Desde que se abrieron las puertas de la democracia en el mundo occidental, el pueblo se ha lanzado a las calles a ejercer su justo derecho de reclamar, de hacer sentir su voz; en ocasiones han sido reprimidos, en otros olvidados y en muchos de los casos ignorados. Pero eso se acabo, hoy más que nunca los pueblos se han dado cuenta de que no es el gobernante quien tiene las riendas, sino ellos quienes tienen el poder de elegir, incluso en sociedades donde no se respetan los derechos a cabalidad como es el caso egipcio.
Hace 18 días, el pueblo de Egipto llevó al hecho la llamada Revolución de los jóvenes, donde se dijo basta ya, basta de un gobierno corrupto, basta de un gobierno déspota. Y la mezcla explosiva causante de más 360 muertos y 5,500 heridos son un gobierno indolente apegado al poder, un continuo exceso de la fuerza policial, la inflación, la corruptela, las paupérrimas condiciones de vida y una inmensa población joven desempleada.
Los movimientos de oposición desde el pasado 25 de enero dejaron claro que ya es tiempo de dejar la opresión a un lado y pasar a una democracia. Con mucho ímpetu y sin dar su brazo a torcer, dieron el cierre forzoso al periodo del Presidente Hosni Mubarak, quien gobernó Egipto por 30 años.
Uno de los aprendizajes que podemos sacar de esta revolución que conmocionó al mundo por casi un mes, es el empoderamiento de la gente de a pie. Ya no estamos ante pueblos sumisos que se dejan zarandear de un lado al otro por un mal gobierno. Y si a esta toma de concientización de parte del pueblo se le restan las fronteras de información, gracias a las redes sociales como Twitter y facebook; estoy seguro que a partir de ahora los gobiernos serán más cautos en su proceder, teniendo bien claro de que quienes realmente tienen el poder es el pueblo que los eligió.