La sala Chaikovski en Moscú lleva varios días vacía.
El Papa Francisco dio negativo en la prueba del Coronavirus.
Imagino, en algunas iglesias, las grabaciones de la misa volviendo al latín.
Es necesario volver atrás.
En Europa, la gente deja su lengua en la puerta, del lado de afuera.
Abdica de su lengua anterior y empieza a hablar otra.
El latín es una posibilidad.
También podemos gritar.
Una mujer de noventa y seis años se recuperó y estoy seguro de que prometió que no se va a morir.
En la sala Chaikovski, en Moscú, sin duda tendrán que sacar el piano del escenario.
En la casa de al lado, Manu Chao: Me gustan los aviones, me gustas tú.
Me gusta viajar, me gustas tú.
Puede la cabeza estar asustada, los pies no.
Bolsonaro dice que las iglesias y los supermercados deben seguir abiertos.
Militares desinfectan hogares de ancianos.
Hay hombres viejos en toda Europa transportados en camiones militares.
Es necesario abrir la ventana de vez en cuando, porque el aire, cuando se estanca, se vuelve demasiado sólido y pesado.
Al parecer, algunas fiestas inútiles se cancelaron.
Manu Chao: Me gusta marihuana, me gustas tú.
Giro sobre los talones para fingir mucho movimiento.
En los periódicos disminuyeron las páginas de anuncios de citas sexuales.
Todas las fotos de cuerpos excitados son viejas.
Tenemos dos meses para actualizar lo importante.
Debería estar ahí, el anuncio.
Dicen que los pedidos de productos de belleza online han aumentado mucho.
Hay noticias que aparecen en mi cabeza.
Moscú cierra restaurantes, tiendas y parques.
157 muertos en Irán.
España supera los cuatro mil muertos.
Le enseño a mi perra Roma a estarse quieta, sólo mirando.
Parece decirme: eres un tonto.
Elias Canetti: "Todo lo que aprendo lo transformo en miedo."
Aprender a esperar como si esperar fuera hacer algo.
Abro online los periódicos que explican cómo desinfectar las botas con las que uno va a la calle.
España 498, Francia 365, Irán 157, Italia 712.
"Hombre ejecuta a su rival con dos disparos en la terraza de un bar."
Las balas no están obsoletas.
"Sube la bolsa de Nueva York."
En la Revolución Francesa, muchos empezaron a dispararle a los relojes.
Me levanto de la silla, me baño.
Un disparo en la nuca de un reloj.
Un disparo en la cara de un reloj.
Jeri, la golden, tiene los ojos melancólicos.
Roma, la pastora belga, tiene los ojos estupefactos.
Siempre está sorprendida.
Sol, allá afuera.
"No olvides ajustar tus relojes. Va a cambiar el horario este domingo."
Los hombres en la calle tienen ahora los ojos estupefactos.
Todos estamos sorprendidos.
Imagino a los empleados de un gobierno empezando a dispararle a los relojes públicos.
Una bala de lleno para detener el tiempo.
Como si el tiempo fuera el animal que hay que cazar.
"El Maracanã se convertirá en un hospital para acoger a los enfermos."
Estados Unidos 116, Alemania 33, Portugal 17, Inglaterra 115.
Una amiga en el teléfono me dice: necesito dispararle a alguien.
Le hablo de la historia de los relojes.
La generación de humanos con los ojos estupefactos.
Una nueva generación de humanos.
Los humanos sorprendidos.
El siglo XXI partido en dos por un virus.
Dos siglos en este siglo.
El original de estos textos se está publicando en el diario Expresso, de Portugal. Acento lo publica con autorización del autor
(Traducción: Paula Abramo)