A partir del regreso al poder de Rómulo Betancourt, en febrero de 1959, se fue estrechando aún más el cerco internacional contra Trujillo.
Un mes antes, a principios de enero de 1959, con el triunfo de la revolución cubana, liderada por Fidel Castro Ruz, el escenario geopolítico continental experimentaría una sacudida telúrica, que hizo modificar irreversiblemente el curso de la política exterior norteamericana hacia nuestra región.
Rasgo distintivo de este rediseño de política exterior, fue propiciar la desaparición del escenario político latinoamericano, de figuras despóticas que anteriormente fueron alentados por los mismos Estados Unidos, al despuntar la guerra fría, terminada la segunda guerra mundial.
La caída de Pérez Jiménez en Venezuela y Rojas Pinilla en Colombia en 1958 así como la fuga sorpresiva del dictador cubano Fulgencio Batista, precisamente hacia la República Dominicana, al alborear el año nuevo de 1959, eran señales más que indicativas de transformaciones inéditas en el devenir político latinoamericano y caribeño.
El contexto había cambiado irreversiblemente y con él la actuación del imperio, que en su Política Exterior, a pesar de ropajes idealistas, se ha guiado siempre por un inocultable pragmatismo, aquel que con trazos precisos definiera John Foster Dulles, quien fuera Secretario de Estado de Eisenhower: “ Estados Unidos no tiene amigos ni enemigos. Tiene intereses en un momento dado”.
Conforme la nueva lógica de actuación norteamericana hacia la región , la permanencia de regímenes de fuerza, como lo demostrara la dictadura de Batista en Cuba, tendería a propiciar, indefectiblemente, el surgimiento de regímenes de izquierda, inspirados en los ideales castristas.
De pronto, la dictadura de Trujillo, una de las más longevas y sanguinarias de América, se vio desafiada no sólo por el poderoso liderazgo de Castro sino también por los adalides de la izquierda democrática latinoamericana, representada por el ascendiente político de Betancourt en Venezuela, José Figueres en Costa Rica y Luis Muñoz Marín en Puerto Rico, alternativa renovadora respaldada por Estados Unidos ante la posibilidad cierta de evitar extremismos de uno y otro signo.
A pocos días de asumir Betancourt el poder, recibe la visita de Fidel Castro, siendo Venezuela la sede de la famosa campaña “Un millón universitario por la Liberación Dominicana”, inaugurada el 13 de febrero de 1959, en el estadio olímpico de Caracas, mediante la cual se inició la recolección de fondos, principalmente en la Universidad Central, para apoyar la causa de la liberación de la tiranía en la República Dominicana.
Importantes emisoras venezolanas lanzaban constantes mensajes a la subversión contra el régimen de Trujillo, dirigiendo los mismos a los militares, los obreros, los maestros y hasta a la misma Iglesia, a la cual se le exhortaba en los términos siguientes:
“Trujillo es el peor enemigo de la Iglesia Católica; el pueblo dominicano repudia las burlas de Trujillo a los templos con las misas que se ofrecen por su salud; ustedes que son los guías espirituales de la gran mayoría de los dominicanos, están en el deber de respaldar la lucha contra la tiranía”.
La rivalidad Trujillo- Betancourt alcanzó dimensión continental, muy especialmente, a partir de las expediciones de Constanza, Maimón y Estero Hondo del 14 y el 20 de junio de 1959. El día anterior a la salida de los primeros expedicionarios, el 13 de junio, Venezuela anunció formal ruptura de relaciones diplomáticas con la República Dominicana.
Trujillo, erróneamente, creyó que Betancourt estaba involucrado en la organización de las expediciones de Junio de 1959, cuando lo cierto es que el líder venezolano consideró que la misma no tendría posibilidad alguna de triunfar, por lo que envió a Carlos Andrés Pérez a Cuba con el propósito de hacer llegar su parecer a los organizadores, luego de que conferenciara con Enrique Jiménez Moya, enviado por Fidel desde la Habana, a su retorno de Venezuela, en el mismo mes de enero de 1959. Pérez y Castro habían sido amigos en el exilio.
No obstante, Venezuela colaboró con una ayuda equivalente a 200 mil dólares, los cuales sirvieron para adquirir el avión que aterrizó en Constanza la tarde del 14 de junio de 1959.
El 5 de diciembre de 1959 el gobierno dominicano fue acusado de expedir pasaportes al Ex. Embajador de Venezuela en la República Dominicana y al adversario de Betancourt Luis Chafardet Urbina lo mismo que al Ex. General Castro León, a quien se hará referencia más adelante en el presente trabajo.
Trujillo crea el cuerpo élite de “los hombres rana” para realizar acciones se sabotaje contra Betancourt
En pocos textos de historia dominicana- exceptuando los ya citados de Miguel Guerrero y Castro Ventura, aunque también, justo es decir, que lo refiere Don Rafael Mencìa Lister en una de sus obras, se hace referencia a que el origen del cuerpo élite de los “hombres rana”- que tan destacado papel jugarìa durante el conflicto armando de abril de 1965-, tuvo su origen en el marco de la rivalidad Trujillo-Betancourt.
En su ya acusado desquiciamiento psíquico, Trujillo no paró mientes en dar continuidad a sus acciones criminales internacionales, a pesar de las perturbadoras implicaciones y consecuencias que tuvo para su régimen, entre otras, el secuestro y posterior desaparición del emigrado vasco Jesús de Galindez en territorio norteamericano, el 12 de marzo de 1956.
La Escuela de Comandos de hombres ranas, de la entonces Marina de Guerra, creada bajo régimen de estricto sigilo, consistía inicialmente en tres escuadras que formaban en total 36 hombres, bajo la jefatura del Doctor Zuncini.
La misión inicial de ese cuerpo élite sería, como ya se indicara, realizar una acción de sabotaje, entre finales de 1959 y principios de 1960, contra el gobierno de Betancourt, quien, como ya se indicara anteriormente, en febrero de 1959 había ascendido nueva vez a la Presidente de Venezuela.
La misma tendría por blanco los campos de petróleo del Lago Maracaibo. Para llevarla a cabo, el comando élite sería trasladado en un pequeño barco mercante hasta un punto próximo a Puerto Cabello y desde allí los hombres ranas, en tres pequeños submarinos biplazas de la Marina de Guerra, llegarían hasta la costa para efectuar la destrucción de los pozos petrolíferos.
Se presume que fue Johnny Abbes quien hizo a Trujillo cambiar de idea, al sugerirle que no era menester el referido sabotaje si era posible eliminar a Trujillo directamente, acción aún más temeraria, la cual vendría a ejecutarse meses después, con el atentado a Betancourt dirigido por Trujillo a través de Abbes, el 24 de junio de 1960 en la Avenida de los Próceres.
Una versión atribuida a Nicolás Silfa, sostiene, no obstante, que el primigenio plan del sabotaje en los pozos petrolíferos de Maracaibo, implicaba también la eliminación física de Betancourt. Para ello, el cuerpo élite de los hombres rana colocaría una mina en el buque de la Marina Venezolana que utilizaba Betancourt para sus travesías por las caudalosas aguas del Orinoco.
Refería que dicha operación fue cancelada, luego que explotara una carga de dinamita durante una prueba bajo el casco de un viejo buque, hiriendo de gravedad a un joven y competente oficial, el cual tendría, unos años después, participación decisiva en hechos transcendentales del devenir dominicano contemporáneo.
El levantamiento del general Castro León contra Betancourt, apoyado por Trujillo
En marcha imparable continuaron las tensiones entre Trujillo y Betancourt. El 20 de abril de 1960, se organizaría un levantamiento militar en San Cristóbal, Estado Táchira, liderado por el General Castro León junto a su ayudante Juan de Dios Moncada Vidal, quienes ingresaron a territorio venezolano a través de las fronteras con Colombia.
El mismo resultó aplastado dos días después por las fuerzas militares de Betancourt, quien acusó directamente a Trujillo de brindar apoyo a los insurrectos.
El gobierno venezolano solicitó una investigación de los hechos por parte de la Comisión Interamericana de Paz, de la Organización de Estados Americanos, concluyendo la referida investigación, entre otros detalles, que los volantes distribuidos en territorio dominicano, incitando al levantamiento insurreccional, se embarcaron desde Santo Domingo y trasladados a Curazao y que todo formaba parte de una acción conspirativa que no podía llevarse a cabo sin la complicidad de las autoridades dominicanas.
Es en tan complejos precedentes, que se inscribe la acción que el 5 de febrero de 1960, desplegó el gobierno venezolano, solicitando a la OEA la convocatoria de una reunión extraordinaria del Consejo con el propósito de conocer acusaciones de violación a los derechos humanos cometidas por Trujillo, moción que recibió el respaldo del gobierno cubano.
Un dato poco conocido a este respecto, es el hecho de que el documento fundamental que sirvió de base a la formal acusación venezolana contra el régimen de Trujillo, fue la célebre Carta Pastoral firmada por los seis obispos dominicanos el 25 de enero de 1960 y leída en todos los templos el domingo 31 del mismo mes.
El canciller Venezolano Marcos Falcón Briceño solicitó que en la sesión fuera leída integra la Casta Pastoral, en la cual los obispos dominicanos clamaban por el respeto a la dignidad y los derechos de todos los dominicanos, y especialmente de los jóvenes perseguidos nucleados en el movimientos clandestino 14 de Junio, torturados y vejados salvajemente en las inmundas ergástulas de la Victoria y la 40.
Esta innegable victoria de la diplomacia venezolana en el más importante foro multilateral interamericano sería el preludio de otra decisiva y memorable batalla diplomática suscitada en el seno de la OEA a raíz de la afrenta internacional prohijada por Trujillo consistente en atentar contra la vida de Betancourt en la Avenida de los Próceres, el 24 de junio de 1960, acción descabellada que por sus impredecibles y decisivas consecuencias internacionales, marcaría el principio del fin de la caída del régimen trujillista.