En el año 2000 se fijaron desde las Naciones Unidas los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Fueron 8 los propósitos de desarrollo humano fijados. En ninguno figuró el tema salud mental. En 2015 se lanzan los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), para dar continuidad a la agenda de desarrollo tras los ODM. Esta vez la salud mental es incluida y forma parte del Objetivo 3, Salud y Bienestar. De esta forma, desde el seno de la más alta instancia global, se hacía justicia con un sector de la salud que las mismas Naciones Unidas, por medio de su brazo para los asuntos sanitarios mundiales, la Organización Mundial de la Salud (OMS), mantenía en el ostracismo.
Era una paradoja: se escuchaba decir a consultores de la OMS, desde hacía décadas, que la salud mental era la cenicienta de los sistemas de salud de los diferentes países, pero no fue hasta ese año de 2015, cuando esa misma institución logra colocarla en la agenda mundial. Ese acto, significativo, porque no tenía precedente, visibiliza el tema, pero nos queda la tarea de resolver el problema.
¿De qué se trata el problema de la salud mental?: De que 1 de cada 4 personas tendrán un trastorno mental a lo largo de la vida (20 de cada 100 dominicanos tienen un problema de salud mental). De que en el mundo 500 millones de personas padecen un trastorno mental. Que 1 de cada 5 niños y adolescentes es diagnosticado con un trastorno mental. Que los trastornos mentales representan el 10 % de la carga mundial de morbimortalidad y el 30 % de las enfermedades no mortales.
Hay más. Es tan atroz el daño, que el 12,5 % de los problemas de salud está representado por los trastornos mentales y entre el 35 % y el 50 %, en los países ricos, no recibe ningún tratamiento (y si lo recibe no es adecuado), pero esa cifra se dispara a cerca del 90 % en países como el nuestro. Los años de vida perdidos por discapacidad y salud mental a nivel mundial se sitúan en un escandaloso 33 %. En fin, 1 de cada 4 familias tiene por lo menos un miembro afectado por un trastorno mental, lo que representa una carga económica sensible. Pero el mayor costo es el sufrimiento.
A nivel mundial, cerca de un millón de personas se suicidan cada año (en nuestro país alrededor de 600 personas). La depresión, cuarta enfermedad discapacitante, es la responsable de las tres cuartas partes de estas muertes. Son incontables las vidas que se destruyen y es inimaginable el dolor a la persona y al entorno, cuando aparece un trastorno grave de salud mental.
Los ODS a concluir en 2030 son una agenda de desarrollo global ambiciosa pero necesaria. Sus 17 Objetivos llaman la atención a colocar recursos para alcanzar sus metas pero no nos dice mucho del seguimiento y la supervisión. Su Objetivo 3 llama a: Garantizar una vida sana y promover el bienestar de todos a todas las edades. Busca reducir la carga de las condiciones de salud mental al proporcionar apoyo para incluirla en los planes nacionales, en los seguros de salud, en la cobertura de la atención sanitaria, en el acceso a los medicamentos, en disminuir el estigma y la discriminación.
Todo lo anterior, si bien es necesario, no es suficiente. La miopía histórica de los tomadores de decisiones políticas y económicas referente a la salud mental debe acabar. No puede seguir siendo la ausente de las grandes iniciativas internacionales. Ha sido un error constante no atar la salud mental a los préstamos y proyectos de cooperación referidos al desarrollo humano. La pobreza, el desempleo, la educación, la violencia en cualquiera de sus facetas, los problemas de vivienda, el recurso agua etc., integran un ciclo entrelazado que aumentan el riesgo de trastorno mental y este empobrece en su economía a quien la padece.
Esas circunstancias sociales y económicas se deben abordar desde los determinantes sociales, con una perspectiva transversal de la salud mental en todos los planes sectoriales, para intentar reducir la carga de las condiciones de oprobio con que esta se aborda. Hacerlo, ayuda a la economía nacional al insertar a la productividad a más personas, a la vez que se respetan los derechos y la dignidad de estas personas. Es, en definitiva, un acto de justicia social.
Nota: La Sociedad Dominicana de Psiquiatría celebrará en septiembre de este año su XXI Congreso, en conjunto al XXXIV Congreso Centroamericano y del Caribe de Psiquiatría. El tema es “Salud Mental frente a los Objetivos de Desarrollo Sostenible”.