“Hoy, la seguridad se entiende cada vez menos en términos militares, y mucho más como la ausencia de conflicto. Es de hecho un fenómeno que abarca el desarrollo económico, la justicia social, la protección del medio ambiente, la democratización, el desarme y el respeto a los derechos humanos.” Kofi Annan, Ex–Secretario General de las Naciones Unidas y Premio Nobel de la Paz, 2001.
La inseguridad ciudadana figura consistentemente como una de las principales preocupaciones de los dominicanos. Los actuales niveles de violencia hacen parecer a nuestra nación a una en su forma más primitiva, lo que sería equivalente a decir que vivimos en una nación sin Estado. Si precisamente una de las primeras funciones del Estado es generar orden en la sociedad mediante el diseño de una infraestructura con base legal, capaz de normar las interacciones entre sus miembros. Dicho de otra forma, el Estado tiene la obligación de garantizarle a sus ciudadanos un entorno seguro y saludable donde pueda prosperar el intercambio.
Pero lo que está en discusión aquí no es si la función de nuestra seguridad le compete al Estado; le compete, sin dudas. Simplemente el Estado está siendo mal administrado. Como consecuencia, el ciudadano que no tiene dinero para contratar una seguridad privada, no puede asegurar su propia integridad física; el ciudadano que no tiene dinero para asistir a una clínica privada de calidad, no puede asegurar su buena salud; asimismo, ese ciudadano sin amplios recursos, fácilmente carece de una buena educación.
Entonces pregunto, ¿seguridad ciudadana frente a qué o quienes?
En siglos pasados, la soberanía de las naciones se comprometía primordialmente vía conquistas e invasiones territoriales. De ahí que las inversiones presupuestales en defensa siempre eran más que justificables. La redefinición del plano internacional en materia geopolítica y la consecuente interacción entre Estados marcada por el avance de los derechos humanos, sin embargo, ha reorientado la concepción de seguridad ciudadana, especialmente para países pequeños como el nuestro.
En este sentido, ¿podemos justificar nuestras inversiones actuales en materia de Defensa? Dando por hecho que no seremos sujeto de una invasión por parte de potencias extranjeras, propongo circunscribir nuestros argumentos en torno al único país con quien compartimos limites geográficos: Haití. Concretamente, ¿corremos peligro de una invasión militar Haitiana?
Basta con saber que Haití es uno de varios países latinoamericanos que han decidido eliminar sus ejércitos nacionales (1995) y que conservan únicamente a sus fuerzas policiales. En un artículo de periódico publicado en el 2011, el historiador Bernardo Vega se refería a este tema diciendo lo siguiente:
“Haití no necesita un ejército, lo que necesita es un incremento en su fuerza policial la cual cuenta hoy día con apenas 10,000 hombres y mujeres, cuando para esta fecha el objetivo había sido llegar a 14,000 para eventualmente sumar 20,000. Con esa última cuantía bastaría esa policía para suplir el vacío que en unos cinco años, más o menos, creará la salida gradual de las tropas de la Minustah, que hoy incluyen a contingentes de ocho países latinoamericanos. Desde hace años Panamá y Costa Rica tan sólo cuentan con policías, no tienen ejércitos y eso es lo que debe imitar Haití.”
Sabiendo eso, ¿corremos peligro frente a Haití? ¿Podemos justificar recurrente inversiones en fuerzas aéreas, armada y ejército nacional?
En sintonía con el recién citado fragmento del Sr. Vega, me inclino a pensar que nosotros tampoco necesitamos de un ejercito. En cambio, una propuesta de seguridad ciudadana debería enfocarse primordialmente en la reestructuración y profesionalización de una fuerza policial conformada por una policial nacional generalizada, una fuerza policial fronteriza que responda a una política migratoria claramente definida (hoy inexistente) y un guarda costas que brinde seguridad a la industria del turismo, pescadores nacionales y que pueda ser efectiva en detener el tráfico ilegal de drogas, armas y otros.
Tal y como indica el ex–Secretario General de la ONU, Kofi Annan, más allá de la fuerza policial, “la seguridad se entiende cada vez menos en términos militares.” La seguridad de los ciudadanos depende precisamente de múltiples aristas, relacionadas a temas de salud, educación, y otras tantas carencias que nos enmarcan en un lamentable contexto de pobreza y subdesarrollo nacional.
La “solución” gubernamental para la creciente pobreza dominicana ha sido, como en el pasado, endeudarnos hasta el alma. Conociendo esa situación de pobreza, ¿no parece insensato y descontextualizado un Ministerio de Defensa con un presupuesto anual de más de seis mil millones de pesos?
Quizás debamos pensar en protegernos de nosotros mismos. Nosotros somos corresponsables de esta crisis. Seguimos eligiendo caminos conocidos, pidiendo cambios a quienes no quieren ni pueden cambiar y seguimos fracasando como nación.
Propongo trabajemos por nuevos y mejores gobiernos, comprometidos con la separación de los poderes del Estado, la profesionalización de nuestras fuerzas policiales y la transformación de nuestro sistema educativo. Hasta no lograr eso, no pondremos fin al crimen y el delito impunes.
Todo esto puede y debe cambiar, si decidimos encarar esta crisis desde una nueva política, porque la solución es fundamentalmente política.
Todo esto puede cambiar, si decidimos cambiar nosotros… si decidimos construir sobre mínimos de decencia, de democracia y de justicia.
Samuel Bonilla | @sbonillabogaert | se.bonilla@gmail.com
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