El tema de la seguridad ciudadana se ha convertido en una preocupación de toda la sociedad dominicana, así lo evidencian las diferentes encuestas que se realizan y publican en el país. Se trata de una deuda pendiente con el pueblo dominicano que se viene arrastrando por generaciones. Hasta ahora, todas las administraciones gubernamentales se han quedado en planes, creación de comisiones, titulares de prensas, sin resultados concretos.

Pero muchas veces se ha perdido de vista un tema neurálgico de esa discusión y es la cuestión de la salud mental.  La gran mayoría de los actos violentos están mediado por condiciones previas de personas con trastornos mentales, desequilibrios emocionales y sociales, donde hasta la propia familia no tiene seguridad garantizada en quienes la encabezan.  Y las carreteras son una cita con la muerte justamente por esta extraña ecuación no resuelta entre violencia y salud mental.

Vivimos en una sociedad enferma, rota y desquiciada, donde la vida no vale nada, importa la ostentación, la prepotencia, el individualismo, que raya en un tipo de “esquizofrenia” social, en la que se vive una mezcolanza extraña entre pretensión, mito y realidad; o como se dice en el argot juvenil, hay gente que se cree su propia película.

La Iglesia católica en diferentes ocasiones se han referido al tema de forma institucional, a través de los Mensajes que tradicionalmente dirigen los obispos dominicanos cada 27 de febrero, quienes se expresaban en los siguientes términos en Mensaje del 27 de febrero del año 2018: “en el país aún persisten males que perturban el ambiente de paz, como son la inseguridad ciudadana, la violencia contra la mujer, la impunidad, la irresponsabilidad y deficiencia de los cuerpos de seguridad”.

En términos personales, el llamado a enfrentar la “inseguridad ciudadana” que vive el país se ha convertido en una constante. En declaraciones pasadas expresaba y quiero ser reiterativo al respecto, mi preocupación por el tema de la seguridad ciudadana y los altos niveles de violencia que tenemos como sociedad, al tiempo que hacía el llamado con tono enérgico a las autoridades, a no permitirle a la delincuencia “continuar ganando terreno”.

Soy consciente de que se trata de un tema complejo, con muchas aristas que merece ser abordado íntegramente, pero ya se debe pasar del discurso a la acción, de las promesas de campañas al cumplimiento, de los planes a la ejecución.

La seguridad ciudadana juntamente con la reforma policial no puede continuar postergándose en comisiones y mesas de diálogos, donde solo se recuerda su urgencia cuando sucede un acontecimiento trágico que consterna a la sociedad.  Y se ha de avanzar a una verdadera renovación de las políticas públicas en salud, en especial la atención a la salud mental.  Personalmente creo que debemos aspirar a un mayor número de psiquiatras que de generales.

Estamos saliendo de una crisis sanitaria y económica que ha representado un gran reto para el país, entiendo que son muchas las demandas que tiene el Gobierno, que atravesamos un momento complejo, pero le sugiero al Sr. presidente de la República que priorice el tema de la seguridad ciudadana, la Reforma de la Policía Nacional, y la inversión en el sistema de justicia y de salud pública, encargando un mesa de trabajo de expertos en estas materias que sugieran medidas a implementar en lo inmediato, además de solicitar la cooperación de países con amplia experiencia en estos temas; pues, se ha convertido en una creencia popular en lo ciudadanos que cuando no se le quiere dar soluciones reales a una problemática se crean “comisiones”.

El pueblo ha perdido la fe en los aportes, en muchas ocasiones valiosos que se realizan en estas comisiones, pero sin dar los resultados esperados por la sociedad. Considero que es el momento de hacer frente desde el Gobierno a estos temas con valentía, a la vez, todas las fuerzas vivas de la sociedad debemos estar prestos para apoyar al gobierno en esta labor.