“Todo necio confunde valor y precio”. (Antonio Machado).
En toda organización, no importa su naturaleza (empresas, iglesias, ongs), hay por decirlo así, una especie de rutinización a su interior que en gran medida expresa el modus vivendi y el modus operandi de su vida cotidiana y de su razón de ser. La rutinización es, si se quiere, el alcance de la aprehensión, de la asunción del quehacer diario de una organización, sin considerar en ésta si es privada o pública.
La rutinización es el conjunto de procesos, procedimientos, que lleva a cabo una organización para alcanzar los fines de su razón de ser. De cómo opera su eficiencia, su eficacia, su calidad, sus métodos de trabajo, su pertinencia en la realidad cotidiana. Es la expresión de los hábitos y frecuencia con que opera una institución para lograr sus metas, sus objetivos.
Esa costumbre y uso es, en gran medida, lo que podríamos llamar la burocracia, “que es el conjunto de actividades y trámites que hay que seguir para resolver un asunto gerencial”. Ese armazón de la vida diaria, dependiendo de la naturaleza de las organizaciones, del mundo industrial donde se mueven, varía de manera significativa.
En el mundo de la tecnología (computadoras), la rutinizacion alcanza alrededor de un 50%. Allí, la creatividad y la innovación, el rompimiento de paradigmas, constituyen el eje articulador de la ventaja competitiva; el elemento de la verdadera estrategia distintiva, diferenciadora, para alcanzar el éxito. En ese mundo industrial de la tecnología, salirse fuera del margen, es el focus medular para solidificarse en el mercado.
Lo mismo sucede en el mundo industrial de los automóviles, de la farmacología. El peso de Investigación y Desarrollo es crucial. La incorporación de nuevas tecnologías es vital para el cambio de cómo se hacen las cosas y para el desarrollo de nueva cultura organizacional, donde la Misión, Visión y Valores, acusan una hegemonía con vivacidad. Todos los actores han de internalizar en el día a día la cultura para poder cumplir de manera más expedita con su propósito.
En esas organizaciones saben que la rutinización opera, pero, al mismo tiempo, consolida el paradigma de ruptura con las rutinas, de forjar la creatividad, que viene a ser hoy “la principal ventaja competitiva”. Sin creatividad no hay innovación. La creatividad es la capacidad de crear ideas distintas. La innovación es la puesta en práctica de esas ideas, tomando en cuenta el contexto. En las organizaciones donde priman esos dos pilares que bosquejan el éxito, no se da lo que establece el famoso artículo ¡¿Por qué no se me ocurrió a mí?¡
Apunta el referido escrito varias razones que nos impiden ser más creativos: Baja autoestima, Temor a equivocarse y hacer el ridículo, Quedarse con la primera idea y dar por bueno lo sabido. Esas son, pues, creencias limitadoras que nos impiden trascender la rutina, a no ver el bosque en toda su magnitud, en su verdadera dimensión. La rutina nos encasilla y en consecuencia no nos permite ver las nuevas oportunidades, los nuevos desafíos; sino que nos enfoca en el problema de hoy, en la coyuntura. No nos ayuda a repensar, a ver el presente en una perspectiva conjugada de futuro. ¡Repensar, reaprendiendo, con la creación de nuevos pensamientos¡ Remozar la rutina coadyuva en gran medida con sacar de la modorra a la organización.
¿Quién contribuye, mayormente, con esa mirada larga para acortar la ceguera de la rutinización? La Alta Gerencia, el liderazgo. El Ejecutivo máximo a través de un liderazgo proactivo que se cimente en el trabajo en equipo y cuya caracterización esté revestido de humildad, hambre y empatía. El líder, la Alta Gerencia o el Ejecutivo a través de los roles: Interpersonal (Representante, líder, enlace), Informativo (Vigilante, divulgador, Vocero); Toma de decisiones (Emprendedor, Asignador de recursos, Negociador), ejemplarmente glosado por Stephen Robbins y Timothy Judge. Es así que se agrega valor, el necesario plus a una organización.
Toda la inteligencia: teórica, práctica, social, emocional, creativa, puesto en escena para hacer cosas distintas, que hace que una organización se renueve como nueva, sin importar el tiempo que tenga la misma. Es la asimilación de la Misión, Visión y Valores en el contexto, en los desafíos y en las expectativas de los stakeholders o grupos de interés. Son las 4 E del líder de Jack Welch que se deben de poseer, no como una cualidad innata, sino adquirida: Energía, Energizar, Empuje y Ejecución.
La inteligencia es la lucidez de la razón. Un Ejecutivo, un líder, debe de tener las capacidades para el puesto, que ha de expresarse en competencias. No en los títulos, ni siquiera en la experiencia, en un mundo en constante cambio. Se mide por sus competencias, no dije conocimientos; y, con el cauce del puente que construye con sus colaboradores. En otra palabra, todos tenemos fortalezas y debilidades. El líder, el Ejecutivo, se rodea de colabores que lo ayuden a alcanzar las metas y objetivos de la organización. La miseria espiritual de un buen gerente se determina al comprobar quiénes son sus colaboradores más cercanos. Lo mismo que cuando usted llega a dirigir un área determinada de una institución y desvincula a los más talentosos, es prueba irrefutable de sus traumas existenciales no superados.
Un ejemplo significativo de lo que decimos es el caso del Rector saliente de la Universidad Autónoma: sumamente incompetente, pavorosamente inepto; rodeado de colaboradores cercanos más desastrosos todavía. El resultado: 4 años y medio de hundimiento de LA UASD. No hubo ni siquiera gestión a la luz de la Gerencia. Sólo la rutinización (Inscripción, reinscripción, graduación, pago de nómina, Verano) la salvó; sin agregado de valor y por tanto, del necesario cambio. ¿La dejó mejor o peor que como la encontró? Es la esencia de un Ejecutivo en una innovación disruptiva.