, y las modalidades de trabajo, de acuerdo con esos parámetros.
Ahora bien, al respecto, me permito poner un ejemplo de prácticas cuestionables: En el momento en el que estoy escribiendo este artículo, sábado 7 de julio, la prensa dominicana ha hecho público que la policía ha detenido en las últimas 24 horas a 2,000 personas, e incautado 103 armas. El comunicado también confirma que entre estos dos mil ciudadanos detenidos, se capturaron: cuatro individuos que poseen registros policiales (ficha), cinco “reconocidos delincuentes” y 11 personas detenidas en flagrante delito.
Detengámonos un momento a analizar esta acción policial: Podríamos calificarla de exitosa o más bien, cuestionable? Definitivamente me inclino por lo último. A menos que la intención de la PN sea crear un impacto mediático para demostrar activismo -un propósito entendible, pero en este contexto fútil- nada explica el precario y negativo balance que arroja el costo de detener a 2,000 personas, solamente para capturar entre éstos a 9 individuos considerados sospechosos, y a 11 que estaban supuestamente cometiendo diversos tipos de delitos.
Este ejemplo, nos devuelve a mi argumento inicial de la relación cantidad vs. calidad, y nos remite además al segundo factor relevante de optimización de la labor policial y del policiamiento, sobre el que abundaré en la próxima entrega.