- El Infinito en un junco
Con esta simple imagen de un papiro, obra de James Bruce (1730-1794), de Yale Center of British Art, comenzamos a abrir este volumen de 452 páginas, editado por Siruela, Madrid, de la 31 edición de febrero 2021. La primera fue de 2019, y desde esa fecha comenzó a ganar premios, que van desde el Premio Nacional de Ensayos 2020 de España; Premio José Antonio Labordeta 2020; Premio Nacional “Promotora de los Estudios Latinos”; Premio El Ojo Crítico de Narrativa; Premio Búho al Mejor Libro, de la Asociación Aragonesa de Amigos del Libro y los en categoría de mejor obra de no ficción: Premio de la Asociación de Librerías de Madrid; Premio Las Librerías Recomiendan; Premio De Literatura Histórica Hislibris y Premio Acción Cívica de Defensa de las Humanidades y esperemos los grandotes que recibirá.
Algunas recomendaciones de escritores y periodistas: Mario Vargas Llosa: “El amor a los libros y a la lectura son la atmósfera en la que transcurren las páginas de esta obra maestra. Tengo la seguridad absoluta de que se seguirá leyendo cuando sus lectores de ahora estén ya en la otra vida”. De Alberto Manguel: “Vallejo ha decidido sabiamente liberarse del estilo académico y ha optado por la voz del cuentista, por la historia entendida como fábula”. De Luis Landero: “Es un deleite leer la prosa de Irene Vallejo, creadora, brillante, plena de sensibilidad” y la de Luis Alberto de Cuenca: “Se puede ser un filólogo magistral y al mismo tiempo escribir como los ángeles.” entre otros.
- Leyendo a Elena Vallejo pausadamente
Si alguien me dice que ha tenido la dicha de poseer “El infinito en un junco, la invención de los libros en el mundo antiguo”, y lo ha leído de corrido, le diría que es un mal lector o no ha entendido el trabajo que le dio a la autora poder hacer este maravilloso despliegue de conocimientos, sin alardes bastardos de ellos, ni de los aportes invaluables que nos hace a lectores medianamente cultos. Que a los que conocen poco del mundo griego o del romano (las patrias eternas del modernismo literario hispanoamericano, tan mal aprendido), les podría servir, como a nosotros en el declive de la vida, de una especie de elixir cultural.
Esta muchacha (para nosotros que le doblamos su edad, ya que nació el otro día: en 1979), con apenas 42 añitos, que empezó a trabajar en el libro en 2016 hasta concluirlo y publicarlo en 2019, mientras tenía tiempo para otras cosas, convirtiéndose en un fenómeno cultural, hasta merecer, no solo los premios que indicamos, sino elogios como el de Vargas Llosa, que no acostumbra a hacerlos de esta forma.
Además, de improvisación nada: Es doctora en Filología Clásica por las Universidades de Zaragoza y Florencia; ha tenido tiempo para dar clases, para publicar semanalmente una columna en el periódico de su tierra natal: El Heraldo de Aragón, y en El País; editando dos libros de sus artículos que ahora se pueden leer con fricción: El pasado que te espera, 2010 y Alguien habló de nosotros, 2017. Es autora entre otros títulos de La luz sepultada, 2011; El silbido del arquero, 2015, novelas; El inventor de viajes. 2014, y otros.
Es decir, que a pesar de su juventud, de su sed de vivir, de tomarlo todo con naturalidad, está joven escritora, no solo ha logrado una obra maestra, como dice Vargas Llosa, ha dado una cátedra a los académicos para no atiborrar de citas al pie, tan odiosas e innecesarias, que nadie lee, porque basta incluir los datos de los títulos y dejar cualquier ampliación para los anexos finales.
Este libro que comentamos, se lee con cierto fervor, ciertamente, como una novela o un cuento, aprendiendo de sus afanes, de sus encuentros en Oxford o en Florencia, de sus vastas lecturas, no solo de las antigüedades, que ya de por sí es bastante, sino que intercala cosas de su vida, de gentes conocidas, de cine, de novelas, de ensayos ajenos, y no encontramos que se despista ni despista al lector, no importa su caudal de conocimientos. No tiene que ser experto en filosofía ni en filología, mucho menos en historia.
Ella va dejando caer, como quien no quiere la cosa, pequeños detalles ignorados por casi todos, no importa nuestros horizontes culturales; por eso debemos leerla despacio, sigilosamente, maravillándonos de que alguien se haya atrevido, como ella, a hacernos disfrutar tanto la lectura de un ensayo, de uno histórico de épocas pasadas, de las que los nuevos escritores, por lo menos en nuestros países, saben tan poco, y hasta ahora les había interesado menos.
Nos extrañó cuando trató a fondo la figura legendaria de Alejandro el Grande, hablando de su triunfo sobre Darío en Persia, del respeto a Estatira la esposa del rey, y su matrimonio con la hija de nombre igual, pero me hubiera gustado que recordara lo que sí menciona Plutarco (46 o 50-120) en sus Vidas Paralelas de Alejandro y César. Cuando el macedonio, al ver que un soldado llamado Beso, había matado a Darío, ya que lo quería vivo, como había hecho con otros, para conquistarlo como amigo, hasta para dejarlo gobernando como súbdito suyo, la forma como lo premió, todavía horroriza. Quizás por eso no lo citó: Mandó a que bajaran dos palmeras de dátiles, y a Beso lo amarraran a cada una de ellas y luego rompieran las sogas y soltaran las palmeras.
Ciertamente, quizás tuvo piedad de sus lectores.
Elena Vallejo, la bella y dulce muchacha de Zaragoza, ha revolucionado la literatura del siglo XXI y nos ha puesto a leer con cariño, con amor a la palabra escrita, a jóvenes y viejos. Sobre todo, siendo mujer, siendo joven, siendo bella, lo ha logrado. Gracias Elena Vallejo por este hermoso regalo, sobre todo a los que parlamos la sonora y bella lengua castellana.